El expediente en el que se investiga la desaparición forzada de Santiago Maldonado tras la represión a una comunidad mapuche es breve. Cuenta apenas con algunas declaraciones testimoniales, informes de Gendarmería, el resultado del rastrillaje de Prefectura y del levantamiento de rastros de olores y un pedido de informes para analizar las antenas del teléfono celular. Los testigos clave, que vieron cuando los agentes cargaban al joven en una camioneta, todavía no declararon en la causa. Tienen miedo a posibles represalias por parte de Gendarmería, la fuerza que los hostiga desde hace más de un año y medio y que está sospechada de haber detenido y desaparecido al joven de 28 años. A una semana de la represión, tampoco declararon los agentes que participaron.
El expediente principal está desde hace algunos días en manos de la fiscal subrogante de Esquel, Silvina Alejandra Ávila. La funcionaria investiga las responsabilidades de los agentes de Gendarmería en la desaparición de Santiago. “Todavía estamos tomando declaraciones testimoniales”, explicó a Cosecha Roja. Un segundo expediente, creado a partir de los tres hábeas corpus, está a cargo del juez Federal de Esquel, Guido Otranto.
La investigación judicial se inició al día siguiente de la represión. El miércoles 2 de agosto, la Comisión Provincial de la Memoria presentó un hábeas corpus. Recién cuatro días después el juez Otranto ordenó a Prefectura un rastrillaje en la zona. Un perro adiestrado siguió el recorrido de Santiago, llegó hasta el borde del río y se plantó en la zona donde estaban las marcas de las camionetas de Gendarmería. En el camino, el perro encontró la boina blanca que usaba el joven artesano.
Los prefectos se metieron en el río. Prácticamente descartaron la posibilidad de que el joven se hubiera ahogado: en esta época del año el río Chubut tiene poco más de un metro de profundidad y está repleto de ramas por la nevada y las tormentas de los últimos meses. “De haberse ahogado hubiese quedado atrapado por las ramas en las inmediaciones”, explicó a Página 12 el defensor oficial Fernando Machado.
El juez ordenó un levantamiento de rastros de olores en las cuatro camionetas y el camión Unimog. Los peritajes se hicieron en Esquel y El Bolsón. El resultado dio negativo: el defensor oficial sospecha que las camionetas fueron lavadas después del operativo. Otranto también pidió el análisis de las antenas de las tres líneas de celular -chips- que tenía Santiago: una de Buenos Aires, una de El Bolsón y otra de Chile, que había comprado cuando vivía en Valparaíso.
“Nos piden a los familiares que aportemos pruebas. Qué podemos saber nosotros si vivimos lejos. Los padres, Estelita y Quique, sólo piden que le devuelvan a su hijo”, dijo a Cosecha Roja Carolina, la cuñada de Santiago.
En el expediente se reconstruyó parte de la secuencia durante la represión. Gendarmería entró en el predio de la comunidad mapuche Pu Lof en Resistencia alrededor de las 11 de la mañana del martes 1 de agosto sin orden judicial. El juez Otranto había ordenado desalojar un corte parcial en la Ruta 40 que ya había sido interrumpido. Los gendarmes dijeron que fueron atacados a piedrazos y actuaron de oficio. Entraron entre 80 y 100 agentes con itakas en un camión Unimog y cuatro camionetas estilo Hilux. En la comunidad no había más de veinte personas entre mapuches y visitantes que con frecuencia se acercan a brindar apoyo. Los testigos dicen que los agentes que participaron son de al menos tres destacamentos aunque la justicia sólo interrogó al jefe (que dijo que no estuvo en la represión).
Los gendarmes quemaron una de las rucas, las precarias casillas de los mapuches, en la que había víveres y juguetes de los niños. Ante los disparos de balas de plomo y goma, los miembros de la comunidad y los visitantes corrieron en dirección este, hacia el río Chubut. Santiago quedó rezagado porque había retrocedido para buscar su mochila. Al llegar al río, el joven fue el único que no se animó a cruzar. Algunos testigos escucharon a los efectivos decir: “acá tenemos a uno”. Otra persona alcanzó a ver desde una lomada frente al río, montado en su caballo, cuando los gendarmes llevaban a una persona y la cargaban en la camioneta, a pesar de que los efectivos habían armado un cordón humano para taparlo.
Después de la represión, los integrantes de la comunidad descubrieron que el joven artesano de barba y ojos verdes que había llegado el día anterior para aprender sobre el uso de plantas medicinales no estaba. Averiguaron su nombre: Santiago Andrés Maldonado, de 28 años, conocido en El Bolsón como el Brujo.