Fotos: Juli Ortiz
“Que la Dax vaya al frente de la caravana”, dijo Ire y todas estuvimos de acuerdo. La Dax, una motito de 70 cilindradas que alcanza un máximo de sesenta kilómetros por hora. Esa es quizás la anécdota más atinada para comenzar a narrar la esencia de una caravana de motos que se propuso cuestionar las dinámicas viales, que suelen ser profundamente patriarcales, y quebrar los estereotipos sobre eso que nos llena de goce: andar en moto.
Uno de los hechos políticos más importantes del país, el Encuentro, que este año es plurinacional y cumplió su 34° aniversario, fue el puntapie inicial y el destino elegido para echar a andar la idea de una “Caravana Motoquera”. Conocidas y desconocidas nos encontramos el sábado 12 de octubre y emprendimos ruta con el pronóstico climático entre cejas.
Andar en moto: si hubiese que elegir una palabra muchas dirían libertad. Pero no alcanza. Aparecen intrepidez y temores, con la osadía de un cuerpo expuesto. El viento en la cara. Tensión en los hombros y mirada al frente que suma sensualidad si lx acompañante se aprieta a tu cintura.
Son las nueve de la mañana. En un zig zag avanzamos por la RN1. Recibimos bocinas y puños en alto cada vez que nos cruzamos con compañeras con el mismo destino agitando pañuelos. El correr de la lluvia limpia temores: el viento obliga a la firmeza sobre la ruta mojada apretando los dientes. Nada pudo más que la potencia de una decisión colectiva (la de enfrentar temores y salir igual) recubierta de cuidados y confianza.
Una decisión que cada una sostuvo en la individualidad, ese momento tan sabroso entre una misma y la máquina, se terminó de completar cuando al levantar la mirada estaban las compañeras, haciendo colectivo el mismo instante. Cuidándonos entre todas. Gozando juntas.
Esquivando peajes se abrió el cielo a la mitad del viaje. Verdes encendidos. Lagunas. La velocidad constante y mínima hicieron de una ruta en teoría peligrosa un reconfortante paseo que concluyó en entrada triunfal: lluvia torrencial en la puntual entrada a la ciudad y bocinas victoriosas.
El domingo por la mañana llegó a La Plata la segunda caravana.
Se cumplió así la pretensión inicial de esta caravana motoquera: que desde cada rincón del país las pibas en dos ruedas se sientan parte, se sientan menos solas y rompan con el patriarcado en todos lados. Que la señora que lleva a los chicos al cole en el pueblo se sienta motoquera, que la torta que cruza la General Paz en su Wave para ir a trabajar se sienta motoquera y que todas sintamos siempre que entre nosotras es mejor.
Se inaugura otra era en la vialidad argentina: el tiempo de que sea feminista. Abrimos la puerta a una nueva identidad que rompe la propiedad de la masculinidad cis y visibiliza que somos un montón, una red de mecánicas, talleristas, vendedoras de repuestos. Y que este universo también nos pertenece.
Mirá la cobertura fotográfica de Anccom Noticias.