Un helicóptero, una pileta en una casa de lujo en una ciudad turística, alguien que filma y parece reírse con el resultado. El video ya se repitió miles de veces: tiraron un chancho desde el aire a la pileta del empresario Federico Álvarez Castillo, el dueño de la marca Etiqueta Negra.
¿Estaba vivo? ¿Lo habían comprado y les pareció gracioso bajarlo así? ¿Fue una excentricidad de millonarios sin corazón?
Después del repudio, el propio Álvarez Castillo dijo que le habían hecho una broma de mal gusto. Si fue así o no, a esta altura es un problema penal, anecdótico para el fondo del asunto.
Porque lo que hicieron con ese chancho es algo cultural. Se repite al infinito. La diferencia es que esta vez su carácter bizarro –el helicóptero, la pileta, la risa del que filma– hizo que se viralizara.
El ritual de sacrificar un animal o de torturarlo hasta generarle un trauma permanente tiene varios significados. En las religiones se suelen usar para establecer un contacto con el más allá.
En la cultura, la tortura del animal tiene que ver con otras cosas. Se usa para demostrar fuerza, ganar reconocimiento social y pavonearse. Quien domina a la fuerza al animal siente que absorbe su poder. La masculinidad al palo.
El ejemplo más extendido es la jineteada: consiste en montar un caballo, clavarle espuelas y pegarle con un rebenque hasta que el animal se entregue o despida al jinete. Ni siquiera se hace para domarlo: es un espectáculo de la misma naturaleza cruel que la corrida de toros.
¿Qué tipo de ritual es tirar un chancho desde el aire?
Es una demostración de poder de gente con mucho dinero sobre un ser indefenso.
Una metáfora que no necesita explicación.
