Por Christopher Jerez Pinto
Ilustración: Michel Contreras, El desconcierto
A Diego el médico lo atendió desde el marco de la puerta y lo miró con asco. El joven de 23 años había pedido un turno para renovar la receta de sus retrovirales. No conocía al profesional, aunque esperaba de él un consejo médico acabado, que lo ayudara.
Pero no fue así. Diego recibió una charla moral que difícilmente olvidará.
No respetar el nombre social, estigmatizar la orientación sexual del paciente, juzgar sus prácticas sexuales o patologizar los procesos de transición de género, son sólo algunas de las vulneraciones y violencias que las personas LGBTIQ+ suelen enfrentar en servicios de salud públicos y privados.
La experiencia de Diego terminó en un reclamo formal ante el centro médico y el profesional fue desvinculado del establecimiento seis meses más tarde. Pero las sanciones son una excepción a la regla: la mayoría de la vulneraciones no se denuncian o no son consideradas.
Raúl tiene 27 años y es uno de los 15 pacientes que hicieron reclamos contra un profesional en otro conocido centro privado. El médico había tenido un explícito comportamiento homofóbico en medio de una consulta por hemorroides. Cuando supo que su paciente era homosexual, le habló de “lo mal que estaba ser gay”. Al momento de examinarlo, fue más explícito:
-Póngase en posición de perdón -le dijo-. Como en la iglesia.
Sus formas de examinarlo, cuenta el administrativo que tomó el reclamo, “no habrían sido las más favorables”.
Pese a los reclamos, el médico, de 70 años, no recibió sanciones dada “su trayectoria” y porque proviene de la Pontificia Universidad Católica (PUC), casa de estudios que le da más prestigio al recinto.
Violencia obstétrica y ginecológica
Verónica tiene 28 años. Sentía molestias y pidió un turno con una ginecóloga. Cuando la profesional supo que era lesbiana, le preguntó por las posiciones sexuales que solía realizar y cuál era su “rol sexual”. La paciente recuerda que las preguntas tenían un tono morboso, y que fue brusca al momento de examinarla.
La consulta terminó con un diagnóstico: hongos. Verónica salió muy afectada, con una sensación de vulneración muy grande. Luego, decidió buscar una segunda opinión, que terminó detectando su afección real: un cáncer grado 5.
De acuerdo a cifras de la encuesta “Ser Lesbiana en Chile” de este 2019, un 50,69% de las mujeres de esta orientación sexual no se ha atendido con un o una ginecóloga, mientras que un 83,9% no ha visitado a un obstetra.
Esta lejanía de las lesbianas con estas áreas médicas, dice el activismo, seguramente está relacionada con las atenciones discriminatorias, re-victiminzantes y carentes de enfoques de género y diversidad sexual.
“La violencia obstétrica y ginecológica -dice la matrona Valentina Hormazabal de la Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio- se manifiesta también en cosas tan simples, como que a las mujeres lesbianas se les omita su deseo de ser madres, por ejemplo”.
Otra vulneración, agrega la profesional, tiene que ver con que “no se habla de prevención del VIH en mujeres lesbianas. Ni siquiera aparecemos en las campañas del Ministerio de Salud”.
Plan Nacional de Salud Trans
El área médica tampoco es amigable con las personas trans. Si bien las discriminaciones son variadas, la principal y más común tiene que ver con que no se respeta su nombre social en los servicios de salud públicos, pese a que la circular 21 de la Superintendencia de Salud mandata esta consideración.
“Les puedes decir tu nombre un montón de veces a los médicos o administrativos. Puedes ir con la circular 21 bajo el brazo. Y aún así te hacen un acto de burla y te tratan por tu nombre legal. Si pones un reclamo, la resolución se llega en blanco”, señala el coordinador de salud de Organizando Trans Diversidades (OTD), Leonel Catoni, quien agrega que son muy pocos los centros médicos donde hay sensibilización sobre la población trans.
Catoni agrega que muchas veces “el personal de salud no tiene idea de lo que es una persona trans. Y cuando se solicita alguna prestación específica, como una terapia de reemplazo hormonal, se produce una vulneración que tiene que ver más con la carencia de políticas públicas”.
