La cara de lxs referentes en el activismo LGBT+ de Argentina no está en los manuales escolares. Ni en billetes, ni en monumentos, ni en lugares reservados para conservar la historia. ¿Será que la comunidad nació ayer? No. Pasa que la historia oficial se encargó de preservar una narrativa sin desviaciones: sin escándalos morales ni deseos identitarios que se corrieran de la naturaleza biológica.
Hace 28 años que en Argentina se hace la Marcha del Orgullo. Su etimología está en línea con Stonewall, la revuelta que sacudió Nueva York en 1969 cuando un grupo de travestis, gays y lesbianas se atrincheraron en un bar de Chelsea para dar pelea a los aprietes violentos de la policía.
En Buenos Aires la primera marcha fue en 1992 con la consigna “Libertad, Igualdad, Diversidad” y muchxs de quienes asistieron marcharon con máscaras por miedo a ser discriminados o echados de sus trabajos. Al principio las movilizaciones se hicieron en invierno para coincidir con los 28 de junio de Stonewall, pero para evitar el frío -pensemos que en los 90 el vih sida era fulminante- empezaron a hacerse en meses con temperaturas más altas.
Desde entonces se hizo todos los años, sin interrupciones, y cada día se suman más. Sin esperar que ninguna historia oficial lxs incluya porque tienen tinta de sobra para escribirse, celebrando el derecho al espacio público y siempre reclamando por más. Acá están marchando y trayendo a quienes no pueden estar de cuerpo presente: quienes con la llama de su espíritu siguen dando mecha a sus luchas.