Después de un año de convivencia Natalia Duarte echó a su pareja de la casa. Él empezó a amenazarla por teléfono y a través de las redes sociales. Un día entró en la casa y le dio una paliza. Ella logró escapar, lo denunció en la Comisaría de la Mujer y pidió que le dictaran una perimetral. La denuncia se perdió en los despachos judiciales y nunca llegó a la Fiscalía. Quince días después, el la asesinó de tres disparos por la espalda.
Natalia tenía 43 años y trabajaba como enfermera en el Centro de Salud de Vuelta de Obligado de San Pedro, en la provincia de Buenos Aires. Los vecinos del barrio contaron que durante los últimos meses la convivencia con Walter Brizuela, cinco años mayor, se había vuelto violenta. Ella decidió terminar la relación y lo echó de la casa.
Él la llamaba por teléfono y le decía que la iba a matar si la veía con otro. El 16 de enero Brizuela entró en la casa de la mujer, rompió cosas en la casa, la agarró del cuello y le quiso pegar. Ella escapó y pidió ayuda a los vecinos. Dos días después presentó la denuncia en la Comisaría de la Mujer. Ahí le preguntaron si necesitaba asistencia psicológica o social. Ella dijo que no: solo quería que le dictaran una restricción perimetral para que no la volviera a atacar.
La Comisaría de la Mujer dio intervención al Juzgado de Paz. En algún punto del sistema judicial, la denuncia se frenó y no llegó a la fiscalía. Brizuela siguió amenazando a su ex pareja.
En una de las últimas conversaciones con otra ex pareja, con quien tiene hijos en común, Natalia le había pedido que cada tanto pasara por su casa. Tenía miedo que le “pasara algo”.
El jueves a la noche Brizuela llegó en bicicleta hasta la casa en la que había vivido hasta diciembre. Llevaba dos armas, un revólver calibre .22 y una pistola .38. Entró sin forzar la cerradura. Su ex pareja estaba por entrar a bañarse. Él le metió tres balazos por la espalda. La mujer murió en el lugar. Él se alejó unos metros y se suicidó.