-¿Ese es Blumberg?
– Si! Sacale una foto.
– Yo a Blumberg lo sigo desde siempre.
El padre de Axel – secuestrado y asesinado en 2004- se acerca a la plaza y casi todos lo reconocen. Es un invitado de lujo a la marcha #ParaQueNoTePase, que organizaron los familiares de víctimas de inseguridad. Alrededor de Juan Carlos Blumberg hay cámaras y flashes. Él sabe de convocatorias: llenó la plaza de los dos Congresos con 150 mil personas -muchas más que las 5.000 que se concentraron hoy- repartió velas en las revistas de chimentos y consiguió que los legisladores reformaran las leyes penales. Todos esperan que hable. “Si somos muchos podemos forzar al poder ejecutivo, legislativo y judicial a que tomen cartas en este grave asunto”.
En la plaza frente al Congreso de la Nación el acto no es masivo. No tiene ni la rabia opositora de las marchas por la muerte del fiscal Nisman, ni la carga emotiva de aquellas concentraciones de Blumberg. Hay un especial cuidado en que no sea vista como opositora: tanto, que el gobierno terminó siendo uno de los convocantes, junto a un diverso arco de familiares de víctimas de tránsito, violencia de género, robos y secuestros. Está Jimena Aduriz -la mamá de Ángeles Rawson, víctima del femicida Mangeri-, María Luján Rey -la mamá de Lucas Menghini Rey, fallecido en la tragedia de Once-, Matías Bagnato -el único sobreviviente de la masacre de Floresta- y Carolina Píparo -baleada en la puerta de un banco-, entre muchos otros.
Algunas redes sociales oficiales reprodujeron el hasthtag #ParaQueNoTePase. Y dos horas antes del acto, el presidente Mauricio Macri anunció la creación de un “INDEC de la Justicia” que -según prometió- concentrará la información oficial sobre el funcionamiento del Poder Judicial en todo el país. Ni ese apoyo, ni la amplísima cobertura de los medios sirvieron para despertar el entusiasmo de las marchas de antaño. Esta vez, si la mayoría de las víctimas evocadas son jóvenes, la mayoría de los participantes superan los 45 años. Son parte de una clase media que dice estar “harta de vivir con miedo” y que todo el tiempo intenta aclarar que no busca la mano dura y que vino sin “banderías políticas”. El discurso de lo apolítico se repite en todos los testimonios: la política se ve como algo ajeno, sucio, de lo que hay que huir.
A las 18.53 comienza el acto. Las consignas se escuchan en la voz de Lorena Maciel y Luis Novaresio, los conductores: esta convocatoria no es en contra de nadie, no tiene banderas políticas, no buscamos venganza, no creemos en la justicia por mano propia. Después de la lista de ciudades en las que también se hizo la marcha (Mar del Plata, Cipolletti, San Pedro, Bahí Blanca, Río Turbio, San Salvador de Jujuy), Marcela Morelo canta Argentina te quiero:
Bondadoso pueblo
Lleno de paciencia
Hay un grito sagrado
Igualdad
Susana tiene 75 años, vive en Caballito, usa anteojos y lleva el pelo atado. Confía en que el presidente Mauricio Macri puede solucionar los problemas de inseguridad: “él sabe qué es el dolor porque estuvo secuestrado. Ahora puede pasar a la historia por arreglar el país”. Cuando Novaresio nombra a las Madres de Plaza de Mayo en la lista de los adherentes, Susana y las miles de personas que están en la plaza chiflan y abuchean. “¿Por qué no están acá? ¿Por qué no vienen? Ellas se enriquecieron en la última década. Con los militares estábamos mejor, no habría pasado el narcotráfico”, dice.
Para los familiares de la tragedia de Once hay aplausos. Mientras arriba del escenario hablan – “queremos ser la voz de las víctimas” -, abajo hay silencio. Apenas se escucha el grito de los vendedores de bebidas que pasan entre los manifestantes con soltura. Cada tanto vuelven a aplaudir al grito de justicia.
