Ocho denuncias de acoso y abuso sexual contra Ciro Guerra

Estos son los testimonios de las mujeres que fueron víctimas del reconocido director de cine colombiano. Ellas contaron sus historias y el medio Volcánicas publicó esta investigación que reproducimos en Cosecha Roja.

Ocho denuncias de acoso y abuso sexual contra Ciro Guerra

Por Cosecha Roja
25/06/2020

Por: Catalina Ruiz-Navarro y Matilde de los Milagros Londoño en Volcánicas

Foto: Chris Pizzello para AP

Este reportaje consiste en ocho testimonios de mujeres que han sido víctimas de acoso y abuso sexual por parte del reconocido director de cine colombiano Ciro Guerra. Siete de ellos (Beatriz, Daniela, Eliana, Carolina, Fabiana, Teresa y Gabriela) relatan acosos sexuales de diferentes niveles de gravedad; el otro (Adriana) describe un caso de abuso sexual.

Las agresiones ocurrieron entre los años 2013 y 2019, en tres ciudades colombianas y tres internacionales, durante eventos como el Festival de Cine de Cannes, el Colombian Film Festival y el Festival Internacional de Cine de Cartagena.

Los testimonios siguen un patrón que incluye incómodas conversaciones de índole sexual, invitaciones a su hotel u apartamento, el uso de la fuerza para tocarlas sexualmente, besarlas y, en un caso, abusar sexualmente, a pesar de que ellas le dicen que “NO” de forma clara, directa y reiterada. También muestran cómo Guerra usa su prestigio profesional para intimidar y establecer relaciones de poder abusivas frente a las agredidas.

Los testimonios son el resultado de entrevistas directas que cuentan con grabaciones y chats de soporte que están protegidos por el derecho profesional; han sido editados mínimamente para garantizar su legibilidad. Todos los nombres de las víctimas y los testigos han sido cambiados para respetar su privacidad y evitar represalias, y acogen sus identidades a la protección de fuentes.

Plantillas 1-1

¿QUIÉN ES CIRO GUERRA?

Ciro Alfonso Guerra Picón ha dirigido las películas La sombra del caminante (2004), Los viajes del viento (2009), El Abrazo de la Serpiente (2015) —nominada a los premios Óscar en la categoría de Mejor Película en Idioma Extranjero en 2016—, Pájaros de verano (2018) y Waiting For The Barbarians (2019), estrenada en el Festival de Cine de Venecia y protagonizada por Johnny Depp. También trabajó con Netflix como productor ejecutivo de la serie Frontera Verde, lanzada al público en agosto de 2019.

Su trayectoria como director, guionista y productor de películas, tres de ellas financiadas en gran parte por dineros públicos que, según los Anuarios Estadísticos de la Dirección de Cinematografía del Ministerio de Cultura, suman cerca de 4.000 millones de pesos otorgados en estímulos, donaciones e inversiones, le ha permitido viajar como figura pública por distintos países, representando el patrimonio cultural colombiano. Así, se ha convertido en una de las caras de mostrar del cine del país ante el mundo; una persona con cada vez más poder en el medio audiovisual tanto nacional como internacional. Es por esto que sus acciones son de interés público, especialmente tratándose de una serie de abusos de poder: acosos sistemáticos y un abuso sexual, todas agresiones que se enmarcan dentro de un problema de salud pública como la violencia de género.

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CASO N.º 1.

Beatriz: acoso sexual en Uber
Nueva York, 2019

Fue durante el Colombian Film Festival de 2019 en Nueva York, marzo 28 de 2019. Con unos amigos había ido a ver la película de estreno de ese día en el festival y luego íbamos a ir a la fiesta. Fue en los teatros cuando me presentaron a Ciro. Me lo presentó el que era mi novio en ese entonces. Aunque en ese momento no le dijo que yo era su novia, le dijo: “Te quiero presentar a esta chica que trabaja en cine también y está muy orgullosa del trabajo que has hecho”. Cuando me lo presentó, yo le dije que me parecía una chimba que fueran a hacer, o que hubieran hecho, una serie con Netflix en el Amazonas. Fue una conversación súper corta. Después me despedí de mi amigo y me fui a encontrar con mi amiga Leila y con otros dos amigos para ir a la fiesta.

En la fiesta, empezamos a bailar y tomar cerveza, todo estaba muy chévere. Después llegó Ciro. Él empezó como a intentar sacarme a bailar y al comienzo fue chévere, luego se volvió más intenso, entonces me sacaba a bailar todo tiempo.

Si pasaba una canción sin que el man me sacara a bailar era porque yo me le pegaba a otra persona o trataba de escaparme, pero se volvió aún más intenso, y mis amigos me miraban como burlándose, como diciendo “ay, ese man te está cayendo”, y yo les hacía cara de “ay no, qué hago, qué encarte”. Luego la gente se empezó a emborrachar bastante y el ambiente se puso súper pesado. Entonces le dije a Leila que nos fuéramos y ella me dijo que sí. Ya era marzo 29, como a las 3:00 a. m. y al salir Ciro estaba a la mitad del camino. Le dije: “Chao, me voy, nos vemos en Cannes, suerte con todo” y me fui. Nos fuimos a esperar el Uber afuera, no pasaron ni cinco minutos y el man de la nada salió con su chaqueta y todo, y dijo: “Yo voy a Uptown, ¿quién va a Uptown?”. Yo iba para Uptown. Leila y dos amigos que estaban con nosotras vivían en Brooklyn, entonces íbamos en sentidos contrarios. Yo ya había pedido mi Uber, así que ellos se fueron para Brooklyn y Ciro se montó en el Uber conmigo hacia Uptown.

El Uber llegó, era como una minivan, no sé qué le habían hecho al primer asiento, pero estaba cortado y cabía solo una persona detrás del conductor. Y yo pensé “súper”, porque Ciro no cabía ahí, es un man muy grande y supuse que se iba a sentar en los asientos de atrás. No sé cómo hizo, pero se metió conmigo en el primer asiento. Yo estaba muy nerviosa porque el man estaba encima y me arrepiento mucho, porque yo tenía puesto un vestido y unas botas largas, y el empezó a ponerme la mano en la rodilla, y yo a corrérsela con la cartera. Yo trataba de hablar de cosas de trabajo, y el man intentó darme un beso y empezó a manosearme la entrepierna. En ese momento le dije: “Lo siento mucho, yo tengo novio y no me interesa.”, y Ciro me respondió: “¿Y si no tuvieras novio qué pasaría?”, y le dije “¡Pues es que yo tengo novio! Y no pasa nada, pero pues ¡no!”. Entonces él me empezó a decir “ay, tu novio es gringo, ¿cómo haces con eso? ¿Cómo te puedes acostumbrar?”.

Fue una conversación super extraña, mi posición corporal era como tratando de ver por la ventana y no mirarlo. Entonces me volvió a poner la mano en la rodilla y ahí empezó el forcejeo. Era yo tratando de que no me tocara la vagina, yo trataba de correrle la mano, entonces no alcanzó a tocarme ahí. El man intentó por segunda vez darme un beso y le dije: “¡Hey! ¡Ya te había dicho que no! De verdad, ¡no quiero darme besos contigo!”. Él empezó a ponerse molesto, me dijo: “¿Tú sabes que voy a ser uno de los jurados en Cannes, de la Semana de la Crítica?” y yo le dije: “Sí, sí vi las noticias, te felicito”.

