Un proyecto de ley pone en riesgo el derecho de las mujeres a decidir cómo y dónde parir. El expediente 2070 D2018 tiene la firma de los diputadxs del PRO Carmen Polledo, Eduardo Amadeo y Sergio Wisky y se centra en las incumbencias de las licenciadas obstétricas. En síntesis,  restringe toda actividad relacionada al acompañamiento pre y post parto sólo a quienes tienen un título de licenciadas obstétricas.
Desde sus experiencias, cuatro mujeres (una doula, una usuaria, una partera y una puericultora) se juntaron para contar las razones por las que esta ley no tiene que ser aprobada.
violencia-obstetrica
Por Campaña Nosotras parimos, nosotras decidimos

Históricamente el cuerpo de las mujeres nos ha sido expropiado por un Estado misógino y patriarcal que busca controlar y dominar nuestra vida sexual y (no) reproductiva. Asumidas como envases, nuestros cuerpos son territorio en disputa. No solo recae sobre nosotras el mandato de reproducirnos sino que se nos impone una maternidad ligada al sufrimiento y el sacrificio que   inicia con partos violentos y traumáticos.

Mientras las organizaciones feministas luchamos por la soberanía de nuestros cuerpos, se debate el proyecto de ley 2070 D-2018 sobre el ejercicio profesional de lxs licencidxs obstétricxs que atropella nuestra autonomía, cercena derechos ya adquiridos tanto a usuarias como a trabajadorxs, y refuerza un modelo de atención intervencionista, vejatorio y ejecutor de violencia obstétrica. Pretende ser prohibitivo con otras disciplinas, restringiendo las elecciones y preferencias individuales de las mujeres y monopolizando servicios que no podrá cubrir ni satisfacer por el número reducido de Lic. en Obstetricia en relación a la cantidad de partos/nacimientos.

Todo lo anterior obstaculiza el acceso a la asistencia y consolida la relación desigual y autoritaria sobre las mujeres en los servicios de salud y en las prácticas médico-sanitarias. A continuación cuatro miradas sobre este proyecto.

Clarisa (Doula)

Soy Carisa, doula, soy presidenta de la asociación civil Doulas Comunitarias, formo parte de la capacitación de doulas Doulas Oxitosas y de la escuela de doulas Venir al Mundo.

La doula es una figura que surge de la necesidad de las mujeres de contemplar el costado emocional del parto y de la maternidad en sí. La doula es una mujer que trabaja para otra mujer entendiendo sus necesidades y sus preferencias. El sistema de salud actual se aboca, prioritariamente, a los síntomas que surgen de lo corporal. Sin embargo, es bien sabido que cuando una mujer va a parir, va con todo lo que ella es, su cuerpo, su mente y su psique, sus expectativas, sus necesidades y sus miedos. Y es aquí justamente donde la doula está presente. El modelo de atención propuesto por el sistema de salud hegemónico resulta incompleto, obsoleto y violento desde muchos aspectos

Según este proyecto de ley quedarían excluidas  del acompañamiento integral de la vida sexual y (no) reproductiva de las mujeres todas aquellas personas que no posean el título oficial de licenciadx en Obstetricia, convirtiendo la salud de las mujeres en potestad de profesionales concretxs ¿Y el derecho a elegir?  El mencionado proyecto de ley, desconoce la función de la doula (así como de varias otras especialidades como la puericultura, la psicología, la asistencia social, entre otras) como parte fundamental en la atención integral a la parturienta.

Nuestro trabajo se basa en acompañar  decisiones  basándonos en el respeto de cada mujer y de cada familia en el proceso del  nacimiento. Es siempre la mujer en primer lugar y luego su familia la que va a determinar nuestra presencia, de acuerdo a sus propias necesidades.

El rol de la doula busca sustituir el tejido social que ha desaparecido  como consecuencia de la industrialización del parto, que ha convertido a la mujer que va a parir en una “paciente”  solitaria en la sala de una institución médica. La doula  colabora con el profesional obstétrico que, debido a la masificación de los partos en las instituciones privadas y públicas, solo puede cumplir con la atención clínica del  proceso.

