Por Damián Mereles
Foto: La Nueva Mañana
El 6 de noviembre de 2013 el sargento del Equipo Táctico Especial Recomendado (ETER) de la Policía cordobesa, Ariel Enrique Pedraza, mató con el arma reglamentaria a sus dos hijos: Tobías de 10 años y Morena de 12. Pedraza tenía 44 años y después del doble crimen se suicidó. La madre de los chicos es Paola Fernández, estaba separada de él y en trámites de divorcio. Después del doble crimen ella encaró la pelea por cambiar la Policía de su provincia. Busca que los agentes no carguen con el arma reglamentaria las 24 horas y que los peritajes sean realizados por personal externo a la fuerza, tanto de quienes ya la integran como de aspirantes.
El femicidio de Úrsula Bahillo en manos del policía y ex pareja, Matías Ezequiel Martínez, abrió el debate en torno al machismo y el engranaje patriarcal que se impone en una de las instituciones más cuestionadas del aparato represivo del Estado. Desaparece una mujer, aparece un cuerpo y la historia se repite a diario con violencia.
Paola Fernández forma parte de Víctimas por la Paz, un espacio de construcción colectiva cuyos miembros atravesaron distintas situaciones de violencia. Fueron víctimas del delito pero la respuesta que encuentran día a día se corre de la construcción tradicional de la figura de víctima que a los medios es funcional para instalar. Es que ante la violencia es común que circulen discursos de odio que terminan en políticas de militarización y un mayor grado de libertades e impunidad para el accionar policial. Además, suele alimentarse constantemente el punitivismo, es decir, la figura del castigo y el encierro como forma de resolver problemas.
Víctimas por la Paz aporta al debate público otra postura: la de resolver los conflictos de manera pacífica, con diálogo, apelando a la empatía como herramienta de construcción social. Transformar el dolor en acciones positivas.
Desde esta organización, Paola pelea por cambiar la Policía. Una de sus propuestas es que tanto los agentes en funciones como los aspirantes a integrar la fuerza sean peritados con test y pruebas psicométricas. Además hace hincapié en la necesidad de quebrar los lazos de impunidad -el espíritu de cuerpo- que se generan al interior de la fuerza pidiendo que los profesionales que hagan las pericias sean ajenos a la policía. “Los profesionales no deben conocer personalmente a los policías. Si se entrecruzan en los pasillos y tienen una familiaridad muy cercana no pueden separar estas cuestiones a la hora de la realizar las pruebas correspondientes”, explica.
Otro aspecto que Paola considera importante es terminar con un Estado Policial de 24 horas. Para hacerlo propone cambiar el permiso de portación de armas las 24 horas para que, finalizado el servicio de cada uno, puedan quedar en un lugar seguro. El objetivo es que nadie esté armado estando con sus hijos en una plaza o yendo a comprar a un supermercado. Dejar libres de la posibilidad de un disparo la mayor cantidad de espacios. Para ella es importante que una persona de la cual no sabemos su estado emocional no porte un arma “terminando con uno de los problemas más graves que tiene nuestra sociedad, la agresión, la violencia, la delincuencia”.
Paola considera que sólo con una cláusula de este tipo se pueden salvar vidas, algo que le genera incomprensión y desilusión respecto de aquellos que deben tomar decisiones. Sin embargo, su lucha contra la posibilidad siempre latente de excesos policiales continúa de forma incansable.
Por un cambio profundo
En general, ante casos de violencia policial, esgrimimos explicaciones sociales, políticas, estructurales. Hablamos de violencia institucional cuando vemos casos de gatillo fácil, hablamos de un sistema patriarcal que genera hombres con determinadas características cuando un policía asesina a su ex pareja. También de esto se trata la lucha de Paola: de generar cambios políticos de peso en las fuerzas policiales, pero atendiendo a una dimensión a veces descuidada que es la individual. “Ante algún exabrupto cotidiano, como un grito o un portazo, tener un arma se convierte en una tragedia, porque es sencillo poner fin a algo que nos provoca dolor. Cuando alguien no está equilibrado emocionalmente esto sucede”, explicó Paola.
La lucha de Paola Fernández nos coloca en un terreno diferente. Es una dimensión en la cual la violencia se puede interpretar no únicamente desde lo social y estructural sino también desde la historia personal de alguien y de su situación actual en lo que refiere a la salud mental.
*Damián Mereles es escritor y periodista del conurbano bonaerense e integra la organización Víctimas por la Paz.