Entonces el man empezó a decirme “¿No quieres ir a mi hotel? ¡Tengo un hotel increíble! ¿No quieres pasar una noche conmigo? ¿No quieres tener unos orgasmos?”. Durante todo ese tiempo él estuvo tratando de manosearme la entrepierna y yo tratando de quitarlo.

La tercera vez fue la más violenta, el man me agarró la cara muy fuerte, con una mano me cogió y yo lo empujaba para el otro lado, y él halaba muy duro. Yo pensaba “si lo dejo ir, nos vamos a dar los dos duro en la cabeza”. Yo movía las manos para todas partes y me imagino que el man del Uber no tenía mucha visibilidad. Además estábamos hablando en español y detrás de él en la minivan. En todo caso, vino un forcejeo más feo y mientras Ciro me agarraba duro la cabeza, no como cuando alguien quiere darte un beso, sino algo violento, mientras me agarraba la cabeza con una mano, con la otra intentaba tocarme. Y en ese momento, no sé cómo sucedió, pero el Uber paró y le dijo a Ciro que ya había llegado. No era su hotel ni nada, el Uber paró de la nada y le dijo a Ciro que se bajara, pero él no se quería bajar. Entonces yo le dije: “¿Si te doy un beso en la mejilla te vas?”. El man me dijo “bueno”, así que me puso la mejilla, y yo le agarré superduro la cara para que no se fuera a voltear, y le di el beso en la mejilla. El Uber por fin arrancó. Yo me puse a llorar horrible.

Al día siguiente almorcé con Leila y le conté todo, conmocionada porque la persona que era mi apoyo principal en ese momento de mi vida me había juzgado horrible cuando le conté lo que había pasado con Ciro; así que pensé: “No le puedo contar esto a nadie, nadie me va a creer”. Me siento súper culpable, porque yo siempre dije que si eso me llegaba a pasar a mí, me iba a defender e iba a hacer de todo, pero lo único que hice fue quedarme paralizada y forcejear. Cuando pasaron los días me dio mucha rabia y decidí que le iba a contar a toda la gente conocida.

Lo volví a ver en Cannes, en mayo de 2019. Leila y yo estábamos en un restaurante en la parte de afuera y nos dimos cuenta de que Ciro estaba con otras personas de la industria en una mesa de adentro. Apenas lo vi, se me bajó todo. La gente era conocida, así que empezó a llegar a nuestra mesa. El man me vio y me saludó con la mano y yo lo ignoré porque entré en pánico. Todos los que estaban en mi mesa empezaron a decir que Ciro los iba a entrar a la fiesta de la Semana de la Crítica, y yo pensé: “¡Qué horror, cada vez que yo salga con mis amigos que trabajan en la industria del cine y lo idolatran el man va a estar”. Ciro tenía como tres boletas y al resto de las personas las iba a tratar de entrar, entonces quienes tuvieran las boletas eran como “las afortunadas”. Leila y yo nos salimos del restaurante y yo le dije que estaba muy triste y no sabía qué hacer; no quería dejar de andar con mis amigos por Ciro. Yo estaba totalmente paniqueada, le dije a Leila que me sentía incapaz de estar en el mismo sitio con ese man y nos fuimos. Fue la última vez que lo vi.

Leila*

Básicamente esa noche fuimos al after-party del Colombian Film Festival. Estuvimos bailando y nos tomamos unos tragos, había mucha gente. Yo no conozco a este director [Ciro Guerra], nunca había escuchado de él, no tenía ni idea, pero luego de que Beatriz me contara del incidente, sí recuerdo que nos estaba rondando. Sí recuerdo que este hombre grande y calvo estaba por ahí. Y luego yo me fui a mi casa en un taxi y Beatriz se quedó esperando su Uber con unos conocidos y al día siguiente, cuando me levanté, recibí todos sus mensajes de texto diciendo: “¡Dios mío! No te imaginas lo que me pasó con este director en el Uber!”. Ese día fuimos a almorzar, porque nuestras oficinas quedaban muy cerca, y en el almuerzo me contó todo. Me contó todo menos de 24 horas después de que pasara, fui una de las primeras personas a las que les contó. Ella estaba muy afectada por lo que pasó. Yo pensaba: “¡Dios mío, no puedo creer que te haya pasado esta mierda!”, y eso fue todo. La vida siguió y no volvimos a hablar de eso, hasta que llegó Cannes. Allá íbamos a ir a una fiesta juntas, y recuerdo que Beatriz me dijo: “¿Te acuerdas de ese cerdo que me acosó en el Uber? Pues va a una fiesta hoy, yo no quiero ir”. Lo que más recuerdo es que ella estaba muy afectada, no lo quería ni ver ni estar cerca de él. Yo obviamente no vi nada de forma directa, pero estuve ahí para mi amiga escuchando su historia y viendo cómo estaba.
*El testimonio de Leila fue traducido del inglés al español.

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Este primer caso muestra una serie de conductas que se repetirán en los próximos testimonios, como el acercamiento en fiestas para buscar un momento a solas con las mujeres y luego hacer uso de la fuerza para tocarlas u obligarlas a darle un beso, y la insistencia persistente a pesar de las muy claras y múltiples negativas de parte de ellas. También es importante resaltar tres cosas: cómo hace uso de su fama o influencia en el gremio del cine para impresionar y establecer una relación de poder; la promesa y ofrecimiento de posibles contactos laborales, y el uso del espacio de los festivales internacionales, destinado originalmente para dar a conocer el talento colombiano del gremio audiovisual en el exterior, para acosar mujeres. Esto último es especialmente importante, dado que Ciro Guerra es una figura pública y su presencia en estos espacios tiene el peso simbólico de representar al cine y la cultura colombianos. Es importante notar también que Beatriz se sintió intimidada, y luego agredida y manoseada sin su consentimiento, y que su sensación de incomodidad (por decir lo menos) ha perdurado meses.

Finalmente, algo muy importante: en el momento del acoso sexual hubo un tercero presente, el conductor del Uber, quien aun sin saber español, logró entender que Beatriz estaba siendo violentada y tomó la iniciativa de acortar el viaje para detener a Ciro Guerra, evitando, por fortuna, que este pasara de ser un caso de acoso a uno de abuso sexual.

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CASO N.º 2

Daniela: acoso sexual en un bar

Ciudad de México, 2019

Yo nunca he trabajado con Ciro, no es mi amigo; lo había visto en alguna fiesta por ahí en el Festival de Cine de Cartagena, pero nunca habíamos tenido una conversación ni nada. ​Yo viajé a México a finales de 2019. La primera vez que lo vi en CDMX fue un domingo que fui a cine con Camila y otros amigos, y casualmente íbamos a ver la misma película. Nos saludamos, todos éramos colombianos en una ciudad extranjera y nos contamos un poco el porqué estábamos en México.

