En Malos Pasos es un proyecto transmedia sobre los siete países más homicidas de América Latina, la región más violenta del mundo.
Por Dromómanos – Fotos: Alan Lima – Dibujo: Carlos Carabaña.
En América Latina matamos más que en cualquier otra parte del mundo. Los latinoamericanos somos el 8 por ciento de la población mundial, pero en nuestros países se concentra más de un tercio de los homicidios. En Malos Pasos, el nuevo proyecto transmedia de la productora Dromómanos (www.dromomanos.com), nace para responder las preguntas que surgen de un fenómeno que se ha convertido en una epidemia: ¿Por qué matamos? ¿Por qué morimos? ¿Por qué luchamos? ¿Cómo sobrevivimos?
Alejandra Sánchez y José Luis Pardo, sus creadores, comenzaron en enero un viaje por los siete países más violentos de la región: Brasil, Venezuela, Colombia, Honduras, El Salvador, Guatemala y México. En cada uno de ellos entrevistan a los protagonistas del homicidio – asesinos, víctimas, policías, activistas, jueces, habitantes que sufren día a día la violencia. El relato en primera persona es el inicio de la conversación que En Malos Pasos quiere proponer para que entre todos busquemos soluciones a estos números de guerra: 4 muertos cada 15 minutos; 400 al día; 144,000 al año; 2,6 millones de personas asesinadas entre 2,000 y 2016.
La clave de En Malos Pasos es la interacción con sus usuarios. En www.dromomanos.com encontrarán un cuestionario para conversar con los autores virtual (vía Skype, WhatsApp y Facebook) o personalmente (desde un café hasta un evento en una universidad o barrio). La comunidad puede contar su propia historia, aportar datos y contexto o hablar sobre los sentimientos y percepciones que producen las historias de los protagonistas. Para ahondar en este diálogo entre el periodismo y la sociedad, los creadores de En Malos Pasos dictarán talleres y montarán instalaciones interactivas en diferentes ciudades de América Latina.
En la plataforma web, también se podrá seguir el viaje de Alejandra y José Luis a través de un mapa interactivo donde se geolocalizan los diferentes tipos de violencia que sufren los siete países, en su blog, en el que se cuenta el día a día de los lugares que se visitan o escuchando la banda sonora del proyecto.
La idea de En Malos Pasos es que entre todos podamos aprender más sobre nuestra violencia para que en América Latina se mate menos.
Aquí puedes leer algunas de las historias que han documentado:
¿Por qué matamos?
Galo, ex traficante
Mi primer muerto fue cuando tenía más o menos 15 años. Pero la primera vez que maté no maté. Porque el que mata es el que da el primer tiro. Ese es el que arranca la vida. Yo ayudé. Le dieron un tiro de fusil en la cabeza. Yo después lo completé.
Cuando la policía entraba en la favela los chicos se escondían en mi casa, mi madre escondía las armas de ellos. Crecí con el olor a marihuana, viendo esnifar a las personas. Con 13 años empecé a vender en Navidad para comprarme ropa bonita. Después empecé a vender todos los días. Vendía de todo: cocaína, crack, marihuana. Cuando dejé la escuela no sabía leer ni escribir: era muy burro. Pasado el tiempo me hice seguridad del gerente de la favela. Donde él iba tenía a 16 tipos rodeándolo. Estás 24 horas en la favela. ¿Sabes lo que es estar cinco años en la favela sin salir a ningún lugar?
Una vez, en un día matamos 15 personas. Todos eran nuestros amigos de crimen. Pero para nosotros era igual. Cuando estás en el tráfico es lo mismo que matar un ratón. Acabas de matar a uno y vas para el baile. El total de personas que maté no lo sé. Más o menos 30. Y fuera de eso, los tiroteos, que no tienes noción. Ese día matamos 15 y a los 15 los cortamos y los echamos en un barril y los quemamos. Eso es lo que hacíamos con todos. Para que la policía no pudiera investigar.
A veces una madre me preguntaba por su hijo. Le decía que no sabía dónde estaba, pero lo acababa de matar. Yo sabía que no lo iba a ver más. Soy malo, pero no tan malo. No lo sé, a veces pensaba que era bueno y luego hacía algo malo. Esa es la vida que vivía. Me tuve que ir de mi favela. Ahora he hecho tantas cosas malas que no tengo dónde ir. Mi familia ya no cree en mí. Tienen miedo. Si pudiera empezar de nuevo, lo primero que haría es estudiar.
Río de Janeiro, Abril 2017.
*Esta persona está identificada solo por su apodo por su seguridad.
¿Por qué morimos?
Denize Moraes, madre
Sigo sin acostumbrarme a los tiros. Me sigo escondiendo. Tengo miedo porque ya pasó con mi hijo.
