Antes que Iván Navarro entrara a la sala de audiencias, el tribunal ordenó que se retiraran los imputados. Los seis prefectos acusados de torturar a Iván y a un amigo siguieron la declaración del joven desde una sala contigua. Frente a los jueces, fiscales, abogados querellantes y defensores el joven detalló cómo un grupo de alrededor de 10 prefectos los detuvieron ilegalmente y los torturaron frente al Riachuelo. “Nos pegaban y nos decían que nos iban a matar”, contó.
El sábado 24 de septiembre de 2016 Iván, integrante de la organización La Poderosa, salió de su casa alrededor de las 11.15 para encontrarse con su novia. Esa tarde había jugado al fútbol y después se había tirado a dormir un rato. En la puerta se encontró con su amigo Ezequiel, que en ese entonces tenía 15 años, quien le pidió que lo acompañar hasta la casa de la madre.
Iván se detuvo a charlar con un amigo y Ezequiel siguió solo. Cuando Iván retomó el camino lo vio a su amigo rodeado de policías de la Federal. “Me acerqué y me pidieron el los datos, el DNI y me sacaron el celular”. Los federales retuvieron unos minutos hasta que llegaron tres móviles de prefectura y otros en cuatriciclo. Los policías se fueron.
“Me pusieron la capucha de la campera en la cabeza y me empezaron a golpear”, contó Iván. No podía ver a su amigo pero escuchaba cómo le pegaban. A Iván lo cargaron en una camioneta y a Ezequiel en un auto y los llevaron a unas cuadras, hasta la garita de Prefectura. En el camino le fueron pegando piñas en las piernas y en las costillas.
Iván contó que él se quedó en la camioneta y a su amigo lo bajaron. Después lo subieron con él. Estaba golpeado y con mucho miedo. Le contó que lo habían metido en el baño que está junto a la garita y le pegaron.
-Me dijeron que nos van a matar, que nos van a tirar al Riachuelo -le contó.
“Yo le decía que no pasaba nada para tranquilizarlo, que nos iban a soltar”. La camioneta con cinco prefectos y los dos chicos arrancó. Hicieron unas cuadras y llegaron hasta la orilla del Riachuelo, al lado de la fábrica de Pepsi. “Bajan y nos empiezan a pegar. Me arrastraron y me hicieron sacarme las zapatillas y las medias esposados”. Les hicieron hacer lagartijas y les pegaban patadas y piñas. Eran alrededor de 10 prefectos. Les tiraban colillas encendidas y les apagaban los cigarrillos en el cuerpo.
-Villero, todo esto que tenés es robado -le dijo uno a Iván mientras le sacaba la campera y dos cadenitas que colgaban de su cuello.
Un prefecto afiló un cuchillo y se lo puso en el cuello. Otro le apuntó con el arma a la rodilla y le dijo: “Elegí donde querés que te pegue el tiro”. “Disparó pero la bala no salió”, contó Iván.
El mismo agente le puso el arma reglamentaria en la boca.
-Besala -le ordenó.
Iván escuchaba cómo le pegaban a su amigo en la oscuridad. “Hasta que escucho un tiro y después no lo escuché más a Ezequiel. Pensé que lo habían matado”.
Después de simular el fusilamiento los pusieron a los dos frente al río.
-¿Saben nadar? -preguntó uno.
-No
-Tírense -les ordenó.
La sesión de torturas duró un largo rato: los obligaron a cantar canciones de reggaeton y le hicieron rezar el padre nuestro con un arma en la nuca. Después de un rato les dijeron que se fueran. Iván estaba descalzo, en short y musculosa. a Ezequiel le habían sacado las zapatillas y el jean. Salieron corriendo sin mirar atrás.
Hoy, un año y medio después, seis prefectos están siendo juzgados por las torturas.