Minutos antes de entrar, compré un café, él también y continuó hablando de su proyecto; me contó que estaban en etapa de preproducción y que sería una serie bastante grande. Me pidió mi teléfono para estar en contacto, fue amable, no se sintió como una situación incómoda o extraña en ese momento. Después de entrar al cine, no nos volvimos a ver ese día.

Era mi último fin de semana en México, en pocos días viajaba de regreso a Colombia y Camila me dijo que estaba organizando una salida a bailar salsa, que si quería ir y que de paso fuera mi “despedida” de la ciudad. Me dijo que iban a ir Ciro y otra actriz que yo conocía que también estaba en México, y más gente del parche. Yo esa noche fui sola, porque los amigos con los que me estaba quedando decidieron no ir. Allá me encontré con Camila, la única del grupo que era mi amiga. Sabíamos que no podíamos quedarnos hasta muy tarde, porque a la mañana siguiente teníamos un temazcal. Camila no toma, yo me tomé unas cervezas y bailé salsa delicioso con todo el mundo; era la única noche en todo el viaje en la que había salido a bailar y había cumplido años hacía unos días. Estaba muy contenta, el parche como de diez personas, era alegre.

En un momento, Ciro se sentó conmigo, me preguntó por mi pareja de entonces y fue un poco despectivo. Me preguntó que si él estaba trabajando en algo,​ yo le conté que iba a grabar una serie, me preguntó para qué productora y para qué canal, y le conté. Me respondió con arrogancia que él nunca había hecho televisión, solo series prime y cine. Yo le dije que admiro mucho a la gente que se le mide a esos rodajes tan largos y que a mí, como actriz, me habían dado mucha experiencia y aprendizaje, porque al aprenderse varias escenas al día la memoria, que es uno de los músculos del actor, se ejercita. ​Entonces él empezó a hablar de Johnny Depp, de cómo había sido su experiencia grabando con él en Marruecos.

Seguía pasando la noche, yo estaba conociendo gente, bailando… Bailé con varias personas, con Ciro bailé poco. Se fueron yendo algunos. Ciro me sacó a bailar y estando en la pista, llegó Camila a despedirse, porque nos quedaban pocas horas de sueño. Le dije: “Se acaba esta canción y yo también arranco”. Ella se fue y miré a la mesa y solo quedaba gente que yo no conocía, dos chicas se pararon y vinieron hasta nosotros a despedirse también. Ya en la mesa no quedó nadie del parche inicial y cuando se acabó la canción, le dije a Ciro: “Bueno, ya me voy, voy a pedir mi Uber” y me senté en la mesa donde estaban mis cosas.

Mientras estaba pidiendo el Uber, ​Ciro se sentó en una silla frente a mí y se tiró a darme un beso pero de una manera muy torpe y brusca, como intentando meterme la lengua en la boca, tan de la nada fue que hasta nos dimos un cabezazo. Yo quedé muy nerviosa, sentía que no podía ser grosera con el man.​ Le dije: “Oye, yo tengo novio y tú estás muy borracho”, y me respondió: “No pasa nada, vamos un rato a donde yo me estoy quedando, ¿qué tiene de malo tener unos orgasmos antes de dormir?”. Y​o estaba muy nerviosa, fue inesperado, porque durante la fiesta no sentí que tuviera una intención extraña, entonces el man se me volvió a tirar otra vez y yo más bruscamente lo senté y le dije: “¡Oye, ya!”. Hubo como un forcejeo ahí en la segunda vez que se me tiró encima porque me metió la mano en el pantalón hasta la cola y me la apretó.

Yo le quité las manos, lo empujé más fuerte y le dije: “No, yo tengo novio”, y me dijo: “Tú estás de viaje, podemos pasarla rico”. Seguía diciendo cosas asquerosas y también me preguntó: “¿Acaso tu novio te trata bien?”, y yo empecé a sentir mucho miedo. Recordé que una amiga me había contado hacía unos años una experiencia similar con él, también cuando ella había quedado sola. Finalmente tuve esa angustia social sobre el hecho de que es alguien muy reconocido en el medio, alguien con una especie de poder y mientras recuerdo ese momento, me odio por no haberlo frenado más en seco y decirle lo que realmente quería decirle, que simplemente ¡no quería! Pero en vez de eso seguía repitiendo nerviosamente lo que sentía era mi excusa válida: “Tengo novio. No, porque tengo novio”.

El tipo tenía tragos encima, es brusco y bastante pesado, y mientras yo le decía que me quería ir, me cogía las manos fuerte y me dijo: “Bailemos una última canción”. Estaba nerviosa y sentí que era la manera de quitármelo de encima y le dije que sí. Bailando me empezó a hablar de otros directores de cine latinoamericanos, de uno de ellos me decía que era su amigo y que me iba a contactar con él, que seguro habría trabajo para mí ​y que si yo me quedaba en México, algo podría pasar en lo laboral también. Cuando acabó la canción fui hacia la mesa, cogí mis cosas y salí corriendo. Yo salí del bar y el man me alcanzó, y me dijo: “¿Segura?”. Yo no respondí nada, me subí al carro y le escribí a Camila todo lo que pasó.

Camila

Ciro y yo nos conocemos desde hace varios y años, y aunque no es que tengamos el celular del otro, nos hemos encontrado en varios lugares y siempre me ha caído muy bien. Bueno, me caía bien. Nos encontrábamos, bailabamos, hablábamos, nunca tuvo conmigo ninguna cosa que yo sintiera como “qué pasa acá”. En México me lo encontré por primera vez en una de las marchas de 2019, El Cacerolazo del Ángel. Nos saludamos, yo no sabía que él estaba viviendo aquí. Estaba con la directora de arte de esta serie, que es colombiana, y me la presentó; yo le presenté a mis amigos, intercambiamos teléfonos y dijimos: “Tenemos que armar planes”.

Me lo volví a encontrar en la Cineteca. Yo ese día estaba con Daniela y con otra amiga, entonces nos saludamos todos. íbamos para la misma película y días después de ese encuentro me escribió y me dijo: “Ahora sí armemos plan de ir a bailar salsa” y me preguntó: “¿Quiénes están aquí?”. Yo le dije quiénes y me preguntó: “¿Daniela sigue acá?”, y yo le dije que sí, que la iba a invitar.

Ese día nos vimos, él llegó solo. Daniela llegó tarde y él varias veces me preguntó si ella iba a ir; yo le dije que sí y él me decía “me encanta”. Hubo un momento en el que me aburrí y tenía que madrugar al otro día. Decidí irme y cuando me fui a despedir, él estaba bailando con Daniela y nos abrazó a las dos muy fuerte, ya se había tomado bastantes tragos. Rato después de haber llegado a la casa Daniela me escribió y en ese momento yo no entendía, no me imaginaba eso de Ciro, alguien a quien admiraba y conocía, y que jamás se había portado así conmigo. Y ahí Daniela me dijo: “Yo supe que a Eliana le pasó algo parecido” y yo le dije que cómo así, que Eliana era muy amiga mía y nunca me había contado esto (ver caso n.º 4).

