Cosecha Roja.-
El viernes a la tarde, un día después del enfrentamiento narco en el que fueron heridos tres militantes del Movimiento Evita en la zona noroeste de Rosario, Ramón Ferreyra -padre de dos de ellos- fue amenazado por soldaditos de una de las bandas. Su hijo le había dado a la policía los nombres de todos los responsables y él había amenazado con denunciar al jefe de la seccional por complicidad con los narcos. Esa misma noche, la familia Ferreyra abandonó el barrio.
Ramón Ferreyra tiene 45 años y hace 21 que vive en el barrio Nuevo Alberdi, en la zona noroeste de Rosario. El viernes, después de pasar la tarde visitando hospitales, volvió a su casa con un grupo de compañeros del Movimiento Evita. Allí, el día anterior, Carlos y Ariel Ferreyra y Gastón Arregui, los tres militantes del Evita, fueron baleados por un grupo de soldaditos narco.
Cerca de las 7.30 de la tarde, dos hombres que se movían en una moto enduro golpearon la puerta de la casa de Ramón. El hombre estaba sólo. Hacía diez minutos que se habían ido los compañeros.
– Ferreyra, ¿podemos hablar un minuto con vos?- preguntó uno de ellos. Ramón los reconoció al instante. Según contó a Cosecha Roja el hombre, eran soldaditos del búnker de Liliana Montenegro, “La Gorda”, una vecina del barrio que fue expulsada del Movimiento Evita cuando sus compañeros descubrieron que vendía droga. Los dos muchachos –dijo Ramón- habían estado la tarde anterior en los tiroteos.
-¿Sobre qué tema?- contestó Ramón.
-¿Podemos pasar?
Los tres se sentaron a charlar en unos banquitos en el patio de la casa. Según contó Ramón, uno de los jóvenes sacó una 9mm y se la apoyó en la sien.
-Nos enteramos que vos nos querés denunciar al jefe- le dijeron-. Llamalo al Chino Rosua y decile que vas a levantar todas las denuncias.
Ramón llamó a Fernando Rosúa, ex concejal y dirigente del Evita, y le dijo que iba a retirar todas las denuncias. Un par de horas más tarde, sobre el filo de la medianoche, juntó a toda su familia –14 personas en total- y se fueron del barrio.
Para el padre de los chicos baleados, la policía está detrás de estas amenazas. Esa tarde, previo a la visita de los transas, Carlos, el hijo mayor de Ramón declaró ante policías de la subcomisaría 2ª y dio el nombre de sus agresores. Esa misma tarde, también, en una charla informal con un grupo de policías, Ramón se quejó de la complicidad de la subcomisaría con los narcos y amenazó con denunciar al subcomisario Marcelo Mendoza. En esa conversación, el hombre deslizó el nombre del Chino Rosúa.
“¿Cómo se enteran de todo eso los narcos?”, se preguntó Ramón. “Hay una comunicación directa con la policía”, se quejó.
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