Se defendió de su ex en Paraguay y fue presa por homicidio: necesita el refugio de Argentina

Idalina Gamarra llegó a la Argentina en 2016 escapando del horror: como tantas otras veces su ex la atacó, en un forcejeo ella le clavó un cuchillo y él murió. Interpol la detuvo y estuvo presa dos años en Ezeiza y otro más con prisión preventiva. Paraguay pidió su extradición para juzgarla, sin tener en cuenta la legítima defensa. Idalina espera que Argentina la acepte como refugiada.

Se defendió de su ex en Paraguay y fue presa por homicidio: necesita el refugio de Argentina

Por Cosecha Roja
30/10/2020

Idalina Gamarra tiene 29 años y es paraguaya. En 2016 llegó a la Argentina con lo puesto, escapando del horror: en un forcejeo, producto de uno de los tantos ataques de su ex pareja, Adrián Benítez Villalba, ella lo apuñaló y él murió. Vivió unos días con una tía en Quilmes, hasta que Interpol, por pedido de la justicia paraguaya, la encontró y la detuvo. Paraguay pidió su extradición para juzgarla por homicidio doloso agravado.

Idalina siempre tuvo miedo de volver a Paraguay: además de la amenaza de muerte de la familia de su ex, sabe que no será juzgada con perspectiva de género y que no tendrán en cuenta que actuó en legítima defensa. Por eso espera que Argentina acepte su solicitud de refugio. Al convertirse en refugiada, el proceso de extradición culminaría e Idalina podría volver a pensar en tener una vida y reencontrarse con su hijo de 12 años que hoy vive en Ciudad del Este con su papá, pareja anterior de ella.  

Para su defensa, no se trata de utilizar el refugio para evitar el castigo de un delito: Idalina actuó en legítima defensa, por lo que no hay delito.

La espera de Idalina ya lleva cuatro años. En una primera instancia, la Comisión Nacional para los Refugiados (Co.Na.Re.) rechazó su solicitud. Pero a fines del año pasado, la Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación apoyó la apelación que hizo la Defensoría General y entendió que correspondía reconocer la condición de refugiada de Idalina. Actualmente, el caso se encuentra a consideración del Ministerio del Interior de la Nación. 

“A partir de ese dictamen de la Secretaría de Derechos Humanos esperamos continuidad y progresividad en los estándares de protección de las mujeres frente a la violencia. Y el refugio es una herramienta válida para brindarla”, dijeron a Cosecha Roja desde la defensa de Idalina.

En todo este tiempo de espera, Idalina estuvo presa en el penal de Ezeiza dos años y tres meses. En agosto de 2018, la Cámara Federal de La Plata le concedió el arresto domiciliario, con dispositivo de vigilancia electrónica. En mayo de 2019, el Juzgado Federal de Quilmes firmó el cese de la prisión preventiva. 

Pero no es totalmente libre: tiene que seguir utilizando la tobillera electrónica, lo que le dificulta cualquier interacción social y, claro, la obtención de un empleo. Vive en un departamento en Almagro con una amiga y los hijos de ella. Habla por teléfono bastante seguido con su hijo.

En la cárcel empezó a cursar el secundario e hizo talleres de sociología, literatura, derechos humanos y feminismo. “Quiero salir de acá y ayudar a otras mujeres”, dijo y lo hizo. Una vez afuera, volvió a Ezeiza para acompañar y dar charlas sobre género. Desde la cooperativa Esquina Libertad asiste y acompaña a personas que están o estuvieron en situación de encierro.

Una historia de violencias

Idalina fue mamá adolescente y estaba separada del papá del niño pero se arreglaba sola y ayudaba a su padre y hermano. Todas las mañana abría la peluquería que tenía en el frente de la casa: ahí cortaba y peinaba a mujeres y varones. Después empezó a vender productos en Herbalife, enseguida creció, aprendió en los congresos y pasó a liderar su propia red de revendedoras.

Adrián Benítez entró en su vida porque los presentó una amiga en común. Se pusieron de novixs.

Idalina tenía muchos amigos del barrio, de la infancia, clientes de la peluquería y de Herbalife. Ganaba bien y manejaba sus finanzas. Él no soportaba que ella fuese independiente ni sociable. Le revisaba el teléfono y le bloqueaba contactos. 

En octubre de 2015 Idalina tuvo que cerrar su peluquería para evitar las peleas: él le espantaba los clientes, se enojaba porque algunos tenían buenos coches o quería imponer a quién le podía cortar el pelo.

A fines de abril de 2016 Idalina puso fin a la relación. Y él se volvió más violento. El 9 de mayo de 2016 él llegó después de las 23 hecho una furia. La obligó a salir en su auto pero en el camino se largó una tormenta y volvieron.

Esa noche él se quedó a dormir. Discutieron hasta las 3 de la mañana: ahí Idalina notó que tenía moretones en el brazo. A la mañana siguiente, él la volvió a atacar: no era la primera vez que le pegaba o la amenazaba con lastimarse con una navaja o un cuchillo hasta que ella se lo sacaba. En una ocasión llegó a cortarse el brazo derecho y tuvieron que ir a urgencias. Esta vez se repitió la escena: para defenderse ella le quitó el tramontina y en el forcejeó se lo clavó.

Idalina lo llevó al hospital. Benítez no sobrevivió: la herida tenía un centímetro de profundidad pero fue mortal. Lo que pasó después fue muy veloz. Una señora la agarró del brazo, le pagó el taxi para que buscara sus cosas y se fue hasta la triple frontera. Compró un pasaje y entró a la Argentina en micro.