Al otro día le escribí a Eliana y ella me dijo que fue horrible, pero no supe bien los detalles entonces. Pensé que el man lo que debía tener era un problema para abordar a las mujeres, una forma muy burda de echar los perros, como que no me imaginé la magnitud, hasta que Eliana vino en enero y me contó los detalles de cómo pasó todo. Y ya Daniela me contó todo bien: que cuando yo me fui y las chicas también, él empezó a coquetearle y la trató de besarla a la fuerza; ella le dijo que no y él la agarraba durísimo y le empezó a decir morbosidades y a manosearla, diciendo algo como “tú sabes que tienes ganas de tener mil orgasmos”, algo así. Lo que te estoy diciendo es un recuerdo de lo que Daniela me contó, y de eso que uno no entiende qué le pasó a ese hombre… Luego Eliana me contó su historia: que se encontró con Ciro en Casa Ensamble, él estaba con un amigo, ella se estaba tomando una cerveza y cuando se tomó el último trago, Ciro se ofreció a acompañarla a la casa; el amigo se ofreció a ir con ellos y él dijo que no. Cuando llegaron, ella abrió la puerta del edificio y él la empujó, la empezó a besar a la fuerza, a meterle las manos por todas partes hasta que ella lo logró empujar y cerró la puerta, pero fue demasiado fuerte.

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El caso de Daniela muestra el mismo patrón: una fiesta, buscar un momento a solas, el “name dropping” para impresionar y la presión en temas laborales, el uso de la fuerza para tocar y besar, la invitación a su apartamento u hotel para tener “orgasmos” o sexo, y un elemento que se repite: los comentarios despectivos hacia las parejas de ese momento de las acosadas. Otro punto importante es que Guerra continúa sus avances sexuales a pesar de la negativa clara y repetida de las acosadas.

Al inicio de las cuarentenas por coronavirus Guerra le envió a Daniela, un mensaje en el que usa las mismas palabras que en un correo enviado por esas mismas fechas a Carolina, otra de las mujeres cuyo testimonio recogemos más adelante. Un patrón repetitivo con dos mujeres que no tienen nada en común, además de su profesión y haber sido acosadas por Guerra.

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CASO N.º 3

Adriana: abuso sexual en casa de Ciro Guerra
Bogotá, noviembre de 2019

Ciro y yo trabajamos en el mismo gremio. Nos cruzamos en un evento y él empezó a escribirme para que nos viéramos. Yo no quería, pero pensaba: “Es Ciro, tengo que tener una buena relación con él, es un man demasiado poderoso”. Me dijo que si nos veíamos en un bar y a mí me daba mucha jartera pero pensé: “Hay que cultivar esa relación laboral”. Me buscó varias veces cuando estaba en Bogotá para decirme que nos viéramos, yo me hacía la pendeja y trataba de evadirlo, pero tampoco quería ser grosera, porque para mí era claro que era un hombre con mucho poder e influencia en mi gremio profesional, así que no quería tener una mala relación con él.

Finalmente quedamos de vernos el 13 de noviembre de 2019. Salí de la casa como a las 9:15 p. m., porque Héctor, mi pareja, tenía que ir a recoger a una amiga suya al aeropuerto. Ciro me dijo que nos viéramos en su casa y yo le dije que sí. Llegué allá al edificio del man y estuve hablando todo el tiempo con Héctor, sentía que algo estaba mal, estaba como estresada, pero también pensaba en que soy una mujer fuerte y que no iba a pasar nada. A las 9:47 p. m., le mandé un mensaje de voz a Héctor diciendo: “Tengo un poquito de estrés, siento que me estoy metiendo en la boca del lobo”, y me respondió: “No te preocupés, yo lo conozco, no va a pasar nada, pero estoy acá pendiente y si pasa algo me avisas”.
Llegué a la casa de Ciro y él se estaba tomando un trago de no sé qué; yo le dije que OK, que me sirviera uno, pero no me lo tomé, porque no quería estar tomada sola con él. Me acuerdo de que la casa del man es pequeñita: tiene una silla y enfrente un sofá, él se sentó en la silla y yo en el sofá, y pensé “qué bien que está sentado al frente y no al lado”. Hablamos de cosas en las que yo había trabajado y el man las veía como con condescendencia; hablamos de mi novio y luego se paró a coger unas cosas en la mesa redonda de comedor donde tenía unos papeles y otras vainas. Detrás hay como una biblioteca, donde estaban sus premios y el trago. Me dijo que tenía unos sobres de cosas de los Oscar que me iba a mostrar. Cuando se agachó a mirar el computador se le bajó el jean, y yo me di cuenta de que no tenía boxers ni nada.

Me empecé a asustar porque él iba mucho al baño, no sé a qué. Cuando se iba, le escribía a mi pareja y le decía que esto estaba raro, pero que todo bien, que yo lo manejaba, que tranquilo. Le escribí que me sentía en un matadero. Ciro me empezó a contar de la película en Marruecos, me dijo que me iba a mostrar un trailer que solo yo iba a ver y que no me podía meter en el proyecto que estaba haciendo en México, pero que tenía otra cosa más grande donde sí me iba a meter.

Me pasó el computador y me mostró el trailer, pero antes se paró a apagar la luz, y con la luz apagada se sentó al lado mío en el sofá; yo tenía el computador en las piernas. Me puso el brazo en los hombros y yo me sentí muy incómoda porque me estaba arrinconando en el sofá. Se me acercó más, yo sentía el peso de su brazo en el cuello y tenía un collar con el que se puso a jugar y a acercar su cara para verlo, parecía muy interesado y me dijo que estaba muy bonito. Eso fue muy maluco, porque antes me había sentido como boba por asustarme, pero ahora me sentía boba por pensar que esto iba a salir bien. Después me dijo que me iba a mostrar unas cosas de la serie que estaba grabando en México “que son solo para tus ojos”. Héctor me había estado llamando pero cada vez que yo veía el celular Ciro me miraba feo entonces nunca le contesté. Pensé: “Todo bien, tengo esto bajo control, no va a pasar nada”.

Eso es lo más duro de todo y lo que más me ha puesto a pensar después. Esa manipulación. Yo no sabía qué estaba pasando, pero estaba en una posición de debilidad, donde Ciro me prometía cosas, pero en realidad me hacía saber que tenía poder y me podía joder. Es muy ambiguo, porque juega con las cosas profesionales y le enreda la cabeza a uno. Yo no me daba cuenta de lo grave que era lo que estaba pasando y él me iba intimidando con sus palabras y también físicamente. Desde que llegué y me mostró las cosas creo que habían pasado 45 minutos y ahí fue cuando la cosa se empezó a poner muy fea. Él se paraba mucho, iba y venía como al baño, y la última vez que se paró y volvió se me botó encima. Lo primero que yo hice en ese momento, que me lo recrimino un montón; fue decirle: “Mira, Ciro, en este momento no, tú sabes que yo tengo pareja, me pareces un hombre muy atractivo, pero en este momento no”. Yo estaba tratando de que las cosas quedaran bien, porque en ese momento todavía pensaba que tenía que tener una buena relación con él. Lo que pasa es que el man es bien grande y se me tiró encima y yo decía “no, ahorita no”.

