Sebastián Ortega – Cosecha Roja.-
El hermano de uno de los tres militantes asesinados a principios de año en Villa Moreno, en la zona Sur de Rosario, fue víctima de una balacera en la puerta de su casa. Por el ataque fueron apresados dos hermanos del “Negro” Ezequiel Villalba, un transa del barrio que cumple prisión domiciliaria por la masacre de año nuevo.
Roque Suárez, el “Keko”, tiene 34 años. Detrás de la casa en la que vive junto a su mujer, Ludmila, y sus dos pequeños hijos, está la canchita de fútbol del Club Oroño, donde en la madrugada del 1º de enero su hermano Claudio “Mono” Suárez, de 19 años, fue asesinado a balazos junto a Jeremías Trasante, de 17, y Adrián “Patón” Rodríguez, de 21, los tres militantes del Movimiento 26 de Junio (Frente Popular Darío Santillán).
A 30 metros de la casa de los Suárez suele haber dos o tres patrulleros. Día y noche, estacionados sobre calle Moreno, con sus faros apuntando al terreno que linda con el club. Por allí, alrededor de la una del mediodía, pasó el “Keko” junto a su mujer y al hijo menor de ambos, que viajaba en un cochecito empujado por su madre. Al llegar a la esquina se cruzaron con Claudio y Hector Villalba, hermanos de Ezequiel “El Negro” Villalba, miembro de una de las bandas que se disputa el control de la zona para la venta de drogas.
El “Negro Eze”, antes de entregarse, vivía a una cuadra y media de la canchita, en una casa con un portón verde despintado a balazos. Según fuentes judiciales, es un conocido transa de la zona, que además robaba motos y autos para la policía. Hoy –aunque no son pocos los vecinos que denuncian verlo deambular por el barrio- cumple prisión domiciliaria, acusado de ser uno de los autores de la balacera al auto de Maximiliano Rodríguez, hijo del jefe de otra de las bandas que opera en el territorio.
En venganza por aquella balacera, el primero de enero, el padre del joven, Sergio “El Quemado” Rodríguez, juntó a cinco pibes de su grupo y con una ametralladora FMK3 -que dispara 650 balas por minuto-, una pistola 9mm y un chaleco antibalas ingresaron en el club y, pensando que se trataba de Villalba y sus amigos, liquidaron a los tres militantes.
Tres días antes de los sangrientos festejos del año nuevo, Facundo Osuna, amigo de la infancia del “Negro Ezequiel”, había sido baleado en la puerta de su casa por dos jóvenes. En su testimonio ante el juez que lleva adelante la causa por el triple crimen, la víctima responsabilizó a Maxi Rodríguez y a Gerardo “Jeta” Mansilla. Esa declaración fue la que permitió ligar la masacre de Villa Moreno con los enfrentamientos entre transas.
El mes pasado, Osuna fue asesinado de cuatro disparos a pocas cuadras del lugar. Para los familiares de los militantes asesinados se trató de un intento por “silenciar forzosamente” a los testigos.
En el mediodía de ayer, al ver pasar al “Keko” Suárez, los hermanos del “Negro Ezequiel” se alteraron. “Vení a pelear, puto. Dejá de batir la cana, piquetero muerto de hambre”, le gritaban. Piqueteros, en el barrio, es como llaman chorros y transas a los militantes del Movimiento 26 de Junio y sus familiares. Roque rechazó la invitación, como otras tantas veces lo hizo desde que mataron a su hermano. Los Villalba respondieron con una lluvia de piedras.
Una vez en casa, Ludmila se puso a cocinarle al pequeño y su marido salió a la puerta. Desde allí vio venir a los dos hermanos en contramano a bordo de una moto. Conducía Claudio, el “Cabezón”; Héctor, el menor, empuñaba un revólver de grueso calibre. La víctima alcanzó a arrojarse detrás del Peugeot 504 que estaba estacionado en la puerta y así evitó que los cinco balazos -que pegaron entre el parabrisas, la óptica delantera del auto y la chapa de la casa- impactaran en su cuerpo.
La policía no tardó en llegar. Personal de la Comisaría 15ª y la División Judicial recogieron pruebas y tomaron testimonios. Los tres patrulleros–que según una orden judicial deben permanecer de guardia las 24 horas- regresaron a su sitio. La ausencia durante el breve lapso que duró el ataque a piedrazos y la posterior balacera fue justificada por las autoridades policiales por un llamado al 911 que denunciaba un herido de bala en las cercanías.
La investigación quedó en manos de la División Judicial de la Unidad Regional II, que mantuvo absoluto hermetismo sobre la pesquisa. Pese a ello, trascendió a través de fuentes del Ministerio de Seguridad que los dos acusados fueron detenidos en horas de la tarde luego de que se presentaran en una comisaría de la vecina localidad de San Lorenzo –donde se radicó la familia luego de la detención de Ezequiel Villalba- para denunciar amenazas de parte de un amigo de Roque Suárez. Pero no se percataron de un detalle: llegaron a la seccional policial en una moto idéntica a la descripta por los testigos de la balacera ocurrida algunas horas antes.
Desde la masacre del 1º de enero, familiares de las víctimas y testigos son blanco de ataques y amenazas que generan en el barrio un clima de miedo creciente y deja abierto un interrogante: ¿quién será la próxima víctima?
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