Cosecha Roja.-
La obstétrica es un tipo de violencia de género y está naturalizada. Tanto que a veces las mujeres demoran en ser conscientes de que el padecimiento que sufrieron durante el parto no era necesario ni culpa suya. Al maltrato que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, la ley 26.485 -de protección integral a las mujeres- lo cataloga del mismo modo que especifica la física, sexual, psicológica, económica y laboral.
No hay cifras oficiales de cuántas mujeres la sufren. Las Casildas -una agrupación que difunde información en torno a la gestación, parto, nacimiento y crianza de niños y niñas- lanzó un observatorio que pretende comenzar el registro.
En conjunto, Cosecha Roja y Las Casildas, lanzamos una colección de relatos sobre la violencia obstétrica. Si fuiste víctima, contanos tu experiencia a observatorio@lascasildas.com.ar.
Aquí, algunos de los relatos:
I. “Después de 36 horas de maltrato, me di por herida”
“El 25 de septiembre de 2012 rompí bolsa. Me acerqué al Sanatorio Cruz Celeste de Villa Luzuriaga casi sin contracciones. Era un feriado especial, que sólo se dio por ese año, y no había camas ni lugar físico para mí. Me mandaron a un cuartucho en la planta baja, que tenía artículos de limpieza y un par de camillas. Ahí tenía que esperar hasta que se desocupara una cama.
Llegó una señora con la cartera puesta y, sin siquiera descolgársela ni presentarse, me hizo el primer tacto. Como no dijo quién era yo creí que era una asistente, pero a los cinco minutos de conocerme me quiso mandar a cesárea.
– Mirá, conozca o no conozca a la bebé, yo a las diez de la noche estoy en mi casa – dijo.
Los doctores terminaban su turno media hora después y, por el feriado, no volverían hasta la noche siguiente. Me prohibieron pararme o ir al baño y me asustaron, me dijeron que mi hija se iba a ahogar con el cordón si yo me movía mucho. Yo lloré y pataleé hasta que me ingresaron en una habitación. Tacto va, tacto viene, apareció una segunda partera y no me dijo que podía descansar. Entonces yo me quedé atenta, despierta toda la noche, aunque hacía más de 30 horas que estaba ahí.
Mi mamá y mi compañero me ayudaron a contar las contracciones. Yo no me paraba. Su total desinterés hacia mi persona realmente me hirió, pero estaba tan asustada que ni mandarlos a la mierda pude. La segunda partera se fue sin saludar y llegó una tercera, que era un sol. Ella realmente me quería asistir. Pero mi hija y yo ya estábamos cansadas y me di por vencida y por herida. Mi bebé nació después de las treinta y seis horas más emocionalmente hirientes de toda mi vida.
II. “Durante el primer mes tuve pesadillas sobre el parto”
“El primer mes me levantaba llorando porque tenía pesadillas sobre el parto. Mi beba nació el 14 de septiembre de este año por una cesárea programada en el Sanatorio Trinidad Mitre. Ese día llegué acompañada por mi novio y mi familia. Cuando estaba en la habitación apareció la partera Claudia enojada porque no le había avisado que me internaba. Le expliqué que el doctor me había dicho que fuera directamente pero ella se enojó igual.
Después me pidieron la ropa de la nena y me faltaba un saco. Yo no sabía que tenía que llevarlo, tenía todo, menos eso. Mandé a mi novio a comprar uno a la vuelta del sanatorio porque mi cesárea estaba demorada y me prometieron que había tiempo. Él bajó y a los cinco minutos vino un camillero a buscarme. Le expliqué que mi novio había salido y me dijo “jodete”. Me llevaron directo al quirófano.
Entré asustada, nadie me daba bola, preguntaba por mi novio y no me respondían.
– Ya va a entrar -me dijo finalmente una enfermera.
La beba nació con tres kilos en la semana 40. Una vez que los tres estuvimos en la habitación, vino una señora para enseñarme cómo darle la teta. Ella no era muy simpática y yo no tenía leche. Pasaban los días, el médico no venía a verme, yo seguía sin leche y la beba lloraba.
Soy cero negativo y después de la cesárea me tenían que aplicar un inyección para no tener problemas en un segundo embarazo, pero no me la dieron. Al segundo día, después de que mi mamá se peleó con todo el mundo vino una enfermera a hacerme la aplicación. El médico seguía sin aparecer.
Después de 23 horas y muchas quejas, vino acompañado por la partera. Contenta, pensé que me iba a revisar pero todo lo contrario. Me encaró para pelear, discutió con mi mamá y su pareja y nunca me revisó. Al tercer día volvió para darme el alta: estuve 25 días con los puntos y sin control porque él se fue de vacaciones y no dejó un reemplazo.
El mismo día del alta llevé a la nena a un pediatra y me dice que tenía la bilirrubina alta y que estaba deshidratada. Lo único que quería era que mi bebe estuviera bien, así que todavía no presenté ninguna nota en la obra social, hasta ahora.
Toda mi vida pagué una prepaga para tener la mejor atención durante el embarazo. Ahora no me gusta hablar de esto porque me pongo a llorar, todavía recuerdo las pesadillas sobre el parto que tuve el primer mes. Me hubiese gustado sentirme contenida”.
Foto: Lucía Vela
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