Me siento muy mal por eso, él es grande y gordo, y pensé que era mejor no ser grosera con él; además, tenía miedo de que me hiciera algo. Él me dio un beso, yo no se lo contesté, pero tampoco lo empujé, me eché para atrás no más. Hubo otro beso que sí le respondí porque pensé que así se iba a calmar y a dejarme ir, pero yo insistía en las razones por las cuales era mala idea. Él me puso encima suyo y empezó a chuparme, a mí me parecía todo tan fuerte que no entendía cómo me estaba pasando eso, no sabía qué hacer y le tenía la mano empujándole la cabeza hasta que me levanté del sofá con suavidad y él me quitó el pantalón. Yo no sabía que hacer y no hice nada, pero repetía que no. Él se paró, había puesto música como tropical electrónica y empezó a bailarme, yo me eché para atrás y me caí otra vez en el sofá y él se me montó encima. Como estaba encima mío, pude agarrar el celular que se desbloqueó con mi cara y como tenía abierta la conversación con Héctor, le empecé a mandar audios de lo que estaba pasando. Yo le decía que no y él me decía “vamos, vamos”. Le decía “no me hagas esto, pensémoslo”, pero él me decía que no había nada que pensar, que se iba en tres días.

El tipo se empezó a bajar el pantalón, y me decía: “Es que yo solo quiero ver, déjame verte” y yo le decía: “No, no más, de verdad, ya no quiero más”. Y me jaló el brazo e intentaba darme un beso, ahí yo ya no estaba tan conciliadora. Entonces me metió al cuarto, yo estaba como en piloto automático, en calzones, y me dice: “Solamente un ratico, yo no soy el huevón de Héctor, no va a pasar nada”. Yo le decía: “Por favor no, por favor no”. No me emputé así de “hijueputa malparido” porque tenía miedo, me puse más tensa y ya no me dejé tocar más, y el tipo me miraba como con sevicia y me metía el dedo en la vagina y me decía “un poquito, un poquito”. Entonces me cogió la mano y me la puso en su verga, y en ese momento yo sentía como si no fuera real lo que estaba pasando, mi brazo lo hacía pero era como si no fuera el mío. Me sentía como con esa sensación en el pecho que le da a uno cuando lo atracan.

En ese momento yo me dije: “Pues ya, ¿qué puedo hacer?”, y el man me arrinconó contra el muro frente a la cama y me seguía diciendo “todo bien, no va a pasar nada, arrunchémonos un ratico”. Yo ahí estaba callada, y recuerdo cosas pero tengo como huecos negros, baches, tengo lo de la verga demasiado presente, y el man diciendo que me quería ver y recuerdo estar en la cama aprisionada por el man y sintiendo el peso de su cuerpo; en un momento intenté resistirme, y él me cogió la cabeza con violencia. Todo sigue siendo muy reciente y muy vivo, y no soy capaz de contar más. Por eso he dudado tanto en compartir este testimonio, no quiero revivirlo en la cabeza, ni encontrarme con más recuerdos, ni contestar preguntas, ni sentir que tengo que rendir cuentas.

No sé cuánto tiempo pasó hasta que sonó el citófono. El man se azara, se para y me dice: “¿Qué pasó? ¿quién es?” y yo le decía: “Es un amigo que vino a recogerme”. Me asomé por la ventana y vi el carro de Héctor y a su amiga ahí sentada, con la puerta del carro abierta. Ciro me decía “¿quién es? ¿quién es?” y yo le contestaba “ya le digo que se vaya, déjame ir a decirle, yo ya vengo, ya vengo”. Él me decía: “¿Cómo así, de qué me estás hablando?”, y yo le decía “todo bien, todo bien, no pasa nada, déjame bajar, ya subo, le digo que se vaya y ya subo”. El man no me quería dar la llave de la puerta con la que se abría la portería, y yo le decía: “Por favor dámela, te juro que es un amigo, te lo juro que yo le voy a decir que se vaya, yo ya subo”. Finalmente el man me dio la llave y me cogió la cara con fuerza, apretándome las mejillas, me miró a los ojos y me dijo: “¡Pero subes!” y repitió “¡subes!”.

Yo cogí el celular, la cartera, la chaqueta, el pantalón, y dejé el saco, la camisa, los calzones, el brassiere, y bajé como loca. Héctor estaba en la puerta del edificio, abrí la puerta como pude, lo abracé y le dije que nos fuéramos. Recuerdo que le dije “tengo que subir a devolverle la llave”, pero Héctor me respondió: “¿De qué estás hablando?”; él quería subir, pero yo le decía que no y tiramos la llave ahí en el piso y nos subimos al carro donde estaba la amiga de Héctor, que se llama Katia. Yo no la conocía, pero ella se dio cuenta de lo que estaba pasando.

No tengo muy claro cuánto tiempo pasó desde que mandé los mensajes de voz hasta que sonó el citófono, ni sé cuánto tiempo pasó entre que me desvestía y que me metió al cuarto. Héctor estaba desesperado y había llamado desde el citófono a todos los apartamentos del edificio, a todos los vecinos, hasta que logró dar con el de Ciro. A las 11:20 p. m. llamó a Ciro y como el man no contestó, le quedó una llamada perdida.

En el carro Héctor me dijo “vamos a denunciar”, pero yo no quería, porque quería salir ya de esta situación y llegar a la casa. Le pedí que parara en una tienda y compré media botella de whisky. Llegamos al apartamento y nos metimos al cuarto, tomé un poco, nos bañamos; yo todavía no entendía muy bien, no podía parar de llorar. Nos abrazamos, creo que nunca habíamos llorado así. También tuve un par de pensamientos suicidas, como querer tirarme por la ventana.

Esa noche, yo dejé la mitad de mis cosas donde Ciro, no volví a subir y dejé la llave tirada, pero él ni me llamó ni me buscó. A la mañana siguiente, sí llamó a Héctor para preguntarle por qué la llamada perdida. Héctor le dijo que había sido un error, porque todavía no sabíamos qué íbamos a hacer.

Dos días después, el viernes, yo me había quedado sola en el apartamento porque Héctor tenía que hacer unas vueltas, cuando me entró una llamada de un número que no conocía. Era Ciro, que me dijo: “¿Por qué te fuiste esa noche?” y yo le respondí: “Porque me tenía que ir”. Y me preguntó: “¿Era Héctor el que estaba abajo?”, y yo le insistí que no, que era otro amigo, y básicamente fue una llamada para intimidarme y asegurarse de quedar bien con Héctor. Me dijo: “Este va a ser nuestro secreto y espero que así sea”. Yo le dije que sí, porque me daba miedo que se pusiera a hacerme daño profesionalmente.

Héctor

Ese día lo hablamos varias veces: ¿será que le respondía a Ciro o no? O si era mejor no verlo. Ese día estuvimos juntos y ella se fue antes, pero estuvimos chateando todo el tiempo. Habíamos quedado en que yo tenía que esperar a ir a esperar a mi amiga Katia al aeropuerto y luego recogía a Adriana. Incluso le dije que no creía que fuera a pasar nada, yo conocía a Ciro desde hace tiempo. Debían ser como las 9:45 p. m., Adriana me mandó un audio contándome que ya estaba llegando.

