Fernando Leguizamón debería cumplir 23 años. Era lo esperable: era buen padre, trabajaba de cinco de la mañana a seis de la tarde, era bastante feliz. El 18 de diciembre de 2014 cayó muerto, fusilado de un disparo en la nuca. Casi un año más tarde, el 15 de diciembre, por la investigación del fiscal Carlos Arribas de la UFI de Homicidios de La Matanza, fue detenido el policía teniente Mariano Gustavo “Tavi” Silva, de 43 años, con funciones en el Comando de Patrullas. En su casa había un arma calibre 9 milímetros, una escopeta calibre 32 y cientos de municiones. Sobre Michael Roger, el hijo de Silva quien hoy está imputado por homicidio agravado, pesa una orden de detención y es buscado por Interpol.
El arresto de “Tavi”, detenido en la Unidad 43 de González Catán, tuvo que ver con la insistencia, la investigación y la búsqueda desesperada de Jorge Leguizamón, padre de Fernando, albañil y flamante estudiante de Derecho. En marzo, el caso deberá elevarse a juicio oral aunque todavía no tiene fecha. Jorge teme que la causa quede cajoneada: “No es posible que el que más plata tiene puede y el que es más pobre tiene que esconder la cabeza en la tierra”, dijo a Cosecha Roja. “Eso pasa hoy en la Argentina. Por eso ya no confío en nadie”.
Después del asesinato de Fernando, los Leguizamón recibieron amenazas y debieron dejar Villegas, el barrio de su vida. La casa que Jorge construyó a su gusto y necesidad de su familia quedó vacía. Se fueron lejos y hoy alquilan una vivienda lejos de allí. “El hijo de Silva fue quien patoteó a mi hijo. En Villegas hay connivencia de los narcos con el barrio, con la policía. Nosotros nos ocupamos de denunciar a los transas desde las redes sociales aunque no dejan de hostigar a mi familia”, contó. “A mi hermano, el otro día el jefe de calle lo llevó detenido por manejar con el torso desnudo. ¡Imaginate! Nosotros tuvimos que salir del barrio. Tengo una casa hermosa pero pago alquiler en otro lado. Hace 25 años que estoy casado con mi esposa. Hicimos un esfuerzo tremendo en la vida. Teníamos una familia hermosa”.
Jorge vuelve al barrio con frecuencia porque está construyendo allá y se encuentra con la misma secuencia: un patrullero en su ahora deshabitada casa que “no me hostiga pero que me marca el paso”, contó. El club donde Jorge jugaba con su hijo a la pelota también está custodiado. “Jugábamos los martes y jueves. Hoy hay dos patrulleros en la puerta permanentemente”.
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Fernando tenía 21 años. El 18 de diciembre estaba en la casa de sus padres. Terminó de cenar y fue a visitar a su hijo. Al entrar a la casa, Camila la mamá de su bebé discutía con su hermano. Él se había llevado varias cosas de la casa, entre ellas el nebulizador del nene. Fernando se metió en la discusión, se metió la abuela de la chica y un policía de la Bonaerense que estaba allí porque lo habían invitado a cenar. La discusión subió de tono, alguien sacó una navaja y Fernando salió a pedir ayuda a su tío. Cuando bajó del auto fue atacado. Recibió un disparo en la cabeza.
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