Cosecha Roja.-
Hace veintidós años que Rosa Bru busca a su hijo Miguel, un estudiante de periodismo torturado y asesinado en la comisaría novena de La Plata en 1993. Esta mañana un equipo de Gendarmería encabezó un operativo con georadares para revisar una casa en 10 y diagonal 77, que está por ser demolida para hacer un edificio. Es la pista número treinta y siete desde que desapareció el joven. “Es triste, es necesario y da bronca porque hay cinco personas que saben dónde está Miguel y no lo dicen”, dijo a Cosecha Roja Rosa.
Para la presidenta de la Asociación Miguel Bru, cada una de las otras 36 veces que estuvieron detrás de una pista fue “duro”. Y cada una fue distinta a las demás. Recuerda en particular una en Punta Blanca, donde habían dejado la ropa y la bicicleta del estudiantes. “Esa fue más cerca de la fecha de desaparición y teníamos menos camino recorrido”, contó.
Otra que se le aparece sin pensar es la del canal del puerto de La Plata: “Allí había tambores con cemento y cada vez que sacaban uno y rompían, yo sentía que me partían el corazón”. La última búsqueda fue hace casi cuatro años. “Siempre da expectativas, esperanzas, pasan mil fantasmas por la cabeza y, aún así, no me puedo imaginar cómo sería encontrarlo”, contó.
La pista que inspeccionaron hoy llegó como un rumor de un joven que se acercó a la familia Bru. “En 10 y 77 hay una casa que está abandonada, adentro hay un Falcon, ahí tienen algo que ver con Miguel Bru”, le había dicho una mujer al muchacho. Él se puso a investigar, pasó varias veces por el lugar y nunca vio nada. Hasta que un día apareció la camioneta a la que se refería la señora. Lo inquietó el recuerdo de aquella conversación y llegó con la información hasta la fiscalía y a la puerta de Rosa y su marido.
Los vecinos de la casa de 10 y 77 le contaron hoy a Rosa que los que la habitaban nunca dejaban entrar a nadie. “Esta mañana, mientras estaba ahí, pensaba que hay momentos en los que siento mucha bronca porque esas cinco personas saben dónde está Miguel y no hacen nada para colaborar, incluso aunque eso los favoreciera. Ya no hay nada para investigar, nadie más va a ir preso, no hay instrucción penal. Incluso ofrecimos reducir las penas cuando estaban detenidos”, explicó.
El jefe del operativo le explicó a la familia que en esa casa abandonada no hubo excavaciones. Y que si hubiera habido, por ejemplo, un pozo de agua y lo hubieran tapado, con los georadares se habría notado la anomalía en el piso. La tecnología que utilizaron, además, abarca hasta dos metros de profundidad. Rosa no se quedó tranquila. Espera hasta el próximo miércoles, cuando comiencen los rastrillajes. Mientras, el lugar quedó en custodia de caballería. “Lo más importante para mí es saber dónde está Miguel”, dijo.
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En 1993 Miguel Bru denunció que la policía había allanado ilegalmente su casa. Desde ese día las amenazas y las persecuciones no cesaron. El 17 de agosto de ese año cuidaba la casa de unos conocidos camino a Magdalena. Por algunos meses ese fue el último rastro que tuvieron de él sus compañeros. Miguel había desaparecido. Nadie quería creer en la hipótesis de que la policía estuviese involucrada.
Con el correr de los días se fueron abriendo distintas puertas, distintos relatos y entonces lo supieron: Miguel había sido torturado y asesinado en la comisaría novena. Fueron algunos de los detenidos esa noche en la comisaría quienes con sus testimonios ayudaron a que sus asesinos fueran encarcelados.
Dos policías bonaerenses fueron condenados a cadena perpetua por el asesinato de Miguel: Walter Abrigo y Justo López. Uno de ellos murió y el otro -después de negarle dos veces la condicional- fue liberado. El pacto de silencio que trazaron esa noche los bonaerenses de la comisaría novena no tuvo ni tiene una sola grieta. Nada se supo del cuerpo de Miguel.
Fotos: Carlos Carmerle / Télam
Nota publicada el 8/10/2015
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