Cosecha Roja.-
Desde que el narcotráfico existe las fiestas de sus patrones han sido un símbolo de estatus, lujo, derroche y poder. En México y en Colombia, donde este fenómeno es parte de la cultura popular, las celebraciones de cumpleaños, bautismos o la llegada de un cargamento suelen durar más de dos días. Los lugares elegidos son hoteles o haciendas que alguna vez pertenecieron a la alcurnia local, hay armas, botellas del whisky más fino y la compañía de personajes de la política, la televisión, el cine y la música de moda.
Esos bacanales al mejor estilo medieval son como un elefante blanco para las autoridades de cada país, o eso dicen. ¿Por qué nadie supo de su realización si había más de mil invitados? ¿Por qué hasta el cantante de mayor renombre asistió y la Policía no se dio cuenta? ¿Cómo llegaron hasta allí las cajas de comida y licor, las decenas de meseros, los autos de lujo y, en fin, toda la parafernalia que se necesita para exponer esa pizca de poder?
En 2012, en Colombia, la boda de Camilo Torres Martínez, alias Fritanga, fue descubierta en el hotel de lujo Punta Faro en la isla Múcura del Caribe, a dos horas de Cartagena. Asistieron unas 300 personas, incluyendo actrices, como “la de Rosario Tijeras”, y modelos, “al parecer Natalia París”, según los rumores que circularon a partir de esa noche. La Policía dijo que la fiesta duró cinco días y cinco noches. La música nunca se detuvo: salsa, merengue y reggaetón fueron los ritmos predilectos del narcotraficante y su esposa, Diana Lucía Salazar. Cantaron Silvestre Dangond y Jean Carlos Centeno, los vallenateros más reconocidos del país.
La de Fritanga fue una fiesta especial, o más bien diferente a las de otros narcos. Hasta el hotel Punta Faro llegaron lanchas rápidas de cuerpos élites de la Policía para detener al novio. Él se entregó para no terminar de dañar la celebración y pidió a todos que siguieran bailando con los shows que estaban preparados. Los músicos y los famosos también debían dar una explicación: ¿por qué un narcotraficante los invitó a una fiesta “privada”? Los abogados de Dangond y Centeno alegaron que ellos no tenían por qué saber de las actividades delictivas de quien los contrató. Los actores y modelos negaron haber estado allí y hubo un pacto de silencio entre los asistentes para no seguir rebelándose como cercanos al narcotráfico. Dos años después, Fritanga fue extraditado a Estados Unidos, donde la justicia lo condenó a doce años de prisión por narcotráfico.
En México, en 2013, el narco Rafael Arellano Félix celebró su cumpleaños 63 en Los Cabos. La fiesta con futbolistas y boxeadores de renombre como Jared Borgetti y Omar Chávez tuvo un final peor que la de Fritanga. Mientras Luis Antonio López “El Mimoso”, exvocalista de la Banda El Recodo, y El Mariachi de Los Cabos cantaban para que decenas de personas bailaran y corearan, un hombre vestido de payaso, pantalón azul y peluca fucsia se coló en la fiesta y mató de cuatro tiros al homenajeado.
“Si encuentras en tu camino a un hombre que va llorando dile que a diario en mis rezos su nombre voy pronunciando”, era la voz del Mimoso entonando. El señor de las canas, de Vicente Fernández. Fue la última canción que escuchó Arellano Félix.
Otros narcos han tenido fiestas “exitosas” en las que nadie murió ni cayó preso. De las muchas que realizó Pablo Escobar, y de las cuales hoy se cuentan mil historias, se dice que hasta El Chavo del Ocho y la Chilindrina asistieron como invitados. En el libro La parábola de Pablo, el autor Alonso Salazar cuenta que el capo narco llamó a José Luis Rodríguez, “El Puma”, para cantar en homenaje a su esposa y que terminó amenazándolo de muerte por celos incontrolables.
Después de 20 años de la muerte de Escobar muchos cuentan que en las parrandas de navidad y año nuevo el Grupo Niche, el Gran Combo y decenas de orquestas de música tropical se peleaban por abrir el telón o estar al menos programadas para una noche con el más poderoso de Colombia.
En México los narcocorridos, que han trascendido fronteras idiomáticas, hablan del encuentro con ídolos del tráfico de drogas y se erigen como la música predilecta para las fiestas privadas de los más buscados. La justicia investigó a Los Tucanes de Tijuana, por ejemplo, por su cercanía con el círculo de los hermanos Arellano Félix y con El Teo y El Muletas, a quienes el vocalista Mario Quintero saludaba desde tablados y conciertos.
En 2007, el cantante de K-Paz de la Sierra, Sergio Gómez, fue torturado y asesinado por el exlíder de “La Familia Michoacana”, Nazario Moreno, alias El Chayo. Todo el grupo fue secuestrado y al final solo el vocalista pagó su cercanía con el narco. Por la misma época, la policía mexicana investigaba a la famosa Alejandra Guzmán por haber amenizado la fiesta de otro clan en guerra con el Estado.
De los nexos entre personajes de la farándula y delincuentes con historial solo se habla para presumir. Dicen que los narcos ya no son como antes, que ostentan menos y que tienen repartido su poder entre grandes grupos. Muchos incluso están muertos, presos como El Chapo Guzmán o extraditados en Estados Unidos . Los narcojuniors, en cambio, se muestran en las redes sociales y la justicia investiga las relaciones de las niñas bien con el negocio.
Fotos: El Tiempo, Telemundo, Semana
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