¿Qué pasó entre las 11:32 y las 11:39 de la mañana del 1 de agosto de 2017 a orillas del río Chubut? Son siete minutos fundamentales sobre los cuales, en un año de investigación, el Poder Judicial argentino no pudo explicar con detalle cómo ocurrieron los hechos. El cuerpo de Santiago Maldonado apareció. Los peritos determinaron que murió ahogado. Y allí terminan las certezas.
Por María Florencia Alcaraz y Sebastián Ortega en Revista Anfibia
11.32 de la mañana del 1 de agosto de 2017 es la hora que marcó la biografía de Santiago Maldonado con un destino fatal. Es el momento exacto en el que el primer gendarme saltó la tranquera de la Pu Lof en Resistencia de Cushamen. Los efectivos volvieron de la orilla del río Chubut a las 11.39. En ese lapso de siete minutos se monta una escena irreversible. Los siete minutos más importantes del último año: los hombres encapuchados corren, las mujeres y los niños se quedan en la casilla, los gendarmes disparan balas de goma. Siete minutos sobre los cuales, en un año de investigación, el Poder Judicial argentino no pudo explicar qué pasó. Siete minutos que se clavaron en la historia política del país como una estaca. Una línea de tiempo a la que Santiago no sobrevivió.
El destino de Santiago Maldonado fue una incógnita absoluta durante 77 días. La investigación judicial tardó ese tiempo en responder la pregunta inicial que se replicó en marchas, redes sociales y recorrió el mundo: ¿Dónde está Santiago Maldonado? Con el hallazgo del cuerpo la muerte reemplazó a la ausencia y desplegó nuevos interrogantes que obligan a volver sobre lo que pasó en los siete minutos fatales.
Cuando una persona desaparece y muere en un operativo represivo coordinado por funcionarios del poder político no alcanza una autopsia para explicar esa muerte. Una desaparición en democracia no puede ser analizada bajo un microscopio, en un laboratorio aséptico, sin entender el contexto en el que se produce. Es necesario mirarla en una serie que va desde las históricas vulneraciones a los derechos humanos pero también con los nuevos escenarios que plantean las formas de violencias institucionales actuales en la que se yuxtaponen distintas capas que van desde la violencia física hasta la negligencia, la indiferencia, la inacción o la complicidad judicial y política. Cuando los agentes del Estado actúan por fuera de los estándares permitidos y el uso de la fuerza es irracional y desproporcionado puede derivar en múltiples formas de violencias y en diversos niveles de intensidades, desde el hostigamiento policial hasta la desaparición forzada. No hay una idea unívoca: así como no toda desaparición de una niña, adolescente o mujer adulta configura el delito de trata. El Estado no deja de ser responsable, pero los delitos son otros y resulta urgente buscar nuevas formas de enunciación. Hasta ahora, el Poder Judicial omitió este contexto y no complejizó el escenario.
El sargento Orlando Yucra, un mendocino de 43 años con más de dos décadas de servicio en la fuerza, fue el primero que saltó la tranquera y entró en territorio mapuche. Mientras él cruzaba, otros cortaban la cadena para permitir el paso de las camionetas. Eran las 11:32 de la mañana del 1 de agosto de 2017. El operativo había comenzado el día anterior, cuando los miembros de la Pu Lof en Resistencia de Cushamen cortaron la ruta 40 para reclamar la libertad del lonko Facundo Jones Huala.
El relato de los siete minutos después de que Yucra saltó la tranquera es difuso. Sólo se conocen fotogramas de una película incompleta. Los diez encapuchados que habían cortado la ruta escaparon en abanico hacia el río. Uno de ellos no conocía el territorio: Santiago Maldonado, el Brujo, el Lechu, siguió al resto. Hasta ese momento no había avanzado más allá de la casilla de guardia. Había llegado el día anterior, después de diez meses de viajar por Chile y la Patagonia argentina, y era la primera vez que visitaba la comunidad. Se había puesto a disposición para defender el territorio ancestral pero las reglas mapuche no le permitían atravesar ese límite.
Cuando uno de los peñis dio la orden de replegarse porque Gendarmería avanzaba, la única regla era escapar. Una foto registró la huida. Esa imagen, la última de Santiago vivo, es una de las pruebas que Gendarmería intentó ocultar y que fue rescatada de uno de los discos rígidos secuestrados. A las 11 horas 32 minutos y 33 segundos se lo ve corriendo a unos pocos metros de la casilla de guardia. La campera celeste que le había prestado uno de los peñis resalta entre el gris y el verde del paisaje. Esa era la primera de varias capas de ropa que se había puesto para capear el frío patagónico.
No hay fotos de lo que pasó en la persecución. La única evidencia que tiene el Poder Judicial para saber lo ocurrido hasta las 11 horas y 39 minutos son los testimonios mapuche y gendarmes. De acuerdo a estos relatos, Santiago volvió sobre sus pasos, agarró la mochila negra que estaba en la casilla y escapó algunos metros detrás de Lucas Pilquimán, un mapuche de 19 años que había participado del corte de ruta. Entre ocho y diez encapuchados llegaron a la orilla y se tiraron al agua en distintos puntos del río. “En un momento iba nadando y me hundí por la ropa y en un pozón que hay, el agua me tapó”, contó el joven en diciembre de 2017 cuando declaró como testigo ante el juez federal Gustavo Lleral. Relató que para no ahogarse se sacó la campera y se dejó arrastrar por la corriente. Ahí vió al Brujo.
—Vamos, peñi, vamos —le gritó.
—No puedo, peñi, no puedo —respondió Santiago con el agua hasta el cuello.
Lucas Pilquimán logró cruzar del otro lado. “Ahí salgo y me saco el buzo y veo a Santiago que está agachado escondido entre los sauces. Esa fue la última vez que lo vi”, le dijo al juez. “Había gendarmes en la barranca arriba tirando con 9mm, escopeta y piedrazos, pero abajo en el agua estaba solo Santiago”, agregó. La versión de las balas de plomo se repite en relato mapuche; según el expediente solo hubo postas de goma.
En la corrida de siete minutos los gendarmes avanzaron hasta la orilla en dos grupos. Ahí Yucra se topó con dos compañeros. “Es todo como un sauzal. Veo un masculino metido en el agua, más o menos por la mitad del cuerpo. Solamente le vi la espalda”, declaró el sargento.
Unos 30 metros río arriba había alrededor de diez gendarmes. “Lo veo a Vera con intención de meterse al agua porque había un manifestante. Ya estaba metido en el agua y otro metido en el río tratando de cruzar”, contó el cabo primero Cecilio Fernández. En su declaración interna ante un representante del Ministerio de Seguridad, el cabo Darío Zoilán admitió haber realizado “uno o dos disparos” de postas de goma a un encapuchado que cruzaba el río. También contó que escuchó detonaciones de otros compañeros.
Los testimonios de gendarmes y mapuche que llegaron hasta el Río Chubut coinciden en una escena que se repetía a lo largo de la orilla: manifestantes en el agua, uniformados disparando con escopetas antitumulto en la barranca. ¿Alguno de esos manifestantes que vieron los gendarmes era Santiago Maldonado?
La reconstrucción de los siete minutos que van desde las 11.32 hasta las 11.39 está incompleta. En parte por falta de testimonios de mapuche y gendarmes que permitan ubicar de forma precisa a cada uno de los actores en escena. En un año de investigación declararon menos de la mitad de los agentes que entraron a la Pu Lof y solo tres de los encapuchados que escaparon hacia el río. Algunos testimonios son incompletos o contradictorios. ¿Todos contaron todo o saben más de lo que dicen?
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