Me pareció que sí había una cosa muy visajoza, muy rara. Mi amiga se demoró muchísimo en salir del aeropuerto y mientras tanto Adriana me estaba escribiendo chats. Yo la llamé un par de veces a preguntarle cómo iba y, en un momento, de eso me acuerdo muy bien, me dijo: “Apagó la luz”.

Salió mi amiga Katia del aeropuerto y yo decidí que era mejor irme a donde Ciro vivía y esperar a Adriana abajo. Justo cuando llegué al edificio me mandó un mensaje que decía: “Todo está bien, creo que en media hora me voy.” Ahí yo le dije que la estaba esperando y, mientras esperaba, Adriana me mandó los audios. Apenas los oí, salí corriendo a timbrar, y el hp este vive en el 400 algo; yo timbré en todos los pisos desesperadamente, un man me contestó y le dije que estaba buscando a Ciro, que cuál era su apartamento. Hablé con varias personas y a los dos minutos bajó Adriana. En mi memoria no pasaron más de diez minutos.

Bajó Adriana en un estado muy alterado, ahogada, paniquiada, llorando y temblando. No lograba meter la llave en la chapa y se le cayó dos veces. La abracé, le toqué la espalda y me di cuenta de que solo tenía la chaqueta y que no tenía brasier ni calzones. Ella no era capaz de hablar, yo la abracé y entendí qué pasó. Tuve la intención de subir pero ella me detuvo y no subí porque ella estaba muy asustada y pensé que tenía que protegerla a ella más que ir a darle en la jeta al man. Ella me seguía diciendo “tengo que volver a subir, tengo que volver a subir”, pero le dije que no, ella le quería devolver las llaves pero decidimos tirarlas dentro de la portería. Tiramos la puerta y nos metimos al carro. Verla así era muy raro porque estaba frágil y tensa, lloraba y en momentos se calmaba o se ponía agresiva.

Entramos al apartamento y nos encerramos en el cuarto, hablamos un instante y ahí ella estaba muy mal, decía cosas incomprensibles y se le blanqueaban los ojos. Entonces fuimos al baño y de repente tenía momentos como de ausencia en los que se quedaba con la mirada en blanco y yo trataba de reanimarla con el agua, después se empezó a frotar con fuerza, como limpiándose profundo. Salió de la ducha y lloramos mucho, yo nunca había sentido un dolor así. Nos volvimos a abrazar y ella se desmayó y se cayó, yo logré agarrarla. Después estuvimos tomando un rato, ahí ella dijo un par de veces que se quería “tirar por la ventana” y en un momento que se movió, vi que tenía un morado en una pierna.

Después nos acostamos y ella por fin se durmió. Yo me quedé despierto, pensando qué íbamos a hacer. Al día siguiente, decidimos ir al psicólogo y le contamos todo lo que había pasado. No sabíamos si denunciarlo o no, pero para Adriana contarlo era tan difícil que sentía que lo estaba viviendo de nuevo, y decidimos con el psicólogo que lo más importante era estar bien y encontrar los motivos para seguir viviendo. Ciro me estuvo llamando varias veces ese fin de semana. Le contesté por fin el sábado y me hice el güevón.

Yo consulté con un abogado especializado en violencia sexual y le conté nuestro caso; él me dijo que teníamos dos testigos, los chats, los mensajes de audio, los testimonios de los vecinos donde timbré, los detalles de nuestra historia…

Además, grabamos las llamadas que nos hizo Ciro, así que era un caso muy fácil de probar y que lo podía condenar a varios años de cárcel. Pensamos en demandar penalmente, pero ni Adriana ni yo queremos volver a someternos a esto y tener que seguir reviviéndolo. Así que por ahora, mientras no se meta más con nosotros, hemos decidido no tomar acciones legales.

Katia*

Era mi primera noche en Bogotá y yo estaba recién llegada al aeropuerto cuando Héctor, quien me iba a recoger, me preguntó si me molestaría que primero fuéramos a esperar a que Adriana saliera de una reunión. Me dijo que sentía que algo estaba mal y que prefería ir hasta donde ella estaba a esperarla. Entonces nos fuimos en el carro hasta la portería de un edificio y Héctor me dijo: “Es aquí, le voy a escribir a Adriana, no se debe demorar”. Sugirió que, mientras ella bajaba, nos tomáramos un trago, pero en ese momento recibió unos mensajes de texto de ella que lo preocuparon y dijo que prefería esperar ahí por si había algún problema. Cuando íbamos en camino, me mencionó que la situación se parecía al caso de Harvey Weinstein y aunque primero lo dijo medio en broma, después la situación se puso muy seria.

Entonces no nos tomamos el trago y nos quedamos esperando. Al principio pensamos que estando al tanto de la situación todo iba a estar bien, que Adriana era una mujer fuerte y no le iba a pasar nada, hasta que de repente (y como no hablo muy bien español no oí bien) Héctor salió del carro y se puso a timbrar en el citófono de la portería del edificio. Yo no entendía qué estaba pasando y mientras él iba y venía entre el carro y la portería me explicó que había recibido unos mensajes de voz de Adriana que eran muy preocupantes y graves. Que algo estaba muy mal. Me los puso y me tradujo lo que decían: ella estaba en peligro. Él siguió timbrando, pasaron más o menos quince minutos, porque él no sabía cual de los botones correspondía al apartamento de Ciro, entonces intentó timbrar en todos. Mientras tanto, yo miraba a las ventanas a ver si veía algo, o si prendían alguna luz. Cuando de repente Adriana salió corriendo del edificio, estaba llorando y temblando, y muy emocional. Héctor la abrazó un largo rato y yo no entendía exactamente cómo ella había salido de la situación, pero estaba muy aliviada de que ya estuviera a salvo.

Yo no conocía a Adriana antes de eso, pero le dije que lo sentía mucho, que se tomara su tiempo, que yo estaba ahí, porque la situación era muy fuerte y Héctor estaba muy nervioso y ansioso y molesto y no sabíamos qué hacer. Ella seguía llorando, fue como una pesadilla. Luego nos fuimos a su apartamento y desde mi cuarto oí que ella se quedó llorando mucho tiempo más. Pero fue hasta la siguiente mañana que en realidad comprendí lo que había pasado exactamente. Al principio ni siquiera Héctor entendía la magnitud de todo y, como no hablo bien español, no había entendido todo. Al otro día lo hablamos y ella me dijo: “Él me abusó”.

*El testimonio de Katia fue traducido del inglés al español.

