Antes de que las banderas de colores representaran al orgullo LGBT+, Stonewall Inn era uno de los antros de Nueva York más popular entre los gays: además del bar vidriado que se veía desde la calle, subiendo unas escaleras al fondo, había otro espacio donde se podía bailar abrazado y darse besos. También era uno de los pocos que le abría sus puertas a trans, drags y lesbianas. Por eso lo que pasaba adentro iba más por el lado de lo queer que de lo gay friendly: a diferencia de los salones donde se juntaban los gays de clase alta, Stonewall era una fiesta poblada de personas latinas, negras y otras marginadas por el gaysistem.
La última semana de junio de 1969 la policía se puso más pesada que de costumbre. Había cambiado el jefe departamental y ordenó censurar lo que pasaba en Stonewall. No era la primera vez: al igual que en Argentina tenían estrategias para arrestar por escándalo a las personas no heterosexuales. La homosexualidad estaba prohibida por ley y encima el bar no estaba habilitado para vender alcohol, algo que el dueño del lugar, el “Gordo Tony”, podía arreglar porque era parte de la mafia.
El 28 de junio cuatro policías de civil se infiltraron en la sala del primer piso y en plena fiesta empezaron a separar gays de un lado y travestis del otro. El procedimiento fue más agresivo de lo que acostumbraban. Según el libro de The StoneWall Reader, editado por la Universidad Pública de Nueva York, lo que pasó en la calle fue así:
Primero una travesti le pegó un carterazo a un policía.
Después una lesbiana drag king, para impedir que se la llevaran, le dio una piña a otro oficial.
De los bares gays de al lado se empezaron a amontonar y lo que siguió fue el origen de la primera resistencia de orgullo LGBT+.
Entre el tumulto estaban Marsha P. Jonhson y Sylvia Rivera -dos travestis: una negra, otra latina-, que no aparecen en el Monumento a la liberación gay en Christopher Park, a pocas cuadras del bar.
En un acto de 1973 por el Día del Orgullo, Rivera ya denunciaba el blanqueamiento de lo que pasó en Stonewall y la mercantilización de la lucha por derechos igualitarios. Lo mismo que hoy llamamos pinkwashing.
Por estos días el bar resiste en una Nueva York desolada por el coronavirus. Como tantos otros bares, están haciendo ventas online porque hace 90 días que tuvieron que cerrar sus puertas por prevención.
“El Stonewall Inn enfrenta un futuro incierto y necesitamos apoyo comunitario. El camino hacia la recuperación de la pandemia COVID 19 será largo y tenemos que seguir salvaguardando esta pieza vital de historia viva para la comunidad LGBTQ y el movimiento mundial de derechos humanos”, dicen en un posteo en sus redes.