Z salió esta mañana a recorrer su barrio, el Costa Esperanza, en el partido de San Martín, ahí nomás del por estas horas famoso “Puerta 8”, de Tres Febrero. A cada pibe que se cruzaba le preguntaba:
-¿Estuviste consumiendo esta semana?
-No, si no tengo plata.
Z piensa qué hubiese pasado si el desastre de la cocaína adulterada, que dejó 23 muertxs y más de 100 internadxs en diez municipios del conurbano bonaerense, hubiera estallado una semana después, cuando todxs ya iban a tener un mango en el bolsillo.
En el Costa Esperanza no hubo víctimas hasta ahora. Pero sí hubo muertxs e internadxs en varios de los barrios linderos de la cuenca Reconquista.
Z vive en la zona hace más de 20 años. El miércoles al mediodía estaba en el “8 de Mayo” y un vecino se acercó a preguntarle si había visto la tele. Le contó que estaban llegando pibes muertos a los hospitales de San Martín, Hurlingham y Tres de Febrero. Después se fueron juntando otrxs vecinxs que traían más noticias. Nadie entendía nada.
Cuando llegó a su casa prendió la tele y se activó su teléfono: mensajes y llamadas de vecinas que tenían familiares descompuestxs y no sabían qué hacer.
Una mujer -una de las “doñas”, como le dicen en el barrio a las jefas de hogar- vio a un muchacho desvanecido en la orilla del zanjón: estaba muerto. Llamó a la policía. Tardaron horas en buscar el cuerpo.
La escena se repetía en cada casa: pedían una ambulancia y no había. La policía les decía que no tenían patrulleros disponibles. Estaba todo colapsado.
Cuando entendieron lo que estaba pasando, Z. y otras referentas barriales se organizaron rápidamente: armaron un texto y lo circularon en los grupos de WhatsApp de los barrios.
Así fueron recibiendo mensajes y llamadas que pedían ayuda y se fueron organizando para llevar a lxs hermanxs, primxs, vecinxs hasta el hospital. En algunos casos, lo difícil fue convencerlxs: también circulaba por los chats la imagen de un patrullero levantando a un pibe. Y se corría bola de que la Policía andaba buscando a lxs que vendían.
En los chats de los referentes de organizaciones sociales y militantes también empezaron a caer mensajes de desesperación. “Estoy en el hospital, están llegando pibes muertos ¿alguien sabe que está pasando?”. “Hay un muerto tirado en la calle”.
Lxs vecinxs -referentes que prefieren no dar su nombre- dicen que transas hubo siempre. Pero nunca como ahora. Dicen que la pandemia y la crisis profundizaron la situación. Que el consumo subió y la venta se multiplicó.
En los barrios dicen que nunca fue tan fácil conseguir droga. Todxs saben dónde comprarla y, encima, como lo que más se consume es paco y crack, es más accesible, contaron a Cosecha Roja.
Narcomenudeo, soldaditos, transas, pibes que andan como zombies tratando de conseguir más. “Y la Policía sólo entra para cobrar coimas. Todxs lo vemos eso”, dicen.
Una escena que es una novedad y se repite desde el comienzo de la pandemia es la de personas que hacen fila en los bunkers para comprar droga. “Están ahí, como si fuera un kiosco. Todxs los ven y nadie hace nada”.
Lxs vecinxs conviven con la violencia cotidiana. Cuando salen a trabajar temprano se cruzan con lxs pibes zombies que les piden o les roban.
Enfrentan la situación como pueden y con el apoyo de organizaciones sociales: en los barrios de San Martín hacen acompañamiento comunitarios a pibes y pibas en situación de consumo, desde espacios como La Casa de la Mujer Kuña Guapa, La Casa convivencial Marabunta y El Teje.
Cuando matan a un pibe, a veces aparece la Policía y hace algún allanamiento. Si se abre una causa, la Justicia la toma como un caso aislado, a pesar de que cualquier vecinx puede contar que a su hermanx ya le pasó y que al primo también.
En los barrios también coinciden en esto: que se hayan muerto 23 personas no es novedad. La novedad es el motivo: lo de la droga adulterada nunca había pasado. Pero morir, mueren personas (pibes y pibas, sobre todo) de manera cotidiana. “Se matan a tiros por cualquier cosa”.
Cuando se llevan preso a alguien, siempre es un perejil. “Acá no están los narcotraficantes, acá están los transas. Si va preso alguno o lo matan, lo cambian por otro, no le importa a nadie”, dicen.
Durante la pandemia, se puso de moda una nueva: “Viene un transa armado y se te mete en tu casa y te echa, para quedarse a vender ahí”. Z. no lo creía cuando lo escuchaba de otros barrios. Hasta que lo vio con sus propios ojos.
Mientras desde el Ministerio de Salud bonaerense acaban de informar que la situación está “controlada”, en los barrios saben que esta noche y mañana y pasado todo seguirá igual. Sin cámaras de tv, ni ministros recorriendo los pasillos, ni policías allanando, ni fiscales interviniendo. Pero todo seguirá igual.