Fue el 27 de mayo de 2014. Él tenía 20 años. Fue un día horrible. Caio era mototaxi. A las 18:52 me llamó para avisarme de que había parado de trabajar por una manifestación. Por un momento tuve un dolor en la espalda, pero nunca imaginé que fuera porque a mi hijo le dispararon en la espalda. En eso, llegan unos chicos y me dicen: «tía, tía, el Caio recibió un tiro». No conseguía encontrar mi zapato, ni el bolso, ni los documentos. Cuando llegué, mi hijo ya había muerto. Mi mundo cayó.
La policía empezó a tirar gas pimienta y todos corrieron. Un policía que estaba en la panadería le disparó a mi hijo. Dijo que había visto a un bandido y que había fallado el tiro. Eso es mentira. Era muy cerca. La bala dio en la vena del corazón. Entró por detrás y se quedó en la clavícula. Así pudimos saber.
Mi padre se quedó tan triste que murió de un infarto y mi madre lo siguió un mes y 13 días después. Mi hijo era su único nieto. No es natural que los abuelos estén vivos y los hijos mueran.
Ya no deseo para el policía lo que él me hizo, pero muchas veces quise que pasara por el mismo dolor que yo. Primero quería que muriera, luego que mataran a su hijo, pero ¿qué tiene que ver su hijo? Es un sentimiento humano, el ojo por ojo diente por diente. Pero eso no es justicia. Lo que yo quiero es que sea condenado. Que haya vergüenza en la corporación, en su familia, por matar a una persona inocente. Él no va a traer a mi hijo de vuelta. Quise venganza, ya no. El dolor te hace madurar. Solo quiero justicia.
Río de Janeiro, Marzo 2017.
¿Cómo sobrevivimos?
Rosa, cajera de banco
Mi hermano recibió un tiro en un baile funk durante un fuego cruzado. Quedó paralítico durante 10 años y falleció hace poco. Hace 40 años que vivo en la misma calle en el Complexo de Alemão. Me gusta, es un lugar bueno. Pero después de que la Unidad de la Policía Pacificadora entró, acabó el sosiego. Tenemos tiroteos todos los días. No podemos estar fuera de casa o dejar a los niños jugar en la calle.
Hace unos meses los policías ocuparon mi azotea y desde ahí disparaban contra los traficantes. Nosotros estamos en medio. En mi calle, las casas están llenas de tiros. Hay días que no puedo subir a mi casa por el fuego cruzado.
Cuando empiezan los disparos yo sigo viendo la novela, pero mi hija se esconde debajo de la cama de mi mamá. A veces no consigue ir a la escuela por los tiros. Hay días que compro más comida para no tener que salir. En las noches no consigo dormir. Me quedo despierta por el ruido y empiezo a pensar: ¿Qué tal si tiran una granada? En casa de mi comadre ya echaron una. Quedó sorda un día entero.
Río de Janeiro, Marzo 2017
*Cambiamos el nombre de esta persona por su seguridad.
¿Por qué luchamos?
Marco Antônio Pinto, Policía civil
Yo llamo a esto la Fábrica de Bizcochos. Tenemos que informar de la autoría para que el Ministerio Público lleve al autor a la justicia. Son bizcochos simples. No nos podemos preocupar por el relleno. Si un policía se concentra sólo en un caso viene una avalancha encima de él. Yo me programo cada día para hacer diez tareas, pero cuando llego aquí difícilmente consigo completar dos. En la televisión, el policía se dedica 24 horas a un crimen. Eso no pasa. Nosotros tenemos miles de casos abiertos. Hay más o menos 150 homicidios al mes.
Entré en la policía en 1987. Me casé hace 25 años. Ella me decía que si no me iba de la policía no se iba a casar. Después me decía que si iba a viajar cuando volviera ya no iba a estar más. Y tengo dos hijos, uno de 17 y otro de 13 años. Ellos no quieren ser policías, pero si quisieran me preocuparía. En Río de Janeiro el policía tiene que tener un compromiso mayor por las dificultades sociales. Y la Baixada es peor.
La cultura de muerte aquí viene desde hace años, está muy enraizada. Soy un policía reciclado. Cuando yo empecé estábamos en un régimen de dictadura. En Brasil cambió todo, pero en la Baixada la violencia sólo cambió el ritmo. Continúan los grupos de justicieros de hace 30 años. Hace diez llegó la milicia. Ahora también tenemos latrocinios y carros y cuerpos carbonizados. Es una jungla donde viven todas las especies criminales.
¿Cuál es la identidad de la víctima? Eso no interesa. Que anduviera de sandalias, que fuera negro o blanco, calvo o con melena. Si era traficante o empresario. Nosotros investigamos a gente de la Policía Militar, a gente de la Policía Civil, milicianos peligrosos. Intentamos crear credibilidad. El policía necesita ese deseo. Les digo que cuando no tienen nada que hacer se sienten al lado de un teléfono, porque alguien te va a llamar para pasarte una información buena. Y de repente puedes hacer el mejor trabajo de tu vida.
Río de Janeiro, Enero 2017.
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