El testimonio de Adriana es el más grave de los recogidos en este reportaje y está apoyado en el testimonio de todos los testigos que confirmaron haber recibido su recuento de los sucedido casi de inmediato, y además observaron posibles señales de violencia sexual que son frecuentes en las víctimas de esta forma de violencia de género: los moretones, el terrible estado emocional y mental de la agredida, la compulsión por bañarse o “limpiarse” y que Adriana hubiese salido corriendo y llorando del apartamento de Guerra sin ropa interior. Estas cosas no suelen suceder cuando hay sexo consensuado. Este caso también coincide con el patrón narrado en los anteriores: el uso de su prestigio profesional para intimidar, el ofrecimiento de conexiones profesionales, los comentarios despectivos sobre las parejas de las agredidas y lo más importante: el uso de la fuerza para besar y tocar de forma sexual —en este caso, abusar sexualmente— a las denunciantes, a pesar de que ellas le dicen de forma clara y reiterada que “NO”.

Queremos señalar algunos puntos importantes de este caso: el uso de un pretexto laboral para justificar el encuentro en su casa, la sensación previa de miedo y peligro por parte de Adriana (al punto que sintió la necesidad de tener un plan de emergencia con Héctor por si se enfrentaba a una situación de acoso sexual), que durante el abuso Adriana le enviara notas de voz a Héctor para pedir ayuda. También vemos posibles señales de premeditación por parte de Guerra como que no tuviera ropa interior, o de conciencia de que lo que hizo estuvo mal, como que días después del encuentro le pidiera a Adriana “mantener el secreto”.

Otro punto importante es que Adriana se sintió atemorizada por el tamaño y la fuerza física de Guerra, algo que también han mencionado otras denunciantes y que juega a su favor a la hora de realizar estas agresiones sexuales.

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CASO N.º 4

Eliana: acoso en portería del ParkWay
Bogotá, 2016

A Ciro lo conozco por el Festival Internacional de Cine de Cartagena y porque con mi película fui a muchos festivales, al igual que él con Los viajes de viento. Además, él fue a verme en teatro un par de veces, y cuando nos encontramos fue en Casa Ensamble. Yo estaba con un amigo que se llama Miguel, con quien tenía una especie de romance, y nos encontramos con Ciro, que estaba con un amigo de él. Me acuerdo de que nos saludamos, pero Miguel tenía que madrugar. Yo vivo muy cerca de Casa Ensamble, y como yo no tenía que madrugar, Ciro me dijo: “Quédese y nos tomamos algo, yo la invito a un Martini”. Y yo dije: “Bueno listo, chévere” y nos sentamos en una mesa a conversar sobre los Oscar, sobre un email que le había escrito Johnny Deep y sobre todas esas emociones de pasar de ser un cineasta normal a este nivel.

Me tomé el Martini, él se había tomado máximo dos cervezas, y yo le dije: “Bueno, me voy a mi casa” y él me respondió: “Yo te acompaño”. Yo dije que sí, que mi casa era aquí no más. Salimos y el amigo de Ciro venía con nosotros; él le dijo a la salida: “Coja un taxi”, a lo que él respondió que prefería caminar un rato. Ciro le insistió que “mejor cogiera un taxi” y yo en ese momento pensé: “Pobre amigo, quería caminar también”, pero finalmente cogió el taxi y nos vinimos caminando con Ciro. Llegamos acá a la puerta de mi casa, abrí el portón del edificio y me empujó contra la pared que queda subiendo las escaleras, ahí me manoseó: me metió la mano dentro del pantalón y dentro de la camisa. No recuerdo que me haya intentado besar pero era un tipo inmenso, él es muy grande y gordo, y estaba encima mío metiendo sus manos en mi pantalón y camisa. Yo entreno igual un montón, tengo fuerza y pude sacarlo del edificio y cerrar la puerta.

Luego me lo crucé en La Maldita Vanidad y también me puse super nerviosa, pero ahí no se me acercó, hasta que ya en el festival de cine de Cartagena, creo que del año 2018, me lo encontré en la fiesta de Caracol. Él me sacó a bailar, yo tenía ya unos tragos encima, entonces salí a bailar con él y le dije: “Tú a mí me debes unas disculpas” y me dijo: “¿Por qué?” y le respondí: “Porque tú me acosaste, ¿cómo así que por qué? Te me botaste encima, me metiste la mano dentro de la camisa”. Y me dijo: “No, yo no me acuerdo de eso” y al ver mi reacción, añadió “Sí, yo me acuerdo que te traté de dar un beso y tú no querías” y yo le contesté: “Eso no fue así. Tú me cogiste contra una pared y me metiste la mano en la camisa y en el pantalón”, y me respondió: “Qué pena contigo si te ofendí. Yo me acababa de separar de Cristina y no sabía cómo caerle a una mujer. Yo siempre te he admirado y me pareces una chica guapa, y siempre me has parecido muy linda y pues qué pena contigo, yo te respeto mucho”. Recuerdo haber pensado en ese momento como “bueno, de pronto sí fue la torpeza de recién separado”. Yo no me acuerdo ni de haberle picado el ojo, él nunca me había gustado y no entendía qué pudo haber malinterpretado él, pero bueno. Le dije que lo disculpaba y nos abrazamos y ya. Y para mí todo había quedado solucionado, hasta que Daniela me llamó.

Yo al otro día del acoso llamé a Miguel y le conté lo que había pasado. Ciro sabía que Miguel y yo teníamos algo, y más adelante, hablando con Camila y con Daniela, nos dimos cuenta de que Ciro acosa a mujeres que están saliendo con sus colegas. No hablé de esto durante cuatro años y estoy segura de que ha habido muchísimas entre el caso mío, que fue en 2016, y el más reciente.

Miguel

Eso fue una noche después de haber estado en un fiesta en Casa Ensamble, yo me fui temprano y Eliana se quedó con otro parche. Al otro día me contó que, cuando llegaron a su casa, ella estaba abriendo la puerta del edificio, porque no hay portería, y este güey se le tiró a darle un beso super violento y ella tuvo que empujarlo para echarlo para atrás.

En el caso de Eliana, que había sido mencionado en el testimonio de Camila, podemos reconocer el mismo patrón: uso de su prestigio profesional para descrestar o intimidar, en este caso particular su nominación al Óscar, y el uso de la fuerza para tocar y besar, a pesar de que le dicen de forma clara y reiterada que “NO”. También es importante resaltar que el caso de Eliana sucedió en 2016, hace cuatro años, lo cual extiende la línea temporal de estos testimonios y muestra cómo, con el paso de los años y el aumento del prestigio de Guerra, la gravedad de los acosos ha ido escalando.

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CASO N.º 5

Carolina: acoso en rodaje
2019, Colombia

Yo estaba muy emocionada porque era la primera vez que tenía ese puesto en un rodaje tan grande. Era raro, porque casi nunca me lo crucé en Bogotá; en ese momento me generaba una sensación como de que él era importante, era como “el tipo no está porque está con Johnny Depp haciendo cosas más importantes”. Lo conocí una vez en una fiesta y me dijo dos o tres cosas. Yo pensé: “¡Por fin lo conozco, espero caerle bien!”.

Él llegó tarde a la ciudad donde era el rodaje y la preproducción arrancó sin él. Llegó dos días antes de empezar, y en la prueba de cámara yo tenía muchas preguntas de cosas que había que cuadrar, pero no me dijo nada; solo me habló de Pájaros de verano, que “muy chévere”.

