El día que Paco Jamandreu conoció a Evita y Perón tenía 17 años. La escena que cuenta en sus memorias suena disparatada: Perón estaba comiendo un choripán en la cama mientras Evita le proponía que fuera su modisto tanto en fiestas como en movilizaciones.
-He visto sus dibujos en Mundo Argentino. Me gustan mucho. Ahora voy a precisar ropa para mi trabajo de actriz, ¿me entiende?, en cine y radio. Me tiene que crear un estilo -cuenta que le dijo Evita. -Por otra parte necesito ropa sport, de calle, muy sencilla para mi trabajo al lado del coronel. Usted se imagina: concentraciones, colectas, visitas a los barrios pobres, a los hospitales. Usted me asesorará de todas maneras.
Paco, Paquito, ya era famoso en la noche porteña. Había dejado la localidad bonaerense de 25 de Mayo para instalarse en una pensión del centro porteño, donde vivió apenas unos meses ya que al poco tiempo consiguió sus primeros trabajos y tuvo una fortuna repentina: se compró un edificio completo, donde llevó a vivir a sus padres y sus dos hermanos.
En su infancia Paco conoció tanto la opulencia y como la angustia de perderlo casi todo. Su familia materna era española y tenía una aceitera, que visitaban todos, y lo llenaban de regalos que presumía al regreso de Europa. Cuando empezó la guerra civil en España y murió su abuela, la empresa cerró y empezó el declive económico. Tampoco eran pobres, sino que pasaron a la clase media: su padre era director de un diario local y su madre era maestra de escuela.
El pequeño Paco era un nene delicado y consentido, que se divertía copiando los dibujos de las revistas de moda. En su temprana adolescencia aprendió a coser e hizo sus primeros diseños con retazos de tela que su mamá conseguía canjeando publicidad o reportajes publicitarios en el diario del padre.
Evita y Paco eran un choque de mundos. Si bien el peronismo de aquella época no era “gay friendly” y promovía valores militares clásicos, se volvió el confidente de la mujer con más influencia política de su época. Varios de los diálogos con Evita se reproducen en “La cabeza contra el suelo” (Reeditadas por Página/12), y en “Evita fuera del balcón” (Editorial Caballo Negro, 2019).
Se divertía conmigo. Me preguntaba dónde iba, si salía de noche.
-¡En qué puteríos andarás vos! -me decía cuando llegaba tardo o cuando me veía cansado a la mañana -¡Vos debés ser una liebre!
Un día me dijo muy suelta de cuerpo:
-Te espero a las ocho. Pero a las ocho. A ver si te encontrás con un chongo en el camino y llegás pasado mañana.
Cuando la figura de Evita ya tenía altares en la mayoría de las casas, Paco se sintió desplazado: lo empezó a engañar con diseños de franceses, en especial de Christian Dior. Tenían personalidades que chocaban y se celaban: a ella no le gustaba cuando se enteraba que estaba diseñando para actrices de la época y lo hacía ir a buscar a las corridas. Pero se querían.
Una escena de los últimos días de Evita con vida muestra cómo se alegraba al verlo. En 1952 suena el teléfono y era Perón, le dijo a Paco que le mandaba un coche para verse urgente y él fue:
-Eva se muere. Tengo que apelar a tus sentimientos. Aunque no te hemos visto últimamente te recordamos con mucho cariño. Lo que te voy a pedir es muy importante para mí: quiero hacerle creer a Eva que preparamos un largo viaje y vos le estás diseñando ya la ropa…
-Por supuesto, señor. Cuente con esos dibujos para mañana.
Cuando le llevó figurines, escuchó la voz de Evita que salía de la pieza:
-¡En qué poco tiempo ha hecho los diseños! ¡Qué bonitos! Debería ser modisto en París. Tenés que explicarle que ahora estoy muy flaca, tendrá que achicar las medidas. Que empiece con los deshabilles.
Cuatro días después Evita moriría, nunca llegó a ponerse los últimos diseños que le hizo Paco.
A partir del golpe de 1955, Paco fue perseguido y tuvo varios subibajas en sus finanzas, emprendió negocios que fallaron. Estuvo en Devoto:
Me metieron en prisión y ya no estaba Evita para sacarme. Yo llevaba un traje gris, muy lindo, que había comprado en París, y una corbata de Christian Dior. La cárcel es un poco hotel, otro poco puticlub. La pasé macanudo. Comí bien. Me invitaban de todas las celdas.
Su imagen repuntó a fines de la década del 60, cuando la Coca Sarli lo convocó para que hiciera los vestuarios de Carne e iniciaron una relación laboral que siguió en varias de las películas dirigidas por Armando Bo.
En los últimos años de Paco sus irrupciones en los medios siempre escandalizaban: era gracioso, cínico y se lo notaba aburrido de la pacatería de la prensa argentina. Sabía tirar títulos y siempre tenía una respuesta rápida. Murió en 1995 mientras trabajaba en el vestuario de una película, a los 75 años, de un ataque cardíaco. La lealtad peronista de Paco es una página maricona que merece ser revisitada a 75 años del histórico 17 de octubre.