Sábado casi a la medianoche. Santi Maratea abre la cámara del celular y empieza a subir historias a su cuenta de instagram. Dice que su plan era salir y ponerse en pedo pero que cambió de idea a último momento.
—¿Están para juntar plata para los incendios de Corrientes?— les pregunta a sus más de 2.8 millones de seguidores.
Casi 24 horas después la cuenta de Mercado Pago para donar desde 60 pesos acumula 100 millones.
Maratea está acostumbrado pero aún así no lo puede creer. Es la primera vez que, en tan poco tiempo, la respuesta es tan rápida.
El fuego corre y arrasa flora y fauna. Y el deseo de apagarlo también. Los 100 millones llegan con la lluvia más esperada de las últimas semanas, esa que apaga varios de los focos pero no la sensación de que en cualquier momento y en cualquier lugar puede volverse a encender.
Maratea inicia
Una de las enseñanzas que nos dejaron desde Batman hasta el Zorro es que ahí donde falla el Estado, aparecen los vigilantes. Maratea cumple una función similar. Cuando sucede una tragedia, algunes le exigen al Estado y otres directamente arroban o mensajean al influencer para que se abandere con su causa. Una batiseñal twittera-instagramera.
Con cada colecta se reactivan las mismas discusiones que proponen estas historietas y las críticas al modus operandi. Algunes invalidan el accionar de Maratea por “ser un cheto” igual que Bruce Wayne y Diego de la Vega. Pero más importante, ¿está bien que un privado reemplace el rol del Estado? ¿Hacer una colecta es reemplazar al Estado?
Maratea es parte de una generación que gateaba mientras se gestaba la catástrofe que terminó en la crisis del 2001. Estaba en el jardín o la primaria durante los primeros años del gobierno kirchnerista, esos en los que se reconstruyó algo de la fe política perdida y en los que miles de jóvenes empezaron a militar. La conciencia política despertó en los primeros años de la secundaria, mientras el debate público giraba alrededor del bombardeo mediático sobre los casos de corrupción del oficialismo. Y lo que vino después no fue mejor ni más esperanzador. A eso se suman pésimos indicadores económicos hasta episodios vergonzosos protagonizados por quienes fueron elegides para solucionar los problemas del país. Mientras tanto: Internet, Google, Facebook, criptomonedas, Instagram, Twitch, Mercado pago.
Maratea es un líder carismático que canaliza la indignación y los sentimientos antipolíticos que despierta nuestra clase gobernante. También despierta los debates sobre cómo se construye política hoy ¿Es desde el territorio exclusivamente? ¿La única forma por fuera es así?
En el medio, el pibe platinado desenfunda los superpoderes de su cinturón centennial: redes sociales para difundir y Mercado pago para recaudar.
El caballero de los vivos de Instagram
Que el gobernador de Corrientes Gustavo Valdés haya estado de vacaciones en Punta del Este mientras su provincia se prendía fuego no suma. Que la ayuda llegue de Bolsonaro, quién se refirió a los daños irreversibles en el Amazonas como “una bobada”, suma a la política y confusión.
La sensación de comunidad que a mediados del siglo XX encarnaba el Estado de Bienestar, hoy la encarnan influencers. Santi es un síntoma, no la enfermedad. La enfermedad es la sensación antipolítica que genera la corrupción, la ineficiencia de la burocracia y un Estado permeable al lobby empresarial y agroindustrial que tarda en responder, cajonea la ley de humedales y subejecuta el presupuesto de la Ley 26.331 de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos.
Pagar el monotributo o el ABL no tiene mística pero donar a las colectas de Santi sí. Dan una bella sensación de comunidad y permiten que por la módica suma de 60 pesos (o más si podés y querés) seas parte de algo enorme y tengas la tranquilidad de que aportaste tu granito de arena. La pregunta no es si eso está bien o mal, porque todo suma, la pregunta es, ¿los impuestos necesitan mejor marketing? ¿Por qué genera más satisfacción poner 60 pesos para una recaudación independiente que el pago del impuesto a las grandes fortunas? ¿El Estado no debería avivarse y articular con acciones como esta?
El caballero de los vivos de Instagram asciende
Cada vez que el santo patrono de las causas nobles de Argentina inicia una nueva colecta se discute siempre lo mismo. Desde la donación de las ambulancias para una comunidad wichí, pasando por el medicamento millonario para Emmita, la casa para madres de víctimas de trata o los deportistas que tienen que viajar a Ecuador, el debate emerge y queda estancado (y agrietado) entre bancar o levantar la bandera de que lo que hace Maratea es antipolítica y anti-Estado.