El viernes antes de comenzar a rodar hubo una fiesta. En esa fiesta estaban varios actores, todo el crew y mis otros jefes, y él estaba con tragos y le bailó un poquito feo a unas compañeras y todas dijeron “qué tipo tan seba”. Yo estaba por otro lado, luego cerraron el establecimiento y nos fuimos a otro sitio, allá éramos como diez. El tipo como que es muy tímido, pero parece que cuando le dan trago y le hablan de viejas, se emociona y se suelta, y esa noche estuvo hablando de eso.

En la fiesta el tipo me habla y me dice: “¡Bailemos!”. Empezamos a bailar y el tipo me puso la mano en el culo por encima del pantalón, pero hasta el fondo, muy hasta el fondo, y yo me asusté mucho y lo alejé y fui corriendo a sentarme. Al día siguiente le conté a mis amigas de maquillaje lo que había pasado y les pregunté por lo que les había pasado a ellas; me dijeron: “El tipo es un cerdo”. Pero yo no quería poner problema, él era la estrella, yo en ese momento no quería armar cizaña ni chismes, y no quería que se llegara a enterar de que estábamos hablando de él.

Una semana después hicimos una reunión en la piscina del hotel por la noche. Ahí Ciro se me sentó al lado, él estaba fumando un puro y tomando un whisky supuestamente muy especial que había traído. Me servía de su whisky y me contaba cosas de sus relaciones con megafamosos. Entonces empezó a pedirme que le contara anécdotas de mi vida sexual, me cogió la pierna y me dijo: “Bueno, Carolina, yo necesito que tú me cuentes algo, ¿con qué directores te has culiado?”.Y yo: “Pues, ¿cómo así? ¡Con nadie!”. Me empezó a decir nombres de directores y yo le dije: “No, pues realmente con ninguno”, y me decía: “Ay no, cuéntame, no te creo”. Me dijo que tenía una novia que llegaba a su hotel al día siguiente, pero que ese día estaba solo, y se puso a hablar de sexo superpesado: qué le gustaba y qué quería hacer; yo me sentí muy incómoda y empecé a hacerle conversación a otra persona. Luego me paré y me fui a hablar con otra gente y él como que se mamó y se fue a su cuarto.

A mí todo esto no me pareció tan grave al comienzo. Ya me había pasado con compañeros de trabajo en otros rodajes, pero cuando hablé de eso con otras compañeras del medio, me di cuenta de que no se puede normalizar. Cuando volví a Bogotá, me enteré de que había rumores sobre Ciro. Decidí hablar con mis jefes de la producción. Ya habían pasado muchos meses desde que se había acabado el rodaje, pero ellos me apoyaron y me ofrecieron un acompañamiento legal, pero yo no quería problemas por eso. Entonces les dije que no, a pesar de que me insistieron mucho.
Julia

Nosotros tuvimos una fiesta de arranque de rodaje. Primero hubo una previa, pero yo no pude ir porque tenía que hacer ajustes de pre, para el día siguiente rodar, pero llegué a la fiesta. Con Carolina empecé a tener muy buena relación desde que nos conocimos, porque teníamos que trabajar juntas en algunos momentos, entonces comenzamos a tener muy buena relación. En la fiesta llegó un momento en el que Ciro ya estaba “con copitas”, que al parecer es un patrón, porque generalmente lo que sucede siempre es con copas, para excusarse un poco, pero ya estaba prendo, alicorado, y le tocó las nalgas a Carolina. Estábamos viéndolos bailar y él le estaba bailando por detrás; yo no vi exactamente cómo le cogió las nalgas, pero sí vi que se le fue hacia atrás, como por la espalda. Carolina ahí mismo me miró con cara de “ayuda”, no lo disimuló y abrió los ojos y luego se corrió y ahí fue cuando me contó que Ciro le había cogido las nalgas.

Luego vi, no sé bien el orden de los factores, pero vi cómo comenzó a coquetearle a mi asistente, Raquel. Fue en esa misma fiesta. Él comenzó como a bailarle, a hablarle al oído, y para ella no era más que coqueteo, ella no le iba a hacer caso. Eso fue en la primera fiesta, cuando vi lo de Carolina y ella me contó, y en la segunda fiesta, porque él ya se iba a ir, le volvió a bailar y a coquetear a mi asistenete. Básicamente fue eso. Después mi asistente y yo seguimos trabajando en otros proyectos, no volvimos a saber nada de Ciro, y mi relación con ella siempre fue esa. Ella después me contó que hace un año, es decir, un año después de ese proyecto, él le escribió por Facebook para saludarla. El perfil de él no dice Ciro, sino que tiene el nombre del personaje de una película, es súper diferente. Él nunca ha sido muy cercano a la tecnología, de hecho, no tenía celular con aplicaciones ni nada, pero sí tenía un perfil que se llama “Ignacio” algo. Desde ese perfil le escribió a mi asistente y yo le dije que eso no era normal, que es un man súper mayor, que no te para de buscar y te está acosando. Él está aprovechando la situación para tener algo con vos y eso no es correcto. Luego, cuando yo le conté lo de esta entrevista, ella me dijo que yo tenía razón, que ella no lo había visto así y no pasó nada, porque ella no le puso atención, pero sí hubo el acercamiento tres veces. Mi asistente tiene veinte años y traté de protegerla, y no la mandé nunca a escena con él.

Yo recuerdo que Carolina me contó desde la misma fiesta y me volvió a contar después, y me acuerdo con desagrado de cómo le bailaba. En maquillaje me contó cómo en los pocos ensayos que tuvieron el man siempre se le ponía supercerca y a ella le parecía desagradable e incómoda la situación. Lo hablamos varias veces en esa semana. A mí Ciro nunca “me cayó”, y la diferencia entre el trato hacia las mujeres que sí le interesan y las que no es MUY evidente. Se le nota cuando alguna mujer le interesa, porque su actitud se transforma.

En este caso se suma un nuevo elemento al patrón descrito: el contexto laboral, donde Guerra se encuentra en una clara posición de poder sobre la acosada. Durante el acoso sexual a Carolina, Guerra mantenía con ella una relación laboral y de poder, todo ocurrió en un escenario laboral. Podemos ver cómo, a pesar de que hay una relación laboral jerárquica, Guerra eligió hacer comentarios sexualmente cargados, inapropiados e incómodos, algunos incluso agresivos, como presumir que Carolina tenía sexo con los directores.

Es importante resaltar que en el sector audiovisual, y en general en industria cultural, muchas relaciones laborales se crean y afianzan en el entorno de la fiesta, lo cual hace que sean escenarios aparentemente informales, pero con una gran importancia profesional. Además, la gran mayoría de los proyectos audiovisuales incorporan fiestas: los festivales de cine, televisión y documental, y los lanzamientos de las producciones, entre otros eventos públicos; no asistir a estos encuentros tiene un impacto y un alto costo en las relaciones públicas y laborales para los miembros del gremio.

Las personas con quienes hablamos, que fueron contratadas para ese rodaje, coinciden en que la productora encargada del proyecto hizo que se dictara un taller sobre prevención del acoso sexual para todas las y los contratantes, y Ciro Guerra no asistió.

La investigación completa se puede leer en Volcánicas