Soledad estaba sentada en el asiento de atrás. Frente al volante de la camioneta estacionada, Cristian Senra -su pareja- tomaba cerveza y le acariciaba las piernas a S., la hija de Soledad de 14 años. La acusaba de haber arruinado el matrimonio y le decía que la iba a violar. La mujer pensó que las iba a matar a las dos: se imaginó tirada en un descampado junto a su hija. Sacó el cordón de la capucha y lo ahorcó. Estuvo detenida un mes en la comisaría 2 de Berazategui. El fiscal Carlos Riera había pedido prisión preventiva por el delito de “homicidio agravado por el vínculo”.
Según explicaron en un comunicado desde FUTURA, el colectivo de organizaciones feministas que exige la libertad de Soledad, en este caso se dan todos los requisitos que exige el Código Penal para considerar que se trató de un caso de legítima defensa de terceros: el ataque hacia la niña era una agresión ilegítima no provocada por Soledad y la defensa fue racionalmente necesaria al usar lo único que tenía a su alcance.
“Él estaba empezando a violar a su hija delante de ella. El juez debería dictar el sobreseimiento y ponerla en libertad ya mismo”, dijo a Cosecha Roja la abogada feminista Sofía Veliz, integrante de Las Chanas, una de las agrupaciones que integran el colectivo Futura.
La adolescente de 14 años también confirmó el historial de violencias de parte de su padrastro. En una declaración a través de la Cámara Gesell habló del acoso y hostigamiento y detalló lo que pasó la tarde del 2 de septiembre en la camioneta de Cristian.
Soledad declaró el 26 de septiembre en el Juzgado ante el fiscal y una defensora oficial. Contó que Cristian la celaba, que la había obligado a dejar el trabajo, a dejar de frecuentar amistades. Explicó que controlaba a los lugares a donde iba, con quién hablaba. Y le pegaba. “Me mantenía cautiva”, dijo Soledad. “Los celos, los golpes empezaron a ser más diarios, cotidianos, pero siempre de la puerta para adentro”.
Un día de 2018 -entre marzo y abril- Cristian le dijo que estaba “obsesionado” con S. “También me confiesa que quería que yo esté presente en el momento que él abusara de mi hija”. “Me da a elegir entre mi hija o yo. Obviamente le dije que jamás iba a permitir que tocara a mi hija, esa noche fue el inicio de los abusos hacia mi”, le dijo al fiscal. El hombre la amordazó, le ató las manos y la violó. “Me obligaba a que diga el nombre de mi hija”.
Cristian empezó a perseguir a S. “La observaba, la controlaba a donde iba, con quién estaba, se fijaba su manera de vestir, la perseguía con la mirada, siempre la buscaba, intentaba estar lo más cerca posible”, explicó Soledad.
El viernes 31 de agosto Cristian le sacó el celular a S. y la obligó a desbloquearlo.
Revisó las fotos y envió tres imágenes de la chica a su propio celular. La adolescente se enojó: rompió el teléfono y le dijo a la madre que se iba a ir de la casa. “Él se reía detrás de ella a carcajadas”, declaró Soledad. Esa noche, antes de acostarse, él volvió a abusar de ella.
Al día siguiente después del mediodía, cuando volvió de trabajar, Cristian le dijo a Soledad que había conseguido un lugar para alquilar. Cargó ropa en la camioneta y se fue. A la tarde llamó a Soledad y le dijo que quería hablar con su hija.
Cristian las buscó en la camioneta. A Soledad la obligó a sentarse atrás. “Empezó a amenazar a S., a echarle la culpa de todo, le decía que ella tenía la culpa de destruir el matrimonio, que ella había entrado en su cabeza”, contó la mujer.
La chica estaba en silencio. Él le acariciaba las piernas y le decía que la iba a violar.
“Solamente intenté defenderla”, contó Soledad. Después de ahorcar a su pareja, la mujer le dijo a su hija que no se preocupara, que ella se iba a entregar. Desde ese día estuvo presa hasta el jueves 4 de octubre, que el juez Alejandro Mora ordenó su libertad. Aunque está en libertad, aún no está resuelta su situación procesal.