Este escenario, coincide el activismo, pone las cosas difíciles para la implementación de la Ley de Identidad Género en el país, que entrará en vigencia a principios de 2020. Esto, a propósito de que hoy, los procesos de transición médicos son altamente patologizantes.
“Sólo algunos establecimientos de salud tienen atención para personas trans, que se autorregula y se autofinancia, por lo que hay protocolos buenos y protocolos malos”, indica Catoni.
En la actualidad, lo único que existe es la “Vía clínica para la adecuación corporal en personas con incongruencia entre sexo físico e identidad de género”. Una guía que no es respaldada por las organizaciones. “Desde el nombre en adelante es súper patologizante, porque establece etapas muy estáticas de lo que es un proceso de transición. Si eso se ocupara al pie de la letra, produciría mucha angustia y depresión”, critica el activista trans.
Desde el Colegio Regional Metropolitano de Matronas, su presidenta, Katiuska Rojas, sostiene que la Ley de Identidad de Género, además, no garantiza el acceso y cobertura en salud para toda la comunidad trans. “Para estas personas que están viviendo o van a vivir un proceso de transición, no hay nada garantizado”, adelanta la matrona, quien agrega desde los gremios hay interés por capacitarse y actualizar las formas de atención. Eso sí, esperan que también nazca una iniciativa del Estado.
Un proyecto como un Plan Nacional de Salud Trans, plantea el coordinador de salud de OTD. Una idea que debería contemplar fondos fijos para que las atenciones mejoren progresivamente. Asimismo, se buscaría que las prestaciones vinculadas a la transición de una persona sean incorporadas al GES y que se regule el abordaje de estos procesos médicos en las isapres.
Mediante esta iniciativa, también se perseguiría mejorar las condiciones materiales y personales en los servicios de salud, siendo necesario el aumento del número de recintos y profesionales que realicen intervenciones o manejen planes de acompañamiento a personas en transición. En la actualidad, sólo existen once centros médicos que realizan cirugías de reasignación genital.
“Sería ideal también que en cada consultorio hubiera alguna dupla psicosocial para atender pacientes trans. Ahora con la Ley de Identidad de Género se pedirá acompañamiento para los menores de edad, pero no hay profesionales capacitados, y eso podría generar problemas en esos niños o adolescentes”, plantea Catoni.
Educación sexual: una necesidad urgente
Para la matrona Valentina Hormazabal, todas estas vulneraciones parten del desconocimiento y la solución a estas problemáticas está en la educación sexual. A su juicio, estos saberes deberían impartirse en todas las etapas de la educación, incluso en los cursos más pequeños. En las mallas curriculares de las carreras universitarias es aún más importante, sostiene.
Las experiencias y contenidos relacionados identidad de género, expresión de género u orientación sexual, deberían ser manejados por los distintos profesionales de la salud, contribuyendo así a la eliminación de estigmas y prejuicios.
“Cuando no se cuenta con estas herramientas desde la formación, es más posible que las violencias se amplifiquen”, resume Hormazabal.
Desde el Colegio de Matronas, Katiuska Rojas sostiene que es importante que, desde la educación, se rompa con la idea de que “la heterosexualidad es la regla”. La dirigenta gremial es de la idea de que “las nuevas generaciones deben saber que existe una diversidad muy amplia, dado que ahora hay profesiones que abordan todo desde un punto de vista muy normativo”.
La organización ya ha comenzado un trabajo de incidencia con las jefas de carrera de las distintas universidades que imparten la profesión de Obstetricia, para así orientar a las instituciones sobre nuevos enfoques de género, diversidad y Derechos Humanos.
En esta misma línea apunta el proyecto presentado hace unos días por la diputada Camila Rojas (Comunes), que busca impartir la Educación Sexual Integral desde el nivel parvulario y que afrontaría los contenidos “desde una óptica integral, laica e inclusiva”.
Uno de los objetivos centrales de la iniciativa es “procurar igualdad de trato, respeto y oportunidades para hombres y mujeres, y erradicar las discriminaciones basadas en el sexo, orientación sexual, identidad y expresión de género”.
Esta nota se realizó en el marco de la Beca Cosecha Roja y fue publicada también en El desconcierto