Cosecha Roja.-
Actualizado 16:30
Pablo Heit, hermano de Estefanía, la periodista acusada de secuestrar y abusar sexualmente de Sonia Molina, dio detalles de una charla que mantuvo con su hermana en la que ella afirmó su inocencia. “Ella asegura que es inocente, está convencida y tranquila. Llorando me dijo: ‘Yo nunca le he hecho nada'”, dijo Pablo a una radio.
“Yo le creo”, Heit, “pongo las manos en el fuego por Estefanía, sin dudas que las pongo”. “Las pruebas que ha presentado la fiscal no dicen absolutamente nada. Hay cosas que se tienen que comprobar”, declaró.
Actualizado 15:00 hs
La madre de la Sonia Molina visitó a su hija en el hospital y dijo que la vio fuerte y animada. La mujer, que perdió 20 kilos durante los tres meses que pasó en cautiverio, ya está comiendo y se le retiró el suero. De todos modos, los médicos adelantaron que la internación podría prolongarse durante un tiempo hasta que pueda recuperar su peso.
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Tres meses duró el cautiverio de Sonia Molina. Perdió 20 kilos y se le dificultaba caminar. Sus captores, un hombre y una mujer, la hacían comer polenta mezclada con alimento para perros. También la golpeaban, la gritaban y la violaban. Hace dos días escapó. Llegó hasta una comisaría de Coronel Suárez, sur de la provincia de Buenos Aires, y allí contó detalles de su secuestro. Los médicos le encontraron hematomas en todo el cuerpo. Sonia Molina, de 33 años, dijo que sus captores eran Estefanía Heit, periodista de un canal local de televisión, y Jesús Olivera, falso pastor de una secta religiosa. Ayer fueron capturados: ella en Coronel Suárez y él en Carhué. En Cosecha Roja reconstruimos la historia del secuestro y planteamos un debate: ¿La periodista fue otra víctima del promotor religioso? ¿Qué se necesita para que una circunstancia de dominación llegue al extremo del secuestro y la tortura?
Sonia Marisol Molina, de 33 años, antes encargada de una empresa empaquetadora de frutas en Río Colorado, se recupera hoy en el hospital municipal de Coronel Suárez. Su familia no la veía desde hace más de tres meses, pero aunque sospechaban que algo malo le había pasado, nunca perdieron el contacto: Olivera, haciéndose pasar por ella, les mandaba mensajes de texto diciéndoles que todo andaba bien. No era normal, dice Mónica Santander, madre de la joven, que hubiera abandonado a su hija de diez años.
En la casa donde vivían Heit y Olivera, en la calle Grand Bourg, de Coronel Suárez, cinco perros ladran y la persiana está abierta. Es un pueblo de casas bajas donde la única edificación destacada es una iglesia católica. Pero la historia del secuestro no comenzó allí, sino en Río Colorado.
A ese pueblo llegó a vivir Jesús Olivera, el falso pastor que anoche detuvieron en Carhué. No era claro de dónde venía o qué iba a hacer en Río Colorado. Unas veces decía que era de Santa Fe; otras, que era de Bahía Blanca. Comenzó a decirles a las mujeres que tenía una iglesia llamada “Amar es combatir” y que quería ayudar a los jóvenes con problemas de drogadicción. Sonia Molina lo conoció un día cualquiera. Le gustó la historia que el hombre contaba y cada vez se enroló más en el asunto religioso. Leían la biblia, visitaban a familias pobres, hablaban con pibes drogadictos. Su mamá, Mónica Santander, fue a visitarla y también se encariñó con la secta religiosa. Oraba y contribuía.
“Este señor se fue a Río Colorado diciendo que era pastor de una iglesia multitudinaria de Rosario. Nos entusiasmó, yo en su momento también estuve, porque tenía un plan muy lindo para los chicos jóvenes, para sacar a los chicos de la calle, y a mi hija siempre le gustaron esas cosas, porque siempre fue solidaria. Nos enganchamos. Yo estuve un tiempo nada más. Después vi que no eran cosas de pastor, sino cosas de vivo, que lo único que quería era plata: ‘Comprame esto, comprame aquello, que es para la iglesia’. Compramos cosas y después él se gastó todo. Yo me salí. Incluso traté de decirle a mi hija que salga, que no era bueno, pero este tipo se metió tanto en ella que era lo que él decía nada más”, le dijo Santander a un medio de Coronel Suárez.
La relación entre Sonia y su mamá cambió de la noche a la mañana. Discutían por dinero y por oraciones. Olivera les decía a sus fieles que se alejaran de las personas que tenían el diablo adentro. Sonia se alejó de su familia porque ella quería consagrarse a la secta: ayudaría al pastor a construir una iglesia en Río Grande, otra población cercana. Fue entonces cuando dejó a su hija de diez años al cuidado de su padre, de quien estaba separada hacía mucho tiempo. Ese comportamiento fue la primera alerta para la familia de Sonia. Algo no andaba bien, decían.
Desde hace tres meses, cuando no la volvieron a ver pero siguieron recibiendo mensajes supuestamente de ella, la madre de Sonia fue varias veces a las comisarías de Coronel Suárez y Río Colorado a poner denuncias por desaparición. “Yo la fui a buscar muchas veces. Hice denuncias en la policía, pero como ella es mayor de edad decían que no la podían buscar, o que sí podían pero todo en su tiempo. A mí me apuraba porque yo veía que esto no iba a llegar a nada bueno. No sabíamos dónde estaba. Mandaba a pedir plata de un lado, del otro, pero no sabíamos de un lugar específico en el que estuviera. En alguna parte vi esta dirección [la casa donde estuvo secuestrada] y la di para que la buscaran acá. Finalmente ella escapó y supimos que la tenían acá”.
