Cosecha Roja.-
Todo empezó el lunes. Para hoy, viernes, ya se habían reunido tres veces. Esta mañana fue la última. El juez Gabriel Vega decidió el desalojo de la toma en Villa Soldati.
Estaban el procurador general de la Ciudad de Buenos Aires, Julio Conte Grand, el defensor adjunto porteño, Luis Dua Casela, y la abogada de los vecinos, Gianna Rodríguez. A las once de la mañana, el primero lo dijo a los medios: desalojo inmediato. Y los vecinos respondieron: vamos a resistir.
El Secretario de Seguridad, Sergio Berni, explicó más temprano, en declaraciones a radio La Red, que las fuerzas de seguridad nacionales no iban a participar de un eventual desalojo. “La usurpación es un delito transferido a la justicia contravencional, al área de la ciudad, y por lo tanto es una atribución de la Policía Metropolitana”, dijo.
El martes el fiscal Carlos Fel Rolero ya había pedido el desalojo. Pero el juez Vega decidió negociar. Ese día, a las ocho de la mañana, cuando Rolero llegó hasta Soldati, la toma ya estaba armada.
El miércoles el Gobierno porteño había prometido construir casas en el terreno y urbanizar la villa. Sólo cuando la gente se fuera. Pero la gente no confió en su palabra. Y la negociación se complicó.
La ministra de Desarrollo Social de la ciudad, Carolina Stanley, tampoco ayudó con su declaración: “no damos subsidios en función al pedido de usurpadores”. Y el procurador general de la ciudad, Julio Conte Grand, habló en la misma línea, separando la “usurpación” de una posibilidad de urbanización.
Alejandro “Pitu” Salvatierra, referente territorial de la Comuna 8, dijo a Infojus Noticias que estos terrenos “son espacio público sólo cuando llegamos a esta instancia y lo quieren recuperar, pero el resto del tiempo son basurales y tierras abandonadas a su suerte”.
El terreno de villa 20 era el cementerio de autos de la Policía Federal. Hacía ya más de un año que se habían llevado los autos. “Todos sabían que se venía”, contó a Cosecha Roja un vecino. La noche del lunes fue una de las más frías del verano porteño. Ese día empezó la ocupación, después de las doce, ya se prendían algunas fogatas para aguantar. Muchas de las familias que se amucharon son las mismas a las que, en 2010, desalojaron con la promesa de una solución que nunca llegó. El Gobierno de la Ciudad “les hizo firmar un papel y no les dieron nada”, recordó una vecina que hoy no está dispuesta a irse solo con un papel.
La toma de tierras vuelve a poner sobre el escenario que la zona sur de la ciudad es la más relegada. A comienzos del siglo XX se lotearon las tierras de Lugano y Soldati y se construyeron las estaciones de tren. El primer barrio, de suaves lomadas y casas de descanso, el segundo en un pozo que se inundaba. Eso contribuyó a que en la década del treinta se instalara la quema, un basural a cielo abierto que contenía la basura de los porteños. Llegó a ser el segundo más grande del mundo.
La última dictadura militar buscó “limpiar” la ciudad de cirujas y buscadores y erradicar las villas miserias. Se cerró la quema y la basura fue trasladada al Cinturón Ecológico del CEAMSE y los habitantes de los asentamientos fueron expulsados hacia otras provincias en manos del ejército.
El regreso de la democracia volvió a poblar las villas y a mostrar los problemas habitacionales que continúan sin resolverse en Buenos Aires. El Parque Indoamericano y sus alrededores todavía esperan una política que resuelva la falta de viviendas en la capital de la Argentina.
Cuatro mujeres jóvenes pintaban la tela con aceite quemado. Más de diez niños pequeños corrían alrededor, entre los yuyos y una carpa improvisada. Un cartel pedía por la justicia: “Que se acerque el juez Gabriel Vega”. El otro era aún más claro: “Salimos pasíficamente si nos dan soluciónes de vivienda” (sic).
Fotos: Mariano Armagno y Leo Vaca
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