Foto: Mala Junta Facebook

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Es septiembre, el mes donde Bariloche recibe a la mayor cantidad de estudiantes. Dos amigas salen de uno de los boliches de la ciudad, abierto sólo para los futuros egresados. Se van junto a dos coordinadores antes de la hora pactada. Los cuatro caminan hasta el hotel Interlaken al lado del Centro Cívico. Tienen un encuentro sexual con los coordinadores en la habitación de uno de ellos. Al salir del cuarto, las sorprenden el coordinador general y otro coordinador de la empresa y las retan por haber salido antes del boliche. Las obligan a meterse al baño y se meten ellos también. Una de las chicas logra escaparse. A la otra la agarran de la cabeza, la obligan a arrodillarse y abusan de ella. Ella se resiste. Ellos no la escuchan. Cuando ve la oportunidad ella intenta salir del baño. Forcejean. Ella logra salir. Cuando le cuenta a una compañera el abuso, la respuesta es: “Esas cosas pasan, dejalo así”.

La escena consta en una denuncia que la víctima radicó en la Comisaría de la Mujer del partido de San Martín, con fecha de junio de este año. El abuso fue hace ocho años, en 2010, pero la mujer se animó a denunciarlo recién cuando otra chica del mismo partido bonaerense contó en las redes que había sido abusada por los mismos coordinadores pero en Villa Gesell, donde ellos trabajan durante el verano. “Estaba con una amiga y le pedimos a unos tipos que conocíamos por ser coordinadores, si nos podían llevar a donde nos estábamos hospedando. Después de muchas vueltas acepté ir con uno a su departamento para tener relaciones. Al poco tiempo entró a la habitación otro hombre y le pedí que se fuera. No aceptó y se metió a la cama y me abusó”, contó. A esos testimonios se les sumaron otros: “En Bariloche te venían a despertar y te toqueteaban o daban besos sin consentimiento”, “Estos tipos hacen sus “fiestitas”, “Te llevan con una mentira a donde están hospedados, querés estar con uno voluntariamente y aparece otro más en la habitación y te obliga a practicarle sexo oral”.

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Para los alumnos del último año de secundaria, Bariloche es el viaje soñado. Es el cierre antes de comenzar una nueva etapa. No son sólo montañas, esquí y el primer viaje sin los padres: también es fiesta y boliches.

En julio arranca la temporada alta y los famosos boliches “Grisu”, “By Pass”, “Genux” y “Cerebro” se abren sólo para los futuros egresados. Según un informe que publicó la secretaría de Turismo de Bariloche, el año pasado la ciudad recibió a más de 137 mil estudiantes. El 97 por ciento son estudiantes secundarios, es decir que en su mayoría son menores de edad.

Un clásico de los viajes de egresados es la dinámica de los boliches. Cada noche hay fiestas temáticas distintas: la bizarra, la noche de blanco, la de disfraces. Como la mayoría de los estudiantes son menores de edad, no pueden comprar ni tomar alcohol dentro de los locales. Por eso, también son un clásico las previas: los chicos compran el alcohol en los kioscos y antes de salir se juntan en grupo y toman en las habitaciones.

Los representantes de la agencia de viajes y el personal del hotel suelen hacer la vista gorda al consumo de alcohol. Tampoco nadie controla lo que sucede dentro de los boliches: coordinadores que abusan del estado de ebriedad de estudiantes, estudiantes que salen solas a la madrugada. Los casos de acoso y abuso se reproducen.

“Estamos armando una campaña de visibilización de violencia de género en boliches y bares para visibilizar e instaurar el tema de lo que ocurre en Bariloche. Estas semanas vamos a estar juntando testimonios de mujeres que hayan sufrido abusos en bares o boliches”, dijo a Cosecha Roja Mariana da Silva Évora de la Secretaría de niños, adolescentes y familia de Río Negro.

El Centro de Prevención de Adicciones, la Secretaría de niños, adolescentes y familia de Río Negro, el colectivo Al Margen, la agrupación feminista Mala Junta y el colectivo Lobo Suelto trabajan en conjunto par crear un protocolo para prevención de abusos. “La idea es que las mujeres que se sientan inseguras vayan a la barra del bar o boliche y pidan una determinada bebida, que sería un código secreto. Desde la barra pueden ayudarlas a salir o pedirles un taxi sin exponerlas”, cuenta Mariana.

El proceso no será fácil y llevará un tiempo. “La gente de Bariloche, los gerentes y dueños de boliches y bares y la Secretaría de Turismo tienen que entender que la violencia de género en la movida nocturna existe y es el momento de hacer algo al respecto”, dice.

“Llegás a Bariloche y estás “sola” a 1500 km de tu casa” dice Maru Castro, militante de la agrupación de Mala Junta. “Sufris un abuso y no sabes qué hacer. Por eso es importante que exista un protocolo, que no estés sola en ningún rincón del mundo. Eso también es el feminismo: tenernos”.