paro internacional de mujeres

 

La urgencia con la que el hartazgo de las mujeres les parece exagerado a muchos varones es proporcional al desconocimiento que tienen sobre la lucha feminista y la pereza por abandonar la jerarquía. Muchos varones corren de atrás en la reflexión, pero no es por desigualdad o sometimiento, es por la permanencia de sus privilegios. ¿Los peores? Los que arrancan diciendo: “a mi no me lo tenes que decir” como si nosotras, cuando estamos prendidas fuego por la violencia que padecemos, tuviéramos que privilegiar vuestra autoestima o cuidar los modales porque “a mi no”. Ese pedido de excepción en primera persona solo confirma que a vos sí, que estás más preocupado por tu reputación que por empatizar con quienes te están intentado mostrar lo profundo que arraiga el privilegio.

El pedido permanente de excepciones en nombre de vuestra condición individual supuestamente no misógina sin desmarcarse con la misma vehemencia y la misma publicidad del pacto de machos, confirma exactamente lo contrario: no conmueven los privilegios de ser varones y al mismo tiempo reclaman ser reconocidos como no machistas. Incluso, aunque a escala individual puedan no parecer machistas y ofrecer esfuerzos palpables, en una estructura jerárquica se ocupan posiciones que si no las cuestionamos activamente, las convalidamos. Yo puedo autopercibirme la reina de la igualdad de clases según mis convicciones, en mis conductas, con la señora que trabaja en mi casa. Seguro que si le preguntamos a ella encuentra mil y unas formas de demostrar que patino y la embarro seguido y que, por más igualitaria que yo logre ser a título individual, las cosas en el mundo van ordenadas jerárquicamente. No es personal, es político.

Lo mismo pasa con el patriarcado. No alcanza con la auto percepción incluso con el esfuerzo concreto. No se termina con la opresión a escala individual como si nosotras pudiéramos ser feministas sin dimensión colectiva. No es frente a nosotras que tienen que insistir con vuestro feminismo. Es con sus amigxs, en sus grupxs de WhatsApp, ante los “chistes”, etc. No es pidiéndonos a nosotras que los veamos distinto. Menos aun cuando aparecen involucrándose en el debate “justo” – o solamente cuando- el peso del hartazgo haga que los matices se vuelvan una sofisticación insoportable, entre otras cosas porque, nos están matando. Bienvenidos al reconocimiento pero no nos frenen diciendo que llegamos demasiado lejos, aceleren ustedes.

Esa invitación a no victimizarnos como toda estrategia política tiene varios problemas. El primero, creer que necesitamos que ustedes nos lo digan para darnos cuenta de los problemas que entraña. Pero además, les provee un atajo: esquivar las cosas importantes. Hay alternativas. ¿Quieren protagonizar? Prueben con dejar de decirnos por dónde si o por dónde no debemos ir nosotras y empiecen a exigirse entre ustedes un sincero cambio de rumbo. Esa es la parte que rara vez -sino nunca- va llegando. Me parece la escena cada vez reclama más a gritos. Aprendan, siéntanse incómodos, desarrollen cuero para la burla y la desaprobación cada vez que no quieran consentir abusos de ningún tipo. Respeten la lucha que los precede. Vuelvánse feministas, es mi modesta proposición.