Las RadFem, el sector que tensiona al feminismo por su rechazo hacia las personas trans

Apelan a la biología y se reivindican como “hembras de la especie humana” para negar la identidad de género autopercibida y el trabajo sexual. Sus acciones en contra de las personas LGTBIQ+ y las alianzas con los sectores antiderechos.

Las RadFem, el sector que tensiona al feminismo por su rechazo hacia las personas trans

13/05/2022

Por Martín Paoltroni en el suplemento La Cazadora

Al principio fueron algunas voces aisladas que cuestionaron la participación de travestis y trans en las asambleas feministas. Después, un grupo de académicas y profesionales, en representación de las “hembras de la especie humana, seres humanos y personas adultas del sexo femenino”, presentaron un recurso de amparo en la Justicia para cuestionar las preguntas sobre el género en el censo 2022. En Rosario, durante la última marcha del 8M, una columna se apostó decididamente detrás de las travestis y de las trabajadoras sexuales con la firme intención de realizar un ejercicio de provocación.

A esto se suma la doble convocatoria para este año en San Luis: en octubre se realizará un Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No Binaries; y en noviembre un Encuentro Nacional de Mujeres, que rechaza la participación de las disidencias sexuales. ¿Es que el feminismo radical regresó definitivamente a la acción territorial con consignas que apelan a la biología como único destino? ¿Cómo se vinculan estos grupos con las expresiones reaccionarias de Javier Milei, Viviana Canosa o Amalia Granata? Frente a esos interrogantes, La Cazadora salió en busca de algunas pistas para entender qué sucede en torno al movimiento cuyo discurso gana adeptos en un complejo entramado político.

Las hembras de la especie humana

Para el feminismo radical, el patriarcado es el único o el principal sistema de opresión, leído en términos de varones sobre mujeres, y plantea la abolición del género en tanto constructor de los principales estereotipos sobre los que se basa la desigualdad. La activista lesbiana María Luisa Peralta señaló en 2018 en un artículo para la revista La Tetera, que las RadFem consideran al “sexo como una materialidad observable y al género como construcción, una ficción patriarcal, pero sin embargo tienen una visión determinista: una vez que debido al sexo se pertenece a un género, no es posible que las personas manifiesten otra vivencia personal”.

Esta visión plantea, en términos generales, la exclusión del feminismo de las personas travestis o trans por la portación de genitales (ni hablar de maricas o identidades feminizadas), reafirmando la perspectiva binaria del género y reduciendo la mirada a una cuestión estrictamente morfológica. De ahí la popularización del acrónimo TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminist) cuya traducción al español es “Feminista Radical Trans Excluyente”. Peralta sostiene que esta posición supone la existencia de una especie humana con una “dicotomía sexual marcada, estable y casi universal”, y que niega al resto de las características sexuales agrupadas que podemos identificar dentro de la intersexualidad.

En la línea del pensamiento TERF, varones y mujeres se constituyen como grupos homogéneos cuya única configuración posible es la de victimarios y víctimas. En esta lógica, el objetivo central es forjar alianzas internas dejando de lado cualquier variable que intervenga en la experiencia del ser mujer, tales como la clase, la racialización u orientación sexual. “Es necesario que cada grupo antagónico, el de las oprimidas y el de los opresores, sean entidades absolutas, sin fisuras, sin contaminaciones, sin existencia de otros grupos que no participen del antagonismo ni que lo hagan complejo, multilateral o lo atenúen de alguna forma”, destaca María Luisa.

Desde esta perspectiva, no solo existe un rechazo explícito al movimiento LGTBIQ+, sino también a los grupos de mujeres, travestis y mariquitas que se reconocen como trabajadoras y trabajadores sexuales negando la posibilidad de decisión sobre el propio cuerpo a través de un ejercicio deliberado que busca confundir autonomía con esclavitud sexual y trata de personas. Aunque menos conocida, la denominación SWERF (Sex Worker Exclusionary Radical Feminist) da cuenta de esta posición y se traduce como “Feminista Radical Puta Excluyente”. En Argentina, la tradición abolicionista de la prostitución tiene una gran cantidad de adherentes, aunque estos grupos no estén necesariamente vinculados.

Un peligro real y concreto

“En general todas hicimos la lectura de que eran un grupo de pendejas en twitter que no tenían demasiada importancia”, dice Marce Butierrez para graficar la primera reacción que generó el surgimiento de grupos que se identificaron públicamente como RadFem. Pero esa mirada se disipó rápidamente frente a situaciones que prendieron una luz de alarma en el activismo transfeminista. El caso más emblemático fue el recurso de amparo presentado por un grupo de mujeres pidiendo eliminar las categorías mujer, mujer trans, varón y varón trans como identidades de género en las preguntas del censo.