Violeta (Usuaria)

Soy una mujer sana, cursé un embarazo sano y mi hija fue una bebé sana.  ¿Por qué habría de ir a una institución médica a parir, territorio de la enfermedad y la patología, si puedo parir en mi casa con total seguridad, bienestar y respeto?  Parí en casa y elegí ser asistida en la totalidad del proceso por licenciadas en Obstetricia (parteras) como profesionales idóneas y autónomas. Se de su valor, su inmensa labor, su idoneidad y compromiso porque lo viví, porque como familia tuvimos la certeza  de que contar con su asistencia era, es y será la mejor decisión. Pero claro, elegí parteras que saben que sirven a la mujer, que su compromiso es garantizar nuestros derechos y favorecer nuestra autonomía, no parteras que sirven al Estado y a sus intereses patriarcales y misóginos.

La elección de un parto planificado en domicilio supone una intensa labor de búsqueda de información, de derribar mitos, de encontrase con miedos insospechados, de cuestionar el modelo dominante en salud y sobre todo de asumirnos protagonistas del proceso, entender que el proceso pasa en nosotras, por nosotras y gracias a nosotras y la última palabra es nuestra. Parir en casa fue uno de los actos de mayor soberanía y poder que he vivido. Poder sobre mi cuerpo, sobre el proceso que estaba viviendo y sobre las decisiones que fui tomando. Fui protagonista de una escena en la que mi hija y yo éramos las únicas imprescindibles. Lo hicimos juntas a nuestro ritmo, en nuestro tiempo. Tuve total consciencia de mi fuerza, mi potencia, mi libertad. Desplegué toda mi intensidad, fui sin miedo al “que dirán”, rompí en pedazos el “deber ser”, no fui buena, ni dulce, ni sumisa, ni acepté el sacrificio como prueba de mi valía materna, fui salvaje, poderosa y fuerte. Fui plena al encuentro con mi hija. Reí, lloré, grité, gocé y construí un poder que ya nadie puede arrebatarnos. Parir en casa es un hecho político y un ejercicio radical de autonomía.

Esa experiencia vital, transformadora y de gran poder, que trasciende el momento concreto del parto para instalarse como una forma de vida y de interaccionar con el sistema médico, es lo que este proyecto de ley pretende arrebatarnos a las mujeres. Nos dice que nos quiere sumisas, pasivas, en silencio, acostadas en una cama, con las piernas bien abiertas y los genitales expuestos, mientras lxs profesionales nos vigilan, controlan, realizan, dirigen y conducen.

Excluir el domicilio significa ante todo obligarnos a las mujeres a parir en los términos que el Estado  dictamina, una atribución abusiva y anticonstitucional. Y que nos afecta a todas por igual, más allá de donde elijamos parir, porque nos pone en manos de un modelo de atención que considera que arrogarse el derecho a decidir por nosotras es legítimo. Y por supuesto, nos forzaría a las mujeres que elegimos partos planificados en domicilio a parir en la clandestinidad. Gran ironía en un momento histórico en el que se debate el derecho al aborto seguro, gratuito y legal como garantía del ejercicio de nuestra autonomía.

Marina (Partera)

Soy partera universitaria recibida hace casi 20 años, egresada de la UBA. Desde mis épocas de estudiante, haciendo prácticas hospitalarias me impresionó la rutinaria intervención de los partos, la manipulación de procesos fisiológicos que resultaban en complicaciones o cortaban los procesos saludables siguientes al parto/nacimiento, necesarios para el bienestar y la sobrevivencia posterior. Y sobre todas las cosas, el maltrato hacia las mujeres. Sin oportunidades de elegir, sólo se les ordenaba de manera más o menos amable lo que tenían que hacer. “Sacate la ropa, acostate acá, pujá- ahora sí, ahora no”. Algo no estaba bien. La naturaleza estaba fallada o la interferencia en procesos espontáneos del cuerpo generaba alteraciones de la salud. En 20 años, todo sigue igual. Yo nací hace 40 años y mi madre cuenta que nací con la maniobra de Kristeller, y un recuerdo amargo de soledad, miedo, atropello. Igual que el presente.

En mi búsqueda, llegué a conocer parteras extranjeras de Estados Unidos, Alemania, Canadá. Y con ellas tomé conocimiento de leyes de ejercicio profesional que claramente expresaban que las parteras en Argentina desde el año 36 y 67 podíamos trabajar de manera independiente sin ser la colaboradora o asistente de medicxs, podíamos atender en domicilios particulares y en casas de partos, además del hospital. Vi parteras verdaderamente independientes, dedicadas por completo a las mujeres y familias que asistían, guardianas de la salud y respetuosas a ultranza de las elecciones de las mujeres, obligadas a informar de manera clara, precisa, completa y actualizada, garantes de sus derechos, no en el dicho, sino en los hechos. Vi parteras de más de 70 años, tiradas en el piso, en la oscuridad de una habitación, adaptándose a la mujer pariendo, en constante movimiento, dándole de comer a la mujer en la boca, secándole el sudor y reafirmándole en la belleza y el poder que mostraban en la ardua labor de traer un hijx al mundo. Y a la vez idóneas en reanimar a un bebé con dificultad respiratoria y controlar una hemorragia o prevenir una infección. Así quería trabajar en mi país. De la mano de las mujeres y familias. Por y para quienes existimos. Ya no más al servicio de la corporación médica y sus intereses.