Las inundaciones de Santa Fe en 2003. El terremoto de Chile en 2010. Los soldados adolescentes en la guerra de Malvinas. Los incendios en Corrientes y los Esteros del Iberá ardiendo. Todos tienen algo en común: ante las catástrofes y las guerras aparece el espíritu solidario en forma de donación. Y aparecen también los lugares o las figuras a las cuales confiar el dinero. Cáritas, Julián Weich, Greenpeace, Médicos Sin Fronteras, la asociación civil del barrio o Santi Maratea.
Advertencia: La satisfacción de ver como tu plata ayudó directamente a una población que sufre injusticias y se siente desamparada ante el Estado puede causar un estado de altruismo violento y de locura, fogoneado por seguir el minuto a minuto de la colecta, que despierta falsas ilusiones:
https://twitter.com/PablaLunar/status/1495491349298270217
Como señaló el periodista Matias Mowszet los números que maneja Santi se quedan chicos para cuestiones macro. Se necesitan 3.426 colectas como la de ayer para pagar la deuda externa. Ouch.
Que Maratea no tape el bosque de pinos ni la falta de presupuesto
“Si bien todos los años hay quemas, esta vez fue fuera de temporada porque se quema en primavera para el rebrote de los campos. El fuego forma parte de la ecología de los pastizales y sabanas de Corrientes y es una práctica cultural. Pero esa práctica se ha ido trastocando por varias razones. Por un lado, por el cambio climático, ya que tenemos más frecuencia de fenómenos como la Niña. Por otro lado, están las prácticas de conservación extremas, que se impusieron en algunas partes de los Esteros del Iberá replicando el modelo de Estados Unidos, las cuales no permiten las quemas pequeñas y controladas. Al haber tanto combustible, cuando aparece el fuego, su avance es voraz y resulta incontrolable. Por último, se fueron estableciendo prohibiciones de quemas por el avance de las plantaciones forestales. Entonces, los campos ganaderos que lindan con las forestales no pueden hacer las quemas pequeñas de parches que los pastizales necesitan. En esta situación, las mismas plantaciones forestales, que reemplazaron humedales y lagunas, se transforman en bloques ideales para el avance del fuego cuando los parches de agua hubiera sido un gran cortafuego”.
El que habla es el ambientalista correntino Emilio Spataro en una entrevista con Julian Monkes en El grito del sur.
Mientras el mundo twitter debate si Maratea sí o Maratea no, los incendios en Corrientes vuelven a poner en debate un modelo de producción extractivo de nuestros recursos naturales. Y otra vez la sensación de que la crisis que genera ese modelo poco importa en los lugares de decisión. Porque ya vimos arder la Patagonia, los humedales de Santa Fe, Misiones y Entre Ríos, las sierras de Córdoba.
En Corrientes al modelo agropecuario se le sumó el negocio forestal de bosques de pinos y eucaliptos. ¿Y la clase política? El Senado correntino, los diputados nacionales de esa provincia y el gobernador han sido clave en el lobby contra la ley de humedales. No ahora, no el año pasado, sino todas las veces que perdió estado parlamentario.
Una certeza que deja esta colecta es que el pueblo es sensible a las problemáticas ambientales y está dispuesto a poner guita de su bolsillo para comprar camionetas, borcegos y mangueras.
Santi Maratea “puede no haber hecho todo, pero que hizo mucho por nuestra Argentina nadie puede negar”. Hoy hay bomberos con botines de seguridad, handys y vehículos gracias a la comunidad que se solidarizó y la gestión de Maratea. Eso no anula el deber que tiene la política de prevenir desastres ambientales, proteger los humedales y actuar con rapidez y eficiencia en el manejo de los incendios.
Si lo que hace no es caridad, ¿qué es? ¿Está bien que un influencer decida qué causas apoyar y cuáles no? ¿Quién lo tiene que decidir? ¿Por qué la gente elige donar a través de un influencer y no de organizaciones sociales o el Estado? ¿Qué confianza se teje en la soledad del consumo de historias? ¿Cuál es la potencia (y los peligros) de los mecanismos como los que despliega Maratea? ¿Es esta la famosa democracia directa? ¿Hay lugar para otras formas de lo colectivo? ¿Son lxs influencers lxs nuevxs superhéroes y superheroínas?
Lo que sí sabemos es que invisibles y anónimos no son.