“Cuando Vanina (Escales), la directora de LATFEM, me mandó un primer mensaje diciéndome «existe la intención de un grupo de presentar un recurso de amparo», yo no le puse mucha atención pero quedé alerta. Cuando se presentó, se le dio lugar y pasó a otra sala dije: «bueno, entonces acá sí hay un peligro real y concreto»”. La joven asegura que estas señales reflejan la posibilidad de un retroceso que puede estar a la vuelta de la esquina. “Una de las grandes ficciones que habitamos es pensar que Argentina es un país sumamente progresista, de avanzada en materia de la cuestión trans, LGBT y que no existe posibilidad alguna de retroceso, y eso no es así”.

Para Butierrez, antropóloga, travesti e investigadora feminista queer, el caso del censo es particularmente grave y preocupante porque se trata de “personas que están en la Universidad de Buenos Aires, en CONICET, que están en el Consejo Asesor del Ministerio de Mujeres y que tienen una inserción institucional que las hace claramente más influyentes y sumamente peligrosas”. Además, los antecedentes a nivel mundial hablan sobre una corriente fortalecida en términos estratégicos y programáticos con figuras de alto perfil. Tal es el caso del canadiense Jordan Peterson y su discurso anti trans.

“Yo creo que eso se va a ir profundizando, de hecho, está la cuestión del Encuentro Nacional de Mujeres, que existen hoy dos convocatorias y claramente la razón que divide las aguas dentro de ese encuentro es la cuestión trans y de las disidencias sexuales, es decir, qué participación se les va a dar. Lo que está en discusión es el sujeto del feminismo”, indica Butierrez y subraya la necesidad de ejercitar la memoria como una herramienta política para evitar posibles repliegues: “Es muy fácil que esta realidad que tenemos se quiebre en un corto plazo de tiempo”.

Antiderechos, libertarios y RadFems

A priori, la vinculación entre los sectores antiderechos ligados al catolicismo o a las iglesias evangélicas con las RadFem parece alejada por la cuestión del aborto. Sin embargo, tras su legalización en el 2020, quedaron sobre la mesa dos aspectos que los involucran decididamente: los derechos de las personas travesti, trans, intersex y no binaries, y la legalización del trabajo sexual. De ahí el eco que tuvieron rápidamente las declaraciones trans odiantes de Amalia Granata, Viviana Canosa o Flavio Azaro, al plantear falsamente la noción de privilegio en un sector de la comunidad LGTBIQ+.

“En España las TERF están aliadas con la peor podredumbre de los espacios políticos”, alerta Marce Butierrez y cree que la posibilidad de una alianza con el espacio que lidera el economista ultra liberal Javier Milei no es una quimera. “Canosa el otro día hablaba de la «mujer verde» y plantaba esta línea divisoria entre las mujeres que participamos del feminismo y las mujeres que tienen otro tipo de preocupaciones. Yo creo que ahí es donde está la posibilidad de conectar cosas”, asegura. También repara en la enorme cantidad de seguidoras que tiene el feminismo abolicionista de la prostitución en Argentina.

“Esa actitud súper policíaca y de tutelaje sobre el cuerpo de las trabajadoras sexuales es claramente la expresión de que hay mujeres que se sienten más que otras mujeres. Y creo que ese es el pensamiento que está de fondo: las TERF creen que existen mujeres que son más que otras y que existen mujeres que son verdaderamente mujeres, entonces me parece que ahí está el germen”, asegura. También considera que el feminismo en Argentina tiene que darse alguna vez la posibilidad de discutir ese tema “aunque nos tengamos que sacar los ojos”.

En esta línea, sostiene que es necesario revisar algunas estrategias en función de la avanzada reaccionaria que viene corriendo los márgenes de discusión hacia temas que ya creíamos saldados. “Como espacio político hemos perdido mucha perspectiva de clase, tenemos que empezar a dialogar con la sociedad que constituimos”, apunta. Para la investigadora, es necesario reconstruir el vínculo con las personas que no están en los ámbitos militantes y enfocarnos en temas estructurales. “Podemos tener una ley de cupo laboral trans pero si no hay trabajo en el país ¿de qué sirve una ley de cupo laboral trans?”.

En relación al panorama político, Butierrez considera que la derecha de Milei es tan radical que algunas expresiones del conservadurismo más tradicional, tal es el caso de Horacio Rodríguez Larreta, aparecen como opciones menos dañinas en el pensamiento de algunas personas: “Hay gente que empieza a ver con simpatía a Larreta porque parece una opción neutral. Yo creo que es un juego muy bien pensado y en esa ecuación el feminismo tiene todas las de perder, porque me parece que no hemos sabido construir un apoyo más popular”.

Por eso, Butiérrez insiste en la urgencia de romper algunas burbujas y poner en pausa algunas batallas que suceden en el terreno de lo discursivo. “Nuestra disputa no es por el discurso, por cómo se nos nombra, quizás es una lucha que tenés que dar cuando tenés la holgadez del 2012”, señala. “Me parece que hay que entrar más en diálogo con la compañera de a pie, con la compañera que está en Constitución, en Palermo, o en cada una de las zonas rojas del país y que están pasando una realidad que nada que ver con nosotras”.