Diana Carolina Durán Núñez, El Espectador.-
La historia de Daniel El Loco Barrera no puede contarse sin cruzar los expedientes de la organización que lo patrocinó durante años y cuyos jefes fueron extraditados en el año 2010 a los Estados Unidos. La ola de delaciones que han derivado en que los máximos capos del narcotráfico hubieran sido arrestados en Venezuela o Colombia en los últimos dos años, entre esos Martín Llanos y Claudio Silva Otálora; o hubieran llegado a pactos con la DEA como el caso de Javier Antonio Calle Serna —el jefe del cartel del norte del Valle, más conocido como uno de los Comba—, tiene nombre y apellido: Luis Agustín Caicedo Velandia.
Detenido en Argentina en 2010 y de inmediato enviado a la Florida, Caicedo logró que la justicia norteamericana le diera sólo 10 años de condena a cambio de que entregara rutas de narcotráfico y los enlaces del que fue llamado el cartel de carteles tras el ocaso de las organizaciones de Pablo Escobar Gaviria y los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez. Esa mínima pena lo obligó a devolver al Estado colombiano US$114 millones y a prender su ventilador, y en su acuerdo con la justicia estadounidense quedaron consignadas sus obligaciones. El Espectador conoció ese documento.
Caicedo se prestó para grabar conversaciones con miembros de su organización ilegal y será testigo en varios juicios. La entonces fiscal de Nueva York y cazadora de ‘narcos’ Bonnie Klapper —hoy defensora de algunos narcotraficantes colombianos— le dio 246 alias de productores, distribuidores y transportadores de cocaína: Caicedo le ayudó a identificar a 126 individuos con nombre y apellido. Les envió, además, mensajes a sus antiguos socios para que se entregaran a las autoridades. E, incluso, ayudó a los norteamericanos a determinar quiénes estaban detrás de las amenazas que estaba recibiendo una fiscal de ese país.
Durante la audiencia de lectura del fallo de este ‘narco’, la defensa de Caicedo se sintió tan envalentonada, respaldada por la colaboración efectiva de alias Lucho en EE.UU., que solicitó cambiar sus medidas de reclusión: aislamiento las 24 horas del día y los siete días de la semana en una pequeña celda, sin televisión, con luces que nunca se apagan y una radio que sólo capta una emisora en español, 45 minutos de recreación ocasionales y salidas sólo para hablar con su abogado. El propio Caicedo admitió su arrepentimiento ante el juez James Whittemore, aceptando que en su primer año en EE.UU. había leído 77 libros de autoayuda.
Whittemore, sin embargo, no se conmovió con las condiciones carcelarias de Caicedo Velandia, replicando que esas eran las reglas de juego en el sistema federal. Habló del “impacto devastador” que la droga ha tenido en su país y de la cantidad de crímenes que se han cometido en su nombre. Destacó la cooperación de Caicedo, pero recordó que frente a él se habían parado decenas de hombres involucrados en la cadena del narcotráfico sin información para negociar con la justicia norteamericana, sentenciados a penas de más de 20 años: “Algunos de ellos morirán en prisión. La mayoría perderá contacto con su familia. Y usted debe cargar esa responsabilidad en sus hombros”, le dijo el juez a Caicedo.
El capo hizo un acuerdo con el fiscal Joseph Ruddy que se validó ante Whittemore. En esa corte quedó establecido que, sin lugar a dudas, la cabeza de la organización a la que también pertenecían El Loco Barrera y los hermanos Comba era Caicedo y que el cartel sacaba drogas principalmente por Venezuela, México y Haití. El fiscal Ruddy aseguró que el capo colombiano les había dado valiosa información a agentes antidrogas de varios países y alabó su “excelente” memoria. Muchos de los datos que Caicedo ha revelado han derivado en indictments (llamados a juicio) en los estados de Florida y Nueva York, todos mantenidos bajo reserva.
Para Estados Unidos, la organización criminal que Caicedo y El Loco Barrera erigieron era un blanco prioritario. Por esa razón, la Fiscalía estadounidense encontró de extrema utilidad que Caicedo Velandia ayudara a identificar y arrestar a un buen número de personas involucradas en el lavado de activos en Colombia, que habrían administrado no “millones, sino billones de dólares” en negocios ilícitos. Más importante aún, que con sus delaciones se pudieran construir los expedientes de tres capos de alto calibre, casi tan relevantes como el propio Lucho, que ya fueron llamados a juicio; así como de otras personas también con prontuario.
En el acuerdo con la Fiscalía que se legalizó el 11 de julio del año pasado, el fiscal Joseph Ruddy señaló que la seguridad de Caicedo y de su familia se ha visto en peligro desde que éste decidió cooperar con la justicia de EE.UU. Su familia fue trasladada a ese país al poco tiempo de su extradición y se espera que Caicedo —indicó el fiscal Ruddy— siga revelando datos para elaborar otros indictments en el futuro. En lo que respecta a El Loco Barrera, a él lo esperan dos cortes de Florida y una de Nueva York. En esta última enfrentará un proceso que también involucra a Caicedo Velandia.
Este fue el camino que, con sus confesiones, sembró Lucho para los capos de alto nivel de su organización que también tengan deudas por pagar en Estados Unidos, como es el caso de El Loco Barrera. Allegados de Barrera sabían de su desespero por entrar en contacto con la DEA antes de que lo atraparan y sus abogados esperan entablar una relación tan armoniosa con la justicia norteamericana como lo hizo Luis Agustín Caicedo Velandia. ¿Podrá Daniel El Loco Barrera, a quien el presidente Santos llamó “el último de los grandes capos”, esquivar de la misma forma la bala de pudrirse en una celda extranjera y recibir una condena que no sobrepase 120 meses tras las rejas?
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