Por Ximena Tordini. Cosecha Roja.-
Julián González andaba en moto, como la mayoría de los jóvenes en los pueblos rurales. El último día de su vida circulaba por la ruta provincial 5, la que une la capital de la provincia de Santiago del Estero con la localidad de Tintina. Había ido a jugar un campeonato de fútbol. Nunca regresó a su casa. En la madrugada del 25 de marzo la policía avisó a su familia que lo habían encontrado tirado, muerto, con un balazo calibre 22 incrustado en el corazón. Quince días después y a cuarenta kilómetros de ahí la Gendarmería Nacional encontró cuatro pistas de aterrizaje clandestinas utilizadas por las avionetas que trasladan drogas. Entre los dos hechos aparece una trama delictiva. Salió a la luz cuando se prestó prestó atención a lo que contaban los campesinos.
La noche en que Julián apareció muerto, los policías de la comisaría de Tintina dijeron que se había suicidado. Usaron como argumento que en el celular del joven de 20 años había un mensaje de texto, una especie de despedida, que no había llegado a salir. “La policía de Tintina inmediatamente, sin esperar el informe de la pericia, manda información a la prensa diciendo que era un suicidio”, cuenta Luis Horacio Santucho, abogado de la familia de Julián. Días después, el médico forense “me dice que por la trayectoria de la bala es imposible que se haya podido autoinfligir la herida mortal”.
Pocos días después los pobladores del paraje Luján, a 120 kilómetros de la capital provincial, decidieron organizarse para pedir presencia policial en un destacamento cercano que estaba vacío. También reclamaron que se investigara la muerte de Julián. En un encuentro los vecinos conversaron sobre las camionetas 4 X 4 que circulan por los caminos de tierra, de los tiros que oyen en la noche y de las avionetas. Las denuncias llegaron a los medios locales y las fuerzas de seguridad decidieron actuar.
En los parajes rurales de esa región de la provincia las historias de avionetas que aterrizan por las noches monte adentro son frecuentes. Hace años que se comenta la existencia de pistas clandestinas para el tráfico de drogas. Y que las camionetas que pasan veloces por los caminos de tierra tienen que ver con actividades delictivas. En el último tiempo algunas cosas empezaron a cambiar, porque además de las pistas se instalaron bases operativas. “Eso empezó a generar inseguridad, por ejemplo, aumentó el número de denuncias de abusos sexuales a las chicas”, relata Santucho.
Días después de la muerte de Julián, siguiendo las pistas que dieron los pobladores, Gendarmería Nacional encontró cuatro pistas de aterrizajes de avionetas en el Departamento de Moreno. Según indicaron, con signos de estar operativas.
Fuentes de la provincia afirman que las avionetas vienen desde Paraguay y que la mayor parte de las veces no aterrizan, tiran los paquetes con droga y regresan. Sólo descienden cuando necesitan cargar combustible. Abajo, los paquetes se recogen y “enfrían”, escondidos durante un tiempo, antes de salir por tierra hacia los centros de venta.
Durante el operativo, los pobladores del paraje El Fortín denunciaron que dos hombres los habían amenazado. Eran dos formoseños que circulaban en una Ford Ranger con pedido de captura. Cuando los detuvieron encontraron un GPS, que se usaría para combinar las coordenadas en las que se recolectan los paquetes de drogas, y un arma 9 milímetros cargada. Los dos detenidos guiaron a los gendarmes monte adentro, adonde habían enterrado en bolsas de arpillera 422 kilos de marihuana.
Hoy el diario local El Liberal publicó el hallazgo de un enterramiento clandestino y dio cuenta del rumor de que allí podría estar el cuerpo de una persona desaparecida hace más de veinte años. Los vecinos afirmaron que ahí hay cuerpos sepultados de manera irregular, pero hasta el momento ninguna de las comisarías de la zona confirmó haber encontrado cuerpos allí. El Liberal publicó que podría tratarse de Pedro Brandán, un camionero que desapareció en 1992 y figura en la lista de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi) como víctima de la policía provincial. La justicia santiagueña dijo en 1997 que el expediente se había perdido.
El lugar señalado como el enterramiento está a 40 kilómetros de donde apareció muerto Julián. La convivencia de los narcos con los pobladores se complica día a día. “Antes bajaban los aviones, llegaban los vehículos y se iba. No se instalaban, no molestaban a los vecinos. Ahora sí. Se convirtieron en bases. A las bandas que hostigan a la gente por las tierras, se suman estas”, afirma Santucho. Hasta hoy no hay detenidos por la muerte de Julián González.
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