Por Gabriela Cruz – Colectivo La Palta
La sala de audiencias del Tribunal Oral Federal (TOF) de la provincia de Tucumán se encuentra en la esquina de calles Chacabuco y Crisóstomo Álvarez. Cada jueves y viernes, desde hace poco más de seis meses, los recuerdos de lo ocurrido hace 41 años se hacen palabras, imágenes, testimonios. El jueves 10 y viernes 11 de este mes, esa esquina se convirtió en un punto de encuentro. Jueces y abogado
s partieron hacia el interior de la provincia. Famaillá y San Pablo fueron los destinos donde se tomaron las declaraciones a los testigos que por razones de salud no podían asistir al recinto. El corolario de aquella semana fue la realización de la primera inspección ocular en el marco del mega juicio Operativo Independencia: el ex ingenio San Pablo.
La mañana del jueves 17 de noviembre la audiencia, los testigos, los imputados, los familiares y las historias volvieron a la sala del TOF. Máximo Eduardo Jaroslavsky, un médico cardiólogo desaparecido el 19 de noviembre de 1975, fue recordado por sus hijos y su esposa. Que se había instalado en Tucumán y ejercía su profesión. Que se caracterizaba por su solidaridad y su entrega. Que era un hombre íntegro. “Esa solidaridad, para ellos (las fuerzas armadas), era algo incomprensible y peligroso”, dijo Pablo Jaroslavsky. Pablo es el menor de los hijos de Máximo y de Imelda Inés Nader y fue el tercer testigo en declarar por el secuestro y desaparición de su padre.
Aquel 19 de noviembre, Máximo había salido de su clínica en su automóvil particular con la intención de hacer una de las habituales visitas médicas domiciliarias. El bar Italia fue el último lugar donde fue visto. Tiempo después, contó Imelda, cuando tuvo una entrevista con el ex jefe de policía Roberto Heriberto Albornoz, supo que su esposo estaba en la ex Jefatura de Policía. “Me dijo que no sabía nada. Yo había llevado la foto de mi marido; en ese momento entró un policía joven y dijo ‘ah yo a éste…’ y él lo calló”, recordó Imelda. “Ahí nomás tapó la foto, esa foto que nunca me devolvió, y me dijo que me vaya. Albornoz fue muy atrevido, maleducado. Un desagradable. Un grosero”, señaló la mujer mientras brindaba su testimonio. A su izquierda, detrás de sus abogados defensores, Albornoz escuchó que lo nombraban, que lo describían. Que lo sindicaban. Al finalizar la declaración de Imelda, y con una energía desbordante, el imputado se levantó y señaló a la mujer acusándola de mentirosa. “Es una sorpresa lo que le escucho a esta señora. Yo no la conozco. Es la primera vez que la veo”, vociferó el ‘Tuerto’ que ya fue condenado en cinco oportunidades. “Debe declarar nula la declaración de esta mujer porque está adoctrinada”, agregó dirigiéndose al presidente del tribunal. Sobre Roberto Heriberto Albornoz pesan cuatro condenas a prisión perpetua. Una de las sentencias es firme. Sin embargo, arguyendo razones de salud, sus abogados obtuvieron que en la actualidad el multicondenado se encuentre gozando del beneficio de la prisión domiciliaria.
“Es cobardía. Es simple cobardía”, dijo Andrés Jaroslavsky antes de cerrar su declaración testimonial, y los cuerpos de los imputados y del público que los apoya no pudieron disimular tanta incomodidad. El murmullo parecía aturdir en la sala de audiencias. “Señor presidente, le pido que se limite al testimonio y no que le falte el respeto a los imputados”, objetó el defensor particular Facundo Maggio en un intento por limitar las palabras de Andrés. “Una de las cosas que me llaman la atención, con la cantidad probatoria de los crímenes que han cometido, de los años transcurridos, es que los represores aún hoy niegan lo que han hecho”, había empezado diciendo el hijo mayor de Máximo Jaroslavsky. “La única respuesta que yo encuentro es que es cobardía, es simple cobardía”, remató el testigo. “Yo creo que es comprensible que puedan defender sus posiciones políticas y que para mí son absurdas”, continuó. “Pero que no hayan podido tener la hombría de reconocer lo que hicieron. No haber tenido la hombría de reconocer la criminalidad de los actos. ¡Cuánta cobardía!” y a continuación arremetió como poniendo en evidencia una arista vergonzante: “Es muy fácil ser hombre cuando uno tiene las armas. ¿Por qué no proponer una defensa sobre la verdad? Admitir lo que se hizo. Tener la hombría de admitir la verdad. Matar embarazadas, torturar embarazadas, torturar civiles, no te hace hombre”.
