-¡Flaco, te estás prendiendo fuego!
Jonathan estaba dormido. La Navidad la había pasado sin pena ni gloria y ya era la madrugada del 26 de diciembre cuando el hombre que pasaba por el refugio improvisado en avenida Cobo al 1200 lo despertó. No entendía nada. Pero era cierto: se estaba prendiendo fuego.
Jonathan vive en la calle, en el barrio porteño de Pompeya, con su pareja y su perro. Unas bolsas y frazadas le sirven de techo y un colchón de cama.
Las cámaras de seguridad registraron el ataque que sufrió el domingo 26 a las 4.43 de la madrugada. Una mujer se acercó al refugio, sacó un encendedor, lo encendió y lo arrimó al colchón donde dormía Jonathan. Se tomó su tiempo: esperó a que las llamas prendieran y se fue al trote.
En pocos minutos, el fuego arrasó con las frazadas y llegó al carro donde estaban las pertenencias de Jonathan: algo de ropa y comida. Con la ayuda de otro hombre apagó el incendio pero no pudo salvar lo poco que tenía.
Las llamas le quemaron los pies. Se quedó con lo puesto y sin zapatillas. A los pocos días, alguien le regaló un par para que no anduviera descalzo. Ahora necesita un colchón. Además de un hogar, claro.
A pesar de que el incendio fue hace diez días, las imágenes se difundieron este miércoles. Jonathan habló con algunos medios que se acercaron al lugar. “No la conozco a la mujer. Igual ninguna persona merece que le hagan eso”, dijo. Y tiene razón.
“Somos huérfanos. No les conviene dar la mano a un pobre”, dijo a propósito de su situación de vivir en la calle.
Los comerciantes de la zona lo conocen. Dicen que él y su mujer son tranquilos. Que él a veces limpia la vereda y les pide una ayuda.
No es la primera vez que alguien prende fuego a una persona que vive en la calle. En 2020, en pleno confinamiento, una persona murió calcinada bajo la Autopista 25 de Mayo en Constitución. La metodología es la misma: alguien que pasaba por ahí la prendió fuego y siguió su camino, como si nada. La víctima no tenía documentos y nunca se supo su identidad.
En septiembre del año pasado, en La Plata, un hombre roció con alcohol el cuerpo de Jorge Duret, quien dormía en un colchón frente a la estación de trenes. Lo prendió fuego con un encendedor. Un grupo de vecinos llamó al 911 y, junto a los Bomberos, ayudaron a Duret, que tuvo que ser internado de urgencia por quemaduras en su cuerpo.
El miedo a que las prendan fuego es uno de los temores con lo que conviven las personas sin techo. Además de las obvias consecuencias físicas y, en el peor de los casos, la muerte, corren el riesgo de perder lo poco que tienen: un colchón, alguna muda de ropa y frazadas.
Según el último censo oficial que hizo el gobierno porteño en 2021, en la Ciudad de Buenos Aires, la más rica de la Argentina, 2573 personas no tienen techo. De ese total, 1.605 pasan la noche en los centros de inclusión social y 968 en la calle.
Para organizaciones sociales como Proyecto 7, el Movimiento Popular Nuestramérica, el MTE y el Frente Popular Darío Santillán, que desde hace años se ocupan de visibilizar la situación de estas personas, el número es bastante mayor: estiman que son 9500.
En diciembre del año pasado, quince días antes de que Jonathan perdiera todo, Argentina se convirtió en el primer país de Latinoamérica en aprobar un proyecto de ley que garantiza los derechos humanos de las personas en situación de calle y familias sin techo.
El impulsor fue el diputado del bloque Frente de Todxs Federico Fagioli, quien contó con aportes de las organizaciones sociales. La acción principal de la iniciativa es la creación de una red nacional de centros de integración social con atención las 24 horas, espacios terapéuticos, talleres y actividades de formación, capacitación y ocupación laboral.
El proyecto también plantea acciones para trámites gratuitos, como DNI, CUIL y CUIT. Ya es ley, pero aún no fue reglamentada por el Ejecutivo.
Hace unos días Jonathan volvió a armar su refugio en Cobo al 1200. Por ahora, sigue viviendo ahí.