Texto Gabriela Cruz / Fotos Elena Nicolay – Colectivo La Palta
Pablo e Iván Jeger son dos hombres que hicieron de la militancia uno de los aspectos más importantes de sus vidas. En Tucumán son nombres reconocidos cuando se habla de la defensa de los derechos humanos y de las luchas por la memoria, la verdad y la justicia. El jueves 16, los hermanos fueron por separado al Tribunal Oral Federal donde se realiza el juicio por la megacausa Operativo Independencia. Ese día se trató el secuestro y desaparición de Maurice Jeger, padre de ambos, y de Cristina Olga González, pareja de Maurice. El abrazo de los hermanos al final de la audiencia fue el corolario a una jornada tan extensa como intensa.
Los primeros testimonios en escucharse fueron los vinculados a otras causas que ya se trataron con anterioridad (causa Romero)*. El estallido de aplausos en medio de la declaración del testigo por la causa Romero desconcertó a más de un desprevenido. Es que en ese momento ingresó a la sala de audiencias Julia Albarracín. Julita, como se la conoce a la abogada reconocida por su compromiso con las causas de gatillo fácil, es una de las sobrevivientes de la tragedia que enlutó la militancia a finales del año pasado. Su presencia en la sala fue de un peso emotivo y simbólico inabarcable. Julita es militante de la agrupación HIJOS-Tucumán y el 17 de diciembre pasado viajaba junto a Silvia Sandoval, Marianella Triunfetti**, Natalia Ariñez y Alejandra Wurschmidt de regreso a la capital tucumana después de una actividad en el Sitio de la Memoria ‘Escuelita de Famaillá’. Marianella, Natalia y Alejandra, amigas de Julita, perdieron la vida. ‘Nella’ y ‘Nati’ eran, además, miembros de la agrupación que hoy intenta reponerse al dolor más profundo, jamás imaginado.
Julita estuvo presente en todos los juicios por delitos de lesa humanidad que se llevan adelante en la provincia desde el 2008. Esta vez, como el 24 de junio del año pasado cuando declarara Natalia Ariñez por la desaparición de su padre, Julita quiso estar en la sala acompañando a su compañero de HIJOS. Iván sostiene la bandera de la agrupación casi desde su fundación. “Esta construcción no la hice solo, sino gracias a la militancia de una organización independiente de la que estoy muy orgulloso”, dijo Iván sobre el final de su declaración testimonial. “Es una construcción colectiva”, agregó dejando claro que la presencia de sus compañeros fue fundamental para llegar a este punto. Y el aplauso cuando ingresó Julia a la sala de audiencias fue un reconocimiento, anticipándose a esas palabras, de la fuerza, la entrega, la lucha y la construcción con los otros de la que es fruto esa organización. El aplauso fue también un abrazo a todos y cada uno de los que quedaron para seguir transformando el dolor en lucha.
Los hijos del librero
“Mi papá ante todo era un librero”, dijo Pablo Jeger al empezar a hablar sobre Maurice. El hombre de barba tupida era un francés que llegó a la Argentina con apenas 13 años. Hablaba el español sin ningún acento que lo identificara como francófono. “Quiero aclarar que no era periodista sino ‘corrector de pruebas’ en el diario La Gaceta”, sostuvo Pablo, que insistió en más de una oportunidad que lo que mejor lo definía era su pasión por los libros. Ese oficio de librero que es mucho más que vender libros.
Pablo brindó una extensa declaración que duró alrededor de tres horas. Su padre fue secuestrado el 8 de julio de 1975. En la puerta del colegio en el que estudiaba, el adolescente de 14 años empezó a entender lo que significaba ser hijo de un desaparecido. Poco a poco, con la ayuda de Graciela, su madre, empezó a armar lo que ocurrió aquella madrugada. Fue ella la que hizo todo lo posible por encontrar a Maurice y se convirtió en una de las primeras mujeres que habían empezado a organizarse para buscar a los suyos. A medida que Pablo fue creciendo se fue apropiando de esa búsqueda. Actualmente, Pablo Jeger milita en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH).
Iván es el menor de los tres hijos que tuvo Maurice Jeger con Graciela y tenía apenas un año y medio cuando se llevaron a su papá. “Esto es una reconstrucción que hice a lo largo de los años”, dijo a los jueces que escucharon su testimonio. Para respaldar lo que supo por su madre mostró una copia de una carta escrita y firmada por ella. Allí se detallan los trámites realizados y lo que la entonces ex esposa de Maurice logró recabar. El espacio que contuvo a Iván, que acompañó su búsqueda, con el que marchó pidiendo juicio y castigo cuando todo parecía una utopía y del que se siente orgulloso se conformó hace más de 20 años. Casi media vida compartiendo con otros hijos e hijas le dejaron la certeza de que “lo imposible solo tarda un poco más”.
La reconstrucción de los hechos | Caminos entrecruzados
Maurice Jeger estaba en pareja con Cristina Olga González, una taficeña con la que vivían en la calle General Paz al 1.000 de la capital tucumana. Aquel 8 de julio, un grupo de efectivos uniformados y de civil irrumpieron en la casa donde se encontraban descansando. Era la 1.30 de la madrugada. Desde la vereda de enfrente un muchacho de 17 años vio el operativo y fue quien pudo relatárselo a Graciela. Jorge de la Cruz Agüero, estudiante del Instituto Técnico y vecino de Maurice Jeger, fue secuestrado seis meses después.
Un conscripto que no quiso dar su nombre se puso en contacto con Graciela. Le contó que había visto a Maurice en el centro clandestino que funcionaba en la ex escuela Diego de Rojas (Escuelita de Famaillá). Le dijo que se encontraba en un estado de salud muy precario, deshidratado y muy torturado. El muchacho señaló entre sus torturadores a Acdel Vilas, al teniente Abbas, a Schwab y al teniente Enrique José Del Pino. Hasta la actualidad Maurice y Cristina permanecen desaparecidos. Con la certeza de que ella se encontraba embarazada de entre cuatro y cinco meses al momento de su secuestro, la familia Jeger busca a ese niño que pudo hacer nacido a fines de 1975 y principios de 1976.
Jorge de la Cruz y Maurice no eran amigos. Al parecer apenas se habían cruzado como vecinos. Uno con 17 años, el otro de 36, ni siquiera pertenecían a la misma generación. Jorge fue el padre de Natalia Ariñez. Maurice, el padre de Iván Jeger. Los hijos se encontraron en la búsqueda. Se hicieron compañeros. Se reconocieron amigos. Se supieron constructores de una historia colectiva. De una construcción colectiva, como dijera Iván al finalizar su declaración cuando recordara a Natalia, una de las primeras militantes de HIJOS y a Marianella, una de las últimas en sumarse desde sus convicciones a construir justicia.
* Sobre la causa Romero, más información aquí.
** Marianella Triunfetti fue, además de militante de HIJOS, una de las miembros fundadoras del Colectivo La Palta.
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