Hace 15 años que trabajo como partera independiente de atención domiciliaria, único ámbito de ejercicio pleno y libre de subordinación al sistema médico, soy docente y capacitadora de este modelo de atención que garantiza las decisiones informadas de la mujer. En el pasado esto era una herejía, hoy es transgresor, pero al mismo tiempo es parte de un fenómeno social y mundial que puja cada vez más fuerte. Donde las mujeres están alzando su voz, visibilizando las violencias de género y haciéndose cargo de todo lo que atañe a su autonomía y soberanía con uñas y dientes.

Julieta (Puericultora)

Soy puericultora y coordinadora general de los servicios de puericultura de ACADP, asociación civil sin fines de lucro presidida por Laura Krochik que hace muchísimos años forma en nuestro país puericultoras para acompañar a las mujeres y sus familias en la etapa de la lactancia y crianza temprana.

Las puericultoras somos agentes de salud, acompañamos a las familias en distintos ámbitos, públicos, privados y también en domicilios particulares. Acompañamos allí donde se nos elige y se nos necesita, no imponemos nuestra presencia y creemos firmemente que el trabajo interdisciplinario que ubica a la mujer, su historia, sus decisiones, deseos y necesidades en el centro se traduce en bienestar, salud y autonomía para esa mujer, su hijx y su familia.

Podría escribir miles de líneas del rol de las puericultoras, pero la vivencia es siempre más contundente que la palabra y prefiero compartir un ejemplo concreto que describe perfectamente lo que hacemos.

En 2015 con la ACADP inauguramos, luego de mucho trabajo previo, el servicio de Puericultura en la Maternidad Estela de Carlotto (MEC), maternidad abierta, pública y gratuita, situada en el conurbano bonaerense. En la Maternidad la figura de las obstétricas es central, así y todo esa institución modelo en nuestro país y en el mundo decidió la implementación del servicio para garantizar la mejor atención posible de las mujeres y sus hijxs. Esta decisión y el trabajo interdisciplinario logró que el índice de abscesos mamarios de la maternidad se modificara drásticamente, antes de la llegada de las puericultoras la MEC reportaba  un absceso mamario por semana y luego de la implementación del servicio ese indicador se redujo a cero, además de la mejora de otros indicadores afines.

Pero más importante aún, la incorporación del servicio se traduce concretamente en una  figura de acompañamiento con una mirada específica que vela, en conjunto con el equipo de salud integral por el  bienestar físico, emocional y psicológico de las mujeres y sus hijxs.

Generar espacios habilitantes de las elecciones y deseos de las mujeres, trabajar desde una perspectiva de género y de derechos con una mirada desde la fisiología es el aporte que podemos brindar desde nuestra profesión, siempre apostando al trabajo en equipo y jamás ocupando lugares que no corresponden, es una de las premisas básicas del lugar en el que me formé y en el que ahora, en calidad de docente transmito esta pasión a otras.

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Lo que para lxs profesionales de la salud y lxs legisladores es solo un campo de trabajo y una lista de incumbencias, para nosotras es nuestra vida y nuestros cuerpos descarnados en un papel. No están legislando en abstracto, ni solo para lxs profesionales en cuestión, está legislando sobre nuestra autonomía y nuestra salud.

¿Con este proyecto de ley se busca seguir dándole atribuciones y legitimidad al sistema médico para que continúe vulnerándonos y violentándonos sistemáticamente? ¿O por el contrario se trata de fortalecer a las licenciadas en Obstetricia para que sean garantes de nuestros derechos? Ese es el eje de la discusión. Una discusión que es peligroso darla sin la voz de las mujeres como factor decisivo. Nosotras, en calidad de protagonistas, tenemos mucho para decir, de hecho, tenemos la última palabra, porque lo que aquí se juega es el ejercicio de nuestra autonomía y soberanía y el pleno acceso a nuestros derechos.