Aun sigo con poca voz después de la jornada del miércoles pasado. Hoy a media mañana abrí las redes y estaban inundadas con la noticia de una muerte más por aborto clandestino.
A medida que movía el dedo por la pantalla se multiplicaban la reproducción de la nota, los pedidos de justicia y las consignas que grité -que gritamos- el miércoles 8.
Entré a varios enlaces, leí su nombre y aún lo sigo haciendo: persigo el equívoco de la edad, la edad en la que decide interrumpir su embarazo, la edad de su muerte.
Me pregunto sobre nuestros actos de compartir, retwitear y reproducir en busca de hacer visible el carácter de lo terrible, lo trágico , lo injusto que tiene una muerte más por un aborto hecho en la clandestinidad.
Me pregunto también si pudo compartir con alguien lo que le estaba pasando, si en algún momento pudo poner en palabras lo que estaba sintiendo, si lo pudo contar.
Contar sí, decir, hablar de su vida, de sus dolores, de sus proyectos, de sus dudas, de su culpa, de la culpa que nos ronda a todxs herencia de la colonización judeo cristiana, y que en lugar de habilitar lazos y palabra, nos encierra en el silencio de lo que no se puede decir, de lo que no debe ser dicho.
Los efectos de lo clandestino van más allá de la ausencia del Estado en asegurar el acceso a un derecho como la salud pública -y el aborto legal seguro y gratuito es un tema de salud pública.
Lo clandestino es también ese empuje al silencio, a ese lugar que Freud llamó lo siniestro, donde lo extraño se nos hace conocido, donde lo mortífero se vuelve mudo, constante y familiar.
Poner en palabras es construir historias, hacer un cuerpo, es construir mundos posibles.
Hablar de aborto, hablar de nuestros abortos, contar las historias que los atraviesan, escuchar las historias sobre ellos, es también llevar adelante una lucha contra lo siniestro, contra el silencio al que empuja lo clandestino, contra la soledad a la que nos condena un Estado.
Luchar contra el silencio es hacer hablar a quienes no pudieron, habilitar la palabra a quienes aún no pueden. Volver grito lo que aún no es ley.