Por Carina Ortíz – El Ciudadano.-
“No dejó que le sacaran su presa, su mujer, su objeto. La mató porque Romina era suya”, dijo la fiscal Cristina Herrera en el alegato de apertura del juicio oral que enfrenta un hombre de 64 años que mató de 25 puñaladas a su ex pareja en San Lorenzo, a principios de 2013. Para la funcionaria, Miguel Ángel Pastorutti tuvo pleno dominio de la situación. Preparó y esperó el momento del ataque. Cumplió con sus amenazas previas y le quitó la vida no sin antes prenderla fuego. Herrera pidió prisión perpetua para el acusado de femicidio. No pasó por alto la falta de intervención estatal ante el pedido de ayuda de la víctima. Romina Saavedra hizo al menos dos denuncias formales contra el agresor. Del otro lado, la defensora oficial dijo que su cliente sufrió un trastorno mental transitorio y solicitó la absolución. A renglón seguido, Pastorutti pidió perdón: “Yo nunca en mi vida hubiera querido que pase esto. Uno no nace para esto. La amaba con toda mi alma”. Sus palabras fueron opacadas por los familiares de Romina: contaron la insistencia del hombre para retomar una relación terminada, el miedo de ella y los celos del acusado.
Para Herrera, el acusado se aprovechó de la vulnerabilidad de Romina. Una mujer de 32 años, con 4 hijos. Del seno de una familia humilde, comenzó a relacionarse con Pastorutti. Estaba separada del padre de sus hijos y buscaba trabajo, contó el padre de la víctima. Empezó a hacer tareas de limpieza en lo de Pastorutti. La relación creció y duró unos dos años hasta que ella se cansó. El padre le dijo que se quedara en su casa. Allí estaban por techar una pieza con un baño para Romina, pero el proyecto quedó trunco.
Familiares contaron que no la dejaba tranquila. Cuando sabía que estaba en la casa paterna se presentaba en la puerta y no paraba de tirar piedras y molestar, dijo que su padre. Llamaban a la policía, lo corrían y al rato volvía. Nunca se lo llevaban preso. Romina tenía mucho miedo, decía que Pastorutti la amenazaba, la maltrataba mucho, le tenía asco, afirmó. El comportamiento del acusado fue un dato inequívoco en las declaraciones de los familiares. Un hijo de Romina dijo que le hacía problemas por todo; su hermana contó que la seguía hasta el baño para que no se comunicara con ella. No podía mandar mensajes. Romina lo denunció en dos oportunidades pero no obtuvo respuestas
La fiscal explicó que la obtención del pago de la Asignación Universal por Hijo envalentonó a Romina. Dejó la casa de Pastorutti. La separaban solo 3 cuadras de su ex pareja. La mañana del 9 de diciembre de 2013 salió a hacer un trámite al Registro Civil. Su padre le advirtió que fuera por otra calle para no pasar por la casa del acusado. La miró tres cuadras y entró con su nieta a la casa. La hipótesis de la fiscal es que Pastorutti la estaba esperando. Hay vecinos que dijeron que la llevó de los pelos hasta su casa, en Neuquén 914, otros con un cuchillo. La fiscal no descartó que la llevara engañada diciendo que le devolvería los documentos de sus hijos.
En una pieza que hay detrás de la casa del acusado dormía un hijo de Romina, un sobrino –los dos de 13 años– y su hermana. La fiscal dijo que Pastorutti metió a Romina en la casa, trabó las puertas y abrió el gas. Su familia escuchó gritos. Hubo fuego. El chico reconoció la voz de su madre y su sobrino se subió al techo pero no lograban entrar. Pidieron ayuda a los vecinos, contaron.
Dos mecánicos llegaron con una masa de voleo. Abrieron la puerta. Los testigos vieron a Romina en el piso, con la mitad del cuerpo quemado. Del interior de la casa volaban, entre las llamas, botellas y latas para evitar el ingreso, dijo uno de los chicos. Uno de los mecánicos entró y logró agarrar a Romina de los pies. Sacó la mitad del cuerpo de la mujer a la vereda pero Pastorutti se arrojó sobre ella. La apuñaló delante de la mirada atónita de los vecinos y la familia. Usó una cuchilla de mango blanco, tipo carnicero, de 20 centímetros de hoja. Inexplicablemente la prueba fue destruída, según se expresó en el juicio, y la fiscal pidió la incorporación de la evidencia por foto.
Luego de matarla, Pastorutti corrió hacia la pieza. Cuando la policía lo sacó en una camilla le gritaba al padre y a los hijos de Romina que tenían la culpa. Les dijo que los iba a matar a todos, contaron.
“Locura temporaria”
La defensora oficial Liliana Álvarez dijo que su cliente sufrió trastorno mental transitorio. Para ella tuvo una incapacidad para dirigir sus acciones y no cometió el crimen en forma voluntaria. Pidió la absolución. Dijo que los hechos no ocurrieron cómo los dijo Fiscalía y puso en duda cómo se inició el fuego. Cuestionó la figura penal elegida por Fiscalía – homicidio triplemente calificado por el vínculo, alevosía, femicidio y tres hechos de amenazas– , un terreno fangoso al cuestionar la agravante de violencia de género. Dijo que la víctima no estaba aislada, no había dominio ni celos patológicos. Sobre las amenazas, refirió que no hubo testigos. Finalmente habló de Pastorutti. Dijo que es un hombre sufrido y trabajador, que perdió su primera mujer por una enfermedad y la segunda se fue con su hijo.
La declaración
Pastorutti habló. “Yo nunca en mi vida hubiera querido que pase esto. Uno no nace para esto. La amaba con toda mi alma”. A punto del llanto, dijo que hizo muchas cosas malas en su vida y aclaró que siempre ayudó a la familia de Romina a pesar de que le hicieron cosas malas. Pidió perdón y dijo: “Esos chicos fueron violados, uno fue asesinado, y eso no lo voy a callar”. En ese momento su defensora pidió un cuarto intermedió. Luego de diez minutos de entrevista personal con su defensora, Pastorutti se llamó al silencio.
El debate, presidido por los jueces Ismael Manfrín, Edgardo Fertitta y Julio Kesuani, continuará este jueves al mediodía.