Rosana* siempre se ha mostrado orgullosa de su cabello largo oscuro, de sus ojos demarcados por el rímel y de sus labios pronunciados con un llamativo labial. No la han amilanado las miradas inquisidoras y otras burlescas en la fila entre centenares de hombres, cada vez que ha acudido a la cárcel de varones de Villahermosa, para la acostumbrada visita a Giselle*.
Desde que su amiga fue detenida por homicidio el 29 de enero del 2011 y encarcelada dos días después, Rosana inició una lucha por los derechos de las transexuales como ella –que exigen ser reconocidas en la defensa de su identidad de género–, pero en especial de las 29 chicas ‘trans’ y los gays que están en el penal, quienes comparten, apretujados, un pabellón para población LGBT que es parte del patio 3, el más hacinado de Villahermosa.
Solo en ese sector de la cárcel, como lo reitera el personero Andrés Santamaría y como consta en un informe sobre derechos humanos, hay más de 800 presos en unas instalaciones adecuadas para 75.
El patio 3 es uno de los 11 que integran este reclusorio, el cual actualmente registra una congestión del 350 por ciento, según la Personería (más de 6.600 presos en total para un recinto con capacidad entre 1.600 y 1.800 internos). El nivel de hacinamiento, aunado a las altas temperaturas, convierten a la cárcel de Villahermosa en un verdadero infierno.
Como en todos los demás pasillos, los ‘trans’, los gays y los hombres que afirman no ser homosexuales pero sí sostener relaciones con otros hombres duermen unos encima de otros. Quienes no tienen celda están en colchonetas a lo largo del estrecho pasillo LGBT, ocupando el suelo, entre la humedad, los malos olores y los roedores, mientras esperan por un espacio. Así lo han contado los ‘trans’ a sus allegados y lo han denunciado al mismo organismo de protección, que acudió a una tutela el año pasado para atacar el hacinamiento en Villahermosa, fallada a su favor, en la sentencia del 27 de agosto de 2013 y ratificada por el Tribunal Superior de Cali.
Una batalla ganada
Este pabellón, según cuenta Pedro Pardo, director ejecutivo de Santamaría Fundación –entidad que lucha por los derechos de las transgénero–, es el resultado de una gestión que, con la Personería y la Defensoría, fue posible el mismo año en el que Giselle llegó a Villahermosa, para ser parte de un espacio dirigido a esta comunidad. Fue un proyecto piloto que surgió para contrarrestar tratos indignos, señalamientos y hasta agresiones físicas contra quienes defienden su feminidad a toda costa.
Los primeros pasos en favor de tal reivindicación se dieron en el 2008, cuando Isabela, una de las ‘trans’ que ya recobró su libertad, y otras internas firmaron una carta en la que pedían acciones urgentes porque se sentían amenazadas y preocupadas “por la situación de múltiples violaciones de derechos humanos que enfrentaban en este centro penitenciario”.
Como parte de ese proceso, Santamaría Fundación empezó un trabajo de acercamiento e incidencia con el Inpec, la Personería y la Defensoría, que se mantiene hasta hoy. Esta misma institución y chicas transexuales como Rosana realizan charlas cada martes para sensibilizar a guardianes del Inpec y a otra población carcelaria, así como a las mismas ‘trans’ sobre los cuidados de sus cuerpos, la prevención de enfermedades, pero, sobre todo, para promover la tolerancia, el respeto y la sana convivencia.
“Inicialmente, cuando fueron trasladadas de manera voluntaria, las mujeres ‘trans’ fueron objeto de agresiones verbales y físicas por algunos internos que no estaban de acuerdo con la medida. Sin embargo, los funcionarios del Inpec empezaron a transmitir, a través de los ‘presidentes de los patios’, principios de no agresión a la población por parte de todas las personas ahí recluidas. A partir de ese momento, poco a poco, empezaron a ser aceptadas en el patio asignado a este lugar”, afirma Rosana, una de las más fervientes activistas.
Sin embargo, ella y el personero de Cali coinciden en que, pese a la existencia del pabellón LGBT, no cesan denuncias por vulneraciones de los derechos de esta comunidad.
Hay ‘trans’ que señalan que esas violaciones tienen que ver con ser obligadas a interrumpir sus tratamientos hormonales, a la tardanza en el suministro de medicamentos, con añorar maquillaje y no recibirlo, y con mendigar condones a la EPS Caprecom para sostener relaciones sexuales en una cárcel a reventar.
También reclaman su derecho a la vida digna, a que sus procesos judiciales tengan la misma consideración y a exámenes médicos que no se les realizan a tiempo, o la prueba Elisa para determinar sin son portadores del VIH, como indica la Personería.