Las palabras de Andrés Jaroslavsky sacaron de la pasividad a uno de los imputados que nunca antes había pedido hablar. Omar Edgardo Parada hizo un breve recuento de sus funciones y cargos en el Ejército Argentino y aseguró: “Nunca fui un cobarde y nunca negué ni negaré en la forma como operé o dejé de operar”.
Más que actos de justicia
Del paso de Máximo Jaroslavsky por la ex Jefatura de Policía no quedó duda cuando Juan Carlos Ríos Santucho lo reconoció como una de las personas con las que compartió cautiverio. Fue en el año 2011 cuando Juan Carlos vio que en una placa figuraba el nombre de aquel que lo contuvo durante los peores días de su vida. No supo sino hasta entonces que era médico porque Máximo no lo había comentado. Había supuesto que era enfermero por los consejos que les daba. Que no tomaran agua cuando les aplicaban la picana eléctrica. Que respiraran de una u otra manera. Ríos Santucho declaró en la megacausa Jefatura II Arsenales y su testimonio será incorporado por lectura. En aquel momento, tal como lo recordó la familia Jaroslavsky en la sala de audiencias, el sobreviviente contó que creyó que Jaroslavsky había corrido su mismo destino. Cuando vio el nombre en esa placa decidió hablar con la familia. Más de 30 años después, ese acto homenaje se convirtió en un acto de recuperación y reparación. Recuperación de un fragmento más de la historia de Máximo. Reparación de la memoria individual y colectiva.
Imelda Nader buscó a su marido desde el momento en que fue secuestrado. Recorrió cuanto lugar pudo. Se entrevistó con Antonio Arrechea, el ‘Tuerto Albornoz’ e incluso con el mismo Antonio Domingo Bussi. Bussi la citó en reiteradas oportunidades con la promesa de brindarle información de su esposo. “Cada vez que usted me llama vengo con la ilusión de saber algo de mi marido y usted sólo me pregunta estupideces”, le dijo la mujer en una de esas infructuosas entrevistas. Y no es difícil imaginársela plantada frente a la figura del genocida después de haberla visto enfrentar a Albornoz cuando la increpó en plena audiencia. “Que me hable si quiere ese que me señala con el dedo. Que diga dónde está la foto de mi marido”, dijo frente al tribunal la mujer.
“Después de tantos años, que estemos acá no solo es un acto de justicia”, dijo Pablo Jaroslavsky cuando el presidente del tribunal le preguntó si quería agregar algo más. “Es un acto de amor, es un acto de admiración”, agregó el hijo menor del médico cardiólogo. “Me gustaría que alguno de los acusados o algunos de sus hijos puedan sentir alguna vez eso. Yo creo que solamente sienten vergüenza”, concluyó.
Las audiencias que se sustancian en la sala del TOF son, como dijera Pablo, más que actos de justicia. Si bien es cierto que allí se reconstruyen las historias en búsqueda de una justicia expresada en una sentencia, también se reconstruye la memoria. “La historia la escribirán los que ganan. Nosotros escribimos la memoria”, dijo en alguna oportunidad Marta Rondoletto, periodista y militante tucumana. Y la reconstrucción de esa memoria es ya un acto de justicia en sí mismo porque ninguno de los que pasan por la sala de audiencias, de los que escuchan los testimonios, de los que cuentan sus dolores, será el mismo después.
Foto: Ignacio López Isasmendi
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