La familia Molina Santander solamente conoció a Jesús Olivera. No sabían que en el secuestro había participado una mujer. Sonia denunció que Estefanía Heit, periodista de televisión en Coronel Suárez, era una de sus captoras. Ella fue detenida ayer, pero hoy no quiso declarar. Su madre, oriunda del mismo pueblo, también habló con la prensa.
Jesús Olivera y Estefanía Heit deberán responder en una causa por privación ilegal de la libertad y abusos sexuales. El hombre es acusado por Olga Heit, madre de la periodista, como el que instigó a su hija a secuestrar a Sonia.
“Al principio practiqué en la secta. Era algo normal: leer la biblia, orar como en cualquier religión. Había restricciones de personas que no podíamos ver. Decía que había gente que tenía el diablo adentro. Después me di cuenta de que él me mentía y me traté de alejar. Y ahí él me alejó de mi hija. Yo fui atando cabos. Tuve una discusión muy fuerte con Jesús antes de que mi hija se alejara. No sé decir dónde fue que mi hija lo conoció. Ella es una chica divina, amorosa”, dijo Olga Heit en televisión nacional.
Según esta versión, Estefanía fue otra víctima de Olivera. Olga Heit, como la madre de Sonia, también estuvo asistiendo a las sesiones de la secta hasta que se alejó porque empezó a desconfiar de los dichos del pastor. Fue entonces cuando Estefanía la apartó de su vida y no permitió que la volviera a ver. “Olivera dominaba a mi hija psicológicamente y con violencia. Yo la vi con moretones, y cuando le pregunté por qué, ahí fue cuando me sacaron de en medio. Puedo asegurar como que me llamo Olga que mi hija es víctima de este tipo”, dijo la mujer.
Aunque Estefanía Heit estaba del lado del secuestrador, su comportamiento también cambió. Sus compañeros de trabajo dijeron que nunca les presentó a Jesús Olivera, y que no permitía que nadie ingresara a su casa. Desde que lo conoció se alejó de muchas personas. Estaba enrolada en “Amar es combatir” y en sus cuentas de redes sociales divulgaba con frecuencia mensajes alusivos a Dios y a la biblia. Hace un tiempo entrevistó a Sonia Molina y dijo que eran amigas. El vínculo entre Sonia Molina, Estefanía Heit y Jesús Olivera será estudiado ahora por Claudia Lorenzo, fiscal de Bahía Blanca.
¿Dominación?
“Es muy posible que este individuo haya ejercido diferentes tipos de dominación, y que haya utilizado a una de ellas en contra de la otra. No es descabellado creer que Estefanía Heit sea también una víctima de Jesús Olivera”, dijo a Cosecha Roja el médico psiquiatra Enrique Stola, quien comparó la situación con la trata de personas.
“Esto es muy frecuente en trata de personas con fines de explotación sexual, en donde primero un grupo de mujeres son maltratadas, sometidas, dominadas, y luego desde ese rol cumplen un papel de sometimiento sobre otras mujeres”, afirmó.
Para que haya una situación extrema de dominantes y dominados, como el secuestro de Sonia Molina, a manos de Jesús Olivera y Estefanía Heit, es necesario que haya unas personalidades que permitan ese círculo de dominación. Según Stola, “Por nuestro aprendizaje social, todos tenemos entrenamiento en los dos roles: dominar y ser dominados. Cuando se llega a estas instancias extremas hablamos de que los dominadores son individuos muy narcisistas. Sus relaciones sociales están al servicio de él. Tienen mecanismos piscopáticos, destructivos de la voluntad de las personas. De otro lado, entre los dominados, hay personalidades muy lábiles emocionalmente. Hablamos de personas con trastornos de personalidad que las hacen muy influenciables y casi seguras víctimas de dominadores”.
Tras conocerse los hechos narrados por la víctima y las versiones de su familia, nadie duda de la culpabilidad de Jesús Olivera. La de Estefanía Heit, sin embargo, hoy continúa debatiéndose hasta en las redes sociales. Coronel Suárez se divide entre quienes creen que ella es otra víctima y entre quienes la ven como otra secuestradora.
Para el médico psiquiatra, “El dominador nunca se maneja con la verdad. Siempre va negando una realidad y va agregando una ficción desde donde somete a sus víctimas. Los líderes religiosos llegan a crear mundos de fantasías, que desde afuera son fácilmente detectables, pero desde adentro no son notados por quienes aparecen como dominados”.
La perfiladora criminal Laura Quiñones Urquiza, consultada por Cosecha Roja, explica cómo aparece el ingreso a la secta religiosa: “La captación de Sonia se da en un contexto de distorsión de normas sociales y morales, de todo lo cultural, en el que se sustituyen los preceptos del grupo”.
Según Quiñones Urquiza, aunque exista la posibilidad de que Estefanía Heit haya sido víctima de Jesús Olivera, “para sostener la tortura de una mujer durante tres meses, estamos hablando de que la periodista señalada como secuestradora tiene una personalidad violenta. En ella tuvo que haber una predisposición hacia la crueldad, hacia la conducta criminal, hacia el sadismo, porque se puede ver que se ha sentido cómoda frente a la privación ilegal de la libertad de otra persona y frente a las torturas sostenidas”.
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