“Podría pensarse que estamos mejor que en los otros pasillos o en los demás patios porque no tenemos que hacer fila para el almuerzo, pero no es así. Cuando llueve, salen las aguas de las cañerías y nos toca recoger las colchonetas. Acá no hay camas. Dormimos en el suelo y si nos enfermamos y estamos de buenas con el humor de alguno de los guardianes, nos envían a la sanidad, pero ha habido compañeras a las que no examinan. Solo las observan”, afirma Giselle.
Aparte, se sienten discriminadas con la entrada de la ropa y de los utensilios de aseo a Villahermosa. “El ingreso era cada 15 días, los sábados y domingos, por parte de los visitantes. Sin embargo, por reglas que ha impuesto el Inpec, esto ya no es posible, pues la entrada de la ropa solo se puede hacer cada seis meses y los utensilios de aseo cada mes”, indica Rosana.
No obstante, la Personería también recalca que esas vulneraciones las padecen los demás reos. “Todos los reclusos tienen necesidades y problemas, como de salud y agua. Es un hacinamiento que se ha extendido hasta en las estaciones de Policía”, sostiene el personero Santamaría.
Este organismo además ha tenido que interceder en polémicas como la misma visita de ‘trans’ a otras ‘trans’ y hasta por el corte del cabello, hace tres años, que le realizó gente del Inpec a una de las internas.
Por otra parte, el tratamiento hormonal ha sido una cuestión reiterada por las transexuales y no ha podido ser resuelta. “Es un derecho por su identidad”, dice Alejandra Chárrison, una ‘trans’ que tiene amigas en la cárcel. Pero el Inpec responde que las hormonas están prohibidas en las cárceles del país, porque es una práctica que debe hacerse con supervisión médica a causa de los riesgos.
Antes del pabellón
“Antes de que se creara el pabellón para LGBT, todo era más duro, porque acá somos las ‘mariquitas’, fácilmente agredibles por algún homofóbico, cuando salimos al patio repleto de los hombres. Yo soy una mujer y nadie lo entiende”, dice una de las ‘trans’. Mantener su femenidad ha sido parte de su lucha.
Una de las muchas peleas que han dado estas internas como parte de su reivindicación ha sido lograr que cada mes les entreguen polvos compactos para la cara. Pero Rosana comenta que en la cárcel se escuchan señalamientos de que son hombres y no necesitan cosméticos.
Muchas gustaban de arreglarse para recibir sus visitas, pero de un tiempo para acá todas sus amigas evitan ir porque aducen que no quieren sentirse discriminadas o ser blanco de burlas, mientras están en la fila de espera, que comienza desde altas horas de la madrugada para poder entrar.
De hecho, en estos tres años de funcionamiento del corredor LGBT, Rosana manifiesta que ha sido objeto de humillaciones tanto de visitantes como de algunos guardianes cuando va a ver a Giselle, por lo que su lucha se ha tenido que trasladar a estrados judiciales.
Rechaza, además, que a las ‘trans’ les restringieron el ingreso en el día asignado a las mujeres visitantes todos los domingos; ahora deben hacerlo como el resto de los hombres el sábado de cada mes. Al principio, Rosana se negó a hacerlo, pues consideraba que se violaba su derecho a la identidad de género.
Confiesa que, por ser ‘trans’, en cada visita la hacen “despojarse de su ropa y realizar cuclillas, solo para ser objeto de burlas de los guardianes”. Y a pesar de que tiene cambio de cédula, le inventan cualquier nombre masculino para ridiculizarla frente al resto de los visitantes.
“Si para un hombre que está en Villahermosa es difícil convivir entre el poder que se maneja en los patios, para quienes buscamos un trato digno como mujeres que somos es más difícil”, es otro testimonio del pabellón. “No pedimos que nos cambien a una cárcel de mujeres. Pedimos que seamos reconocidas y que tengan un trato respetuoso hacia nosotras”.
* Nombres ficticios para cuidar su integridad.
Inpec evalúa traslado de reos a sus regiones
La secretaria encargada de Gobierno de Cali, Laura Lugo, sostiene que después de que la Personería ha enviado numerosos reportes sobre lo que ocurre en la cárcel, se están analizando opciones para dar una solución, al tiempo que el Inpec reitera la solicitud de más apoyo financiero por parte del municipio de Cali, que al año aporta a Villahermosa 300 millones de pesos.
El director nacional del Inpec, general Saúl Torres, manifiesta que “desde el Inpec hacemos todo lo posible para descongestionar a Villahermosa, tal como se está dando alcance a la tutela”. Una de las decisiones tomadas es el traslado de condenados a sus regiones, bajo la figura del arraigo, siempre que haya cupos disponibles. Pero para la Personería aún falta más.
FOTO: Buen Diario
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