Eran las diez de la mañana, cuando la policía mendocina llegó a la casa de Silvio Medina, en la localidad de Colonia Las Rosas. Había recibido el llamado de un vecino. El hombre avisó que una persona caminaba por los techos. Varios agentes rodearon la vivienda pero al mirar hacia el jardín, se olvidaron del supuesto ladrón. Enseguida pusieron la vista en unas plantas de marihuana e instantáneamente llamaron a la Policía Federal. Luego se quedaron de guardia en la casa unas cinco horas, hasta que consiguieron una orden de allanamiento. Los policías entraron a la fuerza. No encontraron a nadie y secuestraron nueve plantas, 40 gramos de flores y algunas semillas.
Evangelina Navicelli, la pareja de Silvio, usa la marihuana en forma medicinal porque sufre de fibromialgia. Ese jueves 1 de diciembre le daba de comer a su hijo hasta que llegó un llamado y se enteró de lo que pasaba en la que había sido la casa de su novio. No dudó: lo primero que hizo fue contratar a un abogado.
Una vez terminado el allanamiento, Evangelina fue a cerrar la vivienda. Al llegar se dio cuenta que en el patio, junto a unos girasoles, había frascos tirados. Los cogollos que mantenían en alcohol para hacer aceites estaban desparramados por el pasto. “Siempre usamos el cannabis de manera medicinal. Junté todo lo que pude del piso para tener una prueba y después me fui”, contó Evangelina a Cosecha Roja.
Al otro día, el allanamiento salió en los diarios. En las notas se citaba una fuente policial y enumeraban el aceite de cannabis como uno de los bienes secuestrados. Evangelina no pudo comprender por qué la policía decía eso ya que la prueba estaba tirada en su patio. “Hoy nos dijeron que Silvio y mi suegra quedaron imputados por venta y comercialización de estupefacientes”, explicó. Silvio hacía tiempo que vivía con Evangelina. Por eso su mamá, Olga, visitaba su anterior casa para regar las plantas y darle de comer a los perros. Ella quedó acusada debido a que era la que más frecuentaba el lugar.
La causa tramita por el Juzgado Federal de Mendoza N° 3 a cargo de Marcelo Fabián Garnica. “Desconocemos cómo van a ser los procedimientos. Juntamos el frasco con el aceite que usábamos y tenemos nuestras pruebas. Vamos a pelear para que se den cuenta que lo hacíamos por nuestras enfermedades”, dijo Evangelina.
La mujer fue diagnosticada en 2005. Estuvo dos o tres meses con medicación pero seguía sufriendo dolores insoportables. Un día, cansada, se puso a buscar qué más podía hacer y encontró lo que creyó sería una solución: el cannabis medicinal. Lo consultó con la médica neumonóloga y le dijo que era cierto, que le haría bien. Si bien no le recetó la marihuana, la autorizó de palabra a que lo hiciera. “Nunca hice fisioterapia, natación, yoga ni nada de relajación. Con los aceites y las cremas derivadas de la planta me siento otra vez al cien por ciento”, contó.
Silvio vive en las mismas condiciones. No tiene esa enfermedad, pero sufre depresión. De chico superó intentos de suicidio que le llegaron en los peores momentos del trauma. Hoy trabaja en la construcción y cuando llega a su casa usa el cannabis para aliviar dolores musculares y también psicológicos.
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