Cosecha Roja.-
David y otros treinta compañeros tenían planeado reabrir el búnker recuperado en Villa Banana, Rosario, el sábado a la mañana. Iban a retomar las actividades del centro comunitario “Comunidad Rebelde” después del asesinato en febrero de Javier Barquilla, hermano de una militante. Pero esa madrugada, David caminaba cerca de la canchita de fútbol cuando pasaron dos hombres en una moto y uno de ellos disparó. Le dio en el cuello y la bala se alojó atrás del tórax. Sigue internado en estado crítico. Los vecinos dicen que los dos crímenes los cometió la banda de Pandu. “El ataque no es casualidad, se meten dentro de las casas de los vecinos, amedrentan, amenazan y se llevan vidas impunemente. Operan bajo la lógica del miedo y el terror, como en todo Rosario”, dijo a Cosecha Roja Carolina Vicente, de Comunidad Rebelde.
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Para Vicente, “los tiempos de la justicia terminan en compañeros caídos”. David tiene 29 años y es militante de la Cuba MTR. Quedó internado en el Hospital de Emergencias Dr. Clemente Álvarez en estado delicado. El fiscal Ademar Bianchini investiga el caso bajo la carátula de “tentativa de homicidio”. Fuentes judiciales confirmaron a Cosecha Roja que la Policía de Investigaciones (PDI) está juntando información para ver si la hipótesis de la banda que denuncian los vecinos se confirma.
Según contaron desde la organización, David había retomado la escuela, estaba haciendo cursos de oficios y trabajaba en el potrero armando un equipo de fútbol. Además ayudaba en el barrio para alejar a los jóvenes de las bandas criminales. “Los bunker son atendidos por pibes como cualquier otro, con necesidades. Lamentablemente, cuando no hay oportunidades, el narcotráfico se las da: les da un trabajo, plata, droga y un arma”, dijo Vicente.
La periodista Silvina Tamous escribió en El Ciudadano: “aunque en la última década la ciudad creció por el impulso de la siembra de soja y la construcción de edificios lujosos, los pibes sólo pueden aspirar a ser albañiles o jardineros. Algunos se alistan como policías o gendarmes. Muchos se niegan a seguir ese camino o lo combinan con el delito, una forma de vida más rentable pero más directa hacia la muerte”.
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El asesinato de Javier Barranquilla, en febrero, “fue el primer cachetazo” que recibieron los militantes de Comunidad Rebelde. Era un albañil de 37 años que el 2 de febrero salió de la casa en Triángulo -una zona dentro de Villa Banana- porque escuchó que su cuñado se peleaba con unos pibes que le habían desvalijado la casa. Quiso defenderlo pero le pegaron un tiro y no sobrevivió. Una vecina del barrio le contó al diario El Ciudadano que Pandu entró a su casa armado buscando al cuñado de Javier, que no lo encontró y se fue. Después escuchó cuatro disparos y vio a Javier tirado en el piso. “Sé que contando esto me gano la tumba. Pandu quiere manejar todo el barrio”, dijo la mujer.
Las amenazas las reciben “los que ven y los que saben”, dijo la militante. La familia de Javier se tuvo que mudar del barrio por miedo: los vecinos contaron que el propio Pandu se mete en las casas “a punta de pistola” para amedrentar. El objetivo es que se asusten, se vayan y quede el espacio libre para usarlo como bunker.
El día del crimen fueron a dos comisarías: la 13 y la 19. En la primera no quisieron tomarles la denuncia. En la segunda, lo hicieron pero no anotaron el nombre de Pandu y sí el de un soldadito que también estaba en la escena del crimen. Los militantes del búnker recuperado y de Cuba MTR denunciaron la complicidad de la policía y la lentitud de la justicia durante todo el mes. Y el sábado quisieron reabrir las puertas del centro pero “la misma banda narco que se llevó a Javier, con toda la impunidad, se metió con David”, dijo Vicente. Pandu, a quien los vecinos apuntan como el líder de la organización, tiene pedido de captura por el asesinato de Javier.
La organización Comunidad Rebelde nació en 2012, cuando derrumbaron, junto a los vecinos, un búnker de venta de droga. “Los vecinos decidieron en asamblea aprovechar el espacio para que los narcos no vuelvan”, contó Vicente. Algunos de los soldaditos -el último eslabón de la cadena del narcotráfico que atienden los lugares donde se vende- fueron quienes lo tiraron abajo. “Lo que nosotros hicimos le correspondía al Estado”, dijo Vicente.
Foto: El ciudadano
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