A Leticia Allo la atropelló un conductor que manejaba borracho en la esquina de Bonpland y Córdoba. Estuvo internada y el 13 de julio -45 días después- murió. Cuando la familia empezó a recolectar información, se encontró con que había dos expedientes judiciales: un que contaba con los testimonios de quienes vieron el hecho y las imágenes de las cámaras y un segundo que no dice nada. “Vinimos porque queremos que quien atropella, mata y huye, vaya preso”, dicen Silvina y Romina, las amigas de Lety. Ellas y la familia de la joven se juntaron más temprano en Belgrano y Entre Ríos y marcharon juntos hacia el Congreso.
Novaresio pide un “momento de fraternidad y silencio” y comienza el video que reúne las caras de las víctimas. “Bajen los carteles”, gritan los de más atrás. Las chicas con la remera que recuerda a Lety y las que levantan el cartel que pide justicia por Ayelén y Miguel lloran. Las luces de la plaza se encienden desde el Congreso hacia la Casa Rosada.
“En cada escenario en que el Estado se ausenta hay inseguridad, impunidad e injusticia. Somos invisibles ante el Estado y hay miles de familiares de víctimas que no tienen la posibilidad de hacer visible su caso. No vernos es una manera de desaparecernos. (…) No buscamos venganza, no creemos en la justicia por mano propia”, leen los conductores. Más atrás, un señor de sesenta y largos con bigote levanta una cartulina blanca con letras negras que dice “El que mata debe ser castigado. Pena de muerte”.
Franco, el hijo de María Fernanda, murió en un accidente de tren en la estación de Drago el 22 de mayo de 2012. Media hora después, la empresa TBA llegó para arreglar lo que provocó el impacto. María Fernanda está deprimida pero hoy hizo un esfuerzo para venir. La acompaña una amiga y el cartel de un metro con la cara del hijo.
Laura es la mamá de Iara. En 2011, denunció que su ex pareja -un policía de la Bonaerense que trabajaba en San Martín- por abusar de su hija entre los 11 y los 15. En el juicio, los magistrados absolvieron al hombre: después de apelar, Casación bonaerense anuló el fallo y llamó a un nuevo juicio. “Yo viví diez años con un policía y sé cómo funciona la impunidad ahí”, dice. Desde el año pasado participa del Encuentro Nacional de Mujeres.
Las ideas de Laura sobre la policía parecen de otra convocatoria: la violencia institucional es la gran ausente del día. Los dos investigadores consultados por Cosecha Roja coincidieron en que el Estado debe cumplir con las víctimas y que eso aún es materia pendiente. “Pero también falta problematizar el rol de las Fuerzas Armadas y del Poder Judicial”, dijo el politólogo Nicolás Dallorso. Y agregó “Desde hace ocho meses, hay un contexto de regresión de garantías. La política de Cambiemos es mucho más polémica con los que menos tienen y eso no quiere decir que no se reclame que el gobierno sea más justo con las víctimas. Hay una serie de regresiones en materia de seguridad democrática”.
Para Esteban Rodríguez Alzueta, a las víctimas se las usa como “incentivo moral para habilitar la discrecionalidad policial, clausurar debates y proscribir la política”. Ante el dolor de la víctima, “no se puede discutir, lo único que se puede hacer es indignarse. Y el que se corra de ese canon afectivo será visto sospechosamente y excluido de la agenda”.
Los casos son variados. “Morimos en boliches mal habilitados, en ciudades inundadas, en manos de femicidas, en rutas inseguras, en accidentes de tren, en picadas con conductores borrachos, en recitales, por tener o no tener celulares. Pero no nos resignamos”, dice el discurso oficial. Y las exigencias son concretas: un registro de víctimas, asistencia integral y permanente, participación en el proceso penal, penas de cumplimiento efectivo.
El aplauso es largo, se oye un ‘vamos’, casi el único grito de la noche. Enseguida Julia Zenko canta Honrar la vida y un coro a capella entona el himno nacional. Antes de terminar el discurso, los conductores agradecen a la empresa de publicidad que puso banners con la consigna #ParaQueNoTePase en los colectivos de la ciudad.
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