Luciana Sánchez – Cosecha Roja.-
La feminista Diana Russell, consultora de Naciones Unidas y hoy mundialmente famosa por ser la autora del término “femicidio”, publicó en 1975 y con gran éxito “Política de la violación, la perspectiva de las víctimas”. El libro se basa en 22 entrevistas con mujeres víctimas de violación residentes en los seis condados del área de la Bahía de San Francisco, California, una de las zonas más ricas de Estados Unidos de Norteamérica. Más de la mitad de las entrevistadas ha sido violada por un varón afro, latino o de un pueblo originario.
Su conclusión es que “Si algunos hombres negros ven la violación de mujeres blancas como un acto de venganza o como una expresión justificable de hostilidad hacia los blancos, creo que es igualmente realista para las mujeres blancas ser menos confiadas de los varones negros, de lo que son hoy” (P. 163).
El 20 de agosto de 2015 la policía de San Isidro detuvo a un “hombre de 45 años acusado de haber seducido por las redes sociales y provocado la fuga de Ludmila Di Venuta, de 15, en la zona norte del conurbano bonaerense. Los datos del hombre, de nacionalidad peruana e identificado como Víctor Jorge Grados Vilca, habían sido difundidos por la justicia poco antes de que se produjera la detención” (Infojus Noticias).
A partir del crimen de Vilca, se multiplicaron los consejos sobre el acceso a Facebook y redes sociales de las adolescentes, creció la desconfianza hacia ellas y su criterio para relacionarse. “Deberías desconfiar de los negros”, la lección de Diana Russell se multiplica; Facebook representa no el circuito intrafamiliar, sino el circuito de lo lejano. Por Facebook pueden acceder a Ludmila y las chicas como ella personas por fuera del estricto control parental de los afectos, fuera del círculo del colegio y el country.
Una niña de 15 años con un novio de 45
Otra dimensión de este discurso se proyecta sobre las niñas y adolescentes de sectores populares. En particular el Poder Judicial instituye la violación y asesinato de niñas y adolescentes populares como parte de la naturaleza de las relaciones y vínculos propios de su clase social: las niñas y adolescentes racializadas y adultizadas tienen voluntariamente y con aval social relaciones de pareja con señores mayores, violadores, que finalmente terminan matándolas. Valga la redundancia, se instituyen categorías sociales estigmatizantes que reproducen la hegemonía cultural.
El 26 de agosto encontraron en Concordia, Entre Ríos, luego de repetidas manifestaciones de amigxs y familiares, parte de los restos de Josefina López -desaparecida desde el 29 de Julio. La policía detuvo al novio de su tía, Juan Carlos Acuña, que triplicaba su edad. Según Página 12, “Fuentes de la investigación informaron que Acuña habría mantenido relaciones esporádicas y clandestinas con la adolescente, quien quería poner fin a ello y amenazó al hombre con contarle a su tía sobre esos encuentros… Tras varias diligencias se logró acceder a las últimas comunicaciones de la chica, en la cual surgió una comunicación del día 29 a la noche, donde mantiene un diálogo contundente” con Acuña, quien en un mensaje le dijo “vení que te doy lo tuyo”, en posible alusión a un dinero que la chica podría haberle reclamado a cambio de no contar a nadie sobre su relación secreta”.
El 30 de agosto apareció en Posadas, Misiones, el cadáver de Horacelia Génesis Marasca, de 16 años, descuartizada por su pareja y padre de su bebé de 7 meses Martín Monzón, de 34 años. “Horacelia había denunciado en dos ocasiones a su pareja por violencia de género y dos días antes de desaparecer le había contado a su madre: ‘Martín me cagó a palos y me quiso estrangular’. En esa ocasión la chica le pidió a su mamá que su hermana mayor fuera a vivir con ella para evitar nuevos ataques de su pareja, padre de su pequeño hijo” (Clarín).
En estos relatos vemos que el desplazamiento del peligro ya no proviene del exterior sino del interior, del círculo íntimo de la víctima. No es la categoría de género aislada la que produce este desplazamiento, sino la de raza y, más concretamente, el racismo. Estos relatos no hacen otra cosa que confirmar la advertencia de Russel: debemos desconfiar de los varones de sectores populares, de los varones negros, de nuestra propia raza.
Angela
En 1983, Angela Davies publica “Mujer, raza y clase”. La profesora ex Panteras Negras, ex presa política del FBI, analiza en este clásico del feminismo cómo el discurso del “violador negro” se utiliza por el sistema policial y judicial para garantizar la impunidad de violaciones intrafamiliares, para sancionar relaciones interraciales, para dar fundamento a leyes y políticas de mano dura contra las clases populares.
Su capítulo Violación, racismo y el mito del violador negro lo escribió en respuesta a una serie de libros feministas publicados con gran éxito a mediados de los años 70 que analizaban el papel y el impacto de la violación sexual, entre ellos, el de Diana Russell. El mito del violador negro deshumaniza/animaliza a toda la población racializada, de todos los sexos. Históricamente “defender a las mujeres blancas” se usa como argumento para linchamientos y en general represión contra la población afro y racializada.
Angela Davies escribe además sobre cómo este discurso construye la vulnerabilidad frente al racismo: sólo las mujeres blancas pueden ser violadas por el violador negro, dejando fuera de la posibilidad de obtener justicia y, sobre todo, políticas de prevención.
El mito del violador negro tiene su contrapartida en las extensas y exageradas formas que las mujeres populares han sufrido y sufren violencia sexual y de género o su amenaza: uno de los presupuestos del racismo es que los varones blancos pueden disponer de los cuerpos negros como su propiedad.
El gobierno de las negras
El 15 de Mayo de 2015, el Estado argentino pidió perdón a L.N.P. “La joven Qom tenía quince años cuando fue violada en 2003 por tres criollos a los que conocía de su pueblo (en Chaco). Aquella tarde, corrió hasta la comisaría donde tardaron varias horas en atenderla. En el hospital apenas la revisaron. La justicia absolvió a los acusados y la investigó a ella. Ayer, en un acto realizado en el Congreso de la Nación, el Estado argentino le pidió perdón”.
El látigo y la violación eran dos castigos frecuentemente ejecutados sobre las personas esclavizadas en nuestro país desde el virreinato y hasta 1860. Con el Código Penal de la república, que recién se pudo sancionar en 1886, el látigo se prohibió. La violación, en cambio, siguió legalizada siempre y cuando, claro, la víctima fuera afro originaria.
La violación sistemática de mujeres y niñas afro originarias sobrevivió la revolución que nos llevó de colonia a república, y sobrevivió la abolición de la esclavitud. La regla colonial instituía que las niñas y mujeres esclavizadas no podían ser violadas porque no se trataba de personas sino de cosas. El entonces nuevo código penal -reconociendo el nuevo estatus social de las mujeres y niñas afro originarias pos abolición de la esclavitud- instituyó que violar a prostitutas merecía una condena menor, un doceavo de la condena por violar a una mujer honrada.
El contexto político de época en el que se instalaron estos discursos hegemónicos: María Remedios del Valle, Madre de la Patria, moría en la indigencia en 1847 y Juana Azurduy moría indigente en 1862. Ambas mujeres afro originarias son figuras políticas reivindicadas por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
Estos discursos hegemónicos se instalan (vuelven) cada vez que es necesario justificar la represión de los pueblos. La sección de policiales de los diarios funciona como respuesta al discurso y al cuerpo de la presidenta.
* Abogada. Forma parte del colectivo Lesbianas y feministas por la discriminalización del aborto.
[Nota publicada el 31 de agosto de 2015]
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