A Patricia Bullrich le preguntaron por la despenalización de las drogas. Su respuesta duró 45 segundos: dijo que Holanda se había convertido en un “narcoestado” y que por culpa de la despenalización el país estaba en crisis: aumentaron los problemas de salud, las muertes y hasta los choques de autos. Agregó que en todos los países donde se impulsaron políticas alternativas a la prohibición la cantidad de consumidores había aumentado inmediatamente. Una vez más la realidad se empeña en contradecirla.
“La idea de narcoestado es la de un Estado fallido. Es una idea de ciertos teóricos, sobre todo norteamericanos, de un lugar sin reglas, donde la mafia controla el país. Eso no está pasando en ningún lado”, explicó a Cosecha Roja el periodista Emilio Ruchansky, autor del libro “Un mundo con drogas. Los caminos alternativos a la prohibición”. “Incluso en México, que es un país que siempre se asocia a esa idea de ‘narcoestado’, tipos como el Chapo Guzmán siempre negociaron con la DEA y el gobierno”, agregó.
“Holanda es un narcoestado, sus mismos funcionarios lo dicen”.
¿De dónde sacó esa idea Bullrich? Entre febrero y marzo La Nación, Infobae y otros medios nacionales difundieron la noticia de que el sindicato de policías de Holanda había enviado un informe al Parlamento para denunciar la falta de personal y de recursos para combatir el crimen. Holanda cumple “muchas características de un narco-Estado”, dijeron.
Quizás la ministra no leyó todas las noticias: ningún funcionario holandés aceptó el informe. El ministro de Justicia, Ferdinand Grapperhaus, encabezó las críticas y dijo que el Estado “lucha exitosa contra el crimen organizado y el narcotráfico”. El informe tenía un único fin: reclamar mayores fondos para la Policía.
Durante la investigación de “Un mundo con drogas” Ruchansky recorrió Suiza, Holanda, España, Estados Unidos, Bolivia y Uruguay para conocer la aplicación de políticas alternativas en la regulación de plantas y sustancias prohibidas.
En Holanda el consumo de todas las drogas está despenalizado. Pero sólo está legalizada la comercialización de cannabis, hachís y hongos en coffee shops.
“El pilar de la política holandesa es que la puerta de entrada a las drogas no es la marihuana si no el contacto con el dealer. Para evitar que la persona reciba otras ofertas, como la de cocaína o heroína, lo que hacen es segmentar el mercado: el que quiere comprar marihuana sólo puede comprar marihuana”, explicó.
Bullrich dijo que esta política generó problemas de salud, muertes y choques de auto por la cantidad de gente que viajaba de otros países para comprar marihuana.
Holanda midió dos veces el impacto de su política de drogas. El primer informe, realizado en 1995, “demostró que había bajado el consumo de heroína inyectable y que no había aumentado el de marihuana”, explicó Ruchansky. En 2009 repitieron los estudios y los resultados fueron similares.
Es cierto que se generó un turismo en torno a los coffee shops (que deja mucho dinero al país), pero eso no trajo muertes ni accidentes. “El principal problema es que los fines de semana viene mucha gente de España, Italia, Francia y otros países a comprar y se generan colas de autos entre pequeños municipios y eso genera problemas de polución”, contó Ruchansky.
En un momento el gobierno pensó en la posibilidad de limitar la comercialización a ciudadanos holandeses pero está prohibido por el tratado de libre comercio europeo.
“La despenalización lo que genera es bajar la idea del riesgo, aumenta inmediatamente la cantidad de consumidores”.
La idea de Bullrich es insostenible: en la mayoría de los países del mundo donde se despenalizó el consumo de drogas no hubo aumentos significativos en el consumo.
“Si en algunos casos hubo aumento es porque había gente que no se animaba a comprar y ahora compra. Ni la legalización absoluta es buena ni la prohibición absoluta. En el medio está la regulación”, explicó Ruchansky.