AngelesrsawsonJuliana Mendoza – Cosecha Roja.-

Seis testigos denunciaron por acoso sexual a Jorge Mangeri: el encargado se le había insinuado a dos empleadas domésticas, una niñera y a las vecinas de una pensión al lado del edificio en donde vivía Ángeles Rawson. Les regalaba chocolates, flores o palabras “groseras”. En la séptima audiencia del juicio por el crimen de la adolescente, quince personas declararon ante el Tribunal Oral en lo Criminal N°9. Después del primer cuarto intermedio, Mangeri dejó la sala: el abogado defensor Adrián Tenca pidió que no esté en todas las audiencias por las “demoras en los traslados” desde la cárcel hasta Tribunales, y el presidente del jurado aceptó el pedido.

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Mónica Lospinnato y Gustavo Mortola son la pareja de vecinos del 5ºA. Ella integra el consejo de la administración de Ravignani 2360 desde 2004. El lunes 10 bajaron a la planta baja a las 7.45 para esperar la combi que lleva a su hija Emilia a la escuela. Pero algo les llamó la atención: las puertas del edificio se cerraron de golpe cuando llegó la niñera que cuidaba a los chicos del 7ºB. “Nos pareció muy extraño porque Mangeri siempre era muy amable con todos, pero aparentemente el encargado se le había lanzado, le regalaba chocolates y la mujer quedó tan ofendida que ni se saludaban”, contó Lospinnato ante el jurado. En el consejo de la administración se reían del hecho: no les pareció una situación de acoso, sino una conquista.

El problema fue con Zunilda. Cuando Lospinnato llegó de declarar veinte días después de la desaparición de Ángeles le comentó a su empleada que le habían preguntado si tenía personal doméstico en la casa y que había dado su nombre y su número. “No te asustes si alguien te llama”, le dijo. La cara de Zunilda se transformó.

-¿Te pasó algo?, le preguntó.

-Sí, pero eso no convierte a Mangeri en un asesino.

El encargado le regalaba bombones a la empleada. Según la vecina del 5ºA, Zunilda subía rápido a la casa y se ponía a trabajar y más tarde le daba los chocolates a Magalí, la hija mayor de su jefa. La semana anterior a la desaparición de Ángeles el encargado la siguió una cuadra preguntándole a qué boliche iba a bailar. “Cuando Mangeri se puso más zarpado, mi empleada directamente tiraba los bombones. Nunca pensamos que podían haber hechos de acoso por parte de él antes de Zunilda”, dijo la mujer.

Zunilda no fue la única empleada acosada por Jorge Mangeri. Ángel Montanari y Elsa González, el matrimonio del 2ºB, declararon ante el tribunal que se le había insinuado a una mucama que tuvieron un tiempo antes del crimen de la adolescente. “De ninguna manera sospeché que mi encargado podría haber hecho eso en ese momento. Tenía un concepto muy bueno de él”, dijo González.

Dora Sandoval vivía en la pensión que está al lado del edificio de Ravignani 2360. Ella también declaró esta mañana.

-Para las chicas de la pensión fue el portero, le dijo a su jefa Romina Rey Moreno.

-¿Por qué me decís eso?

-Porque es mañoso, siempre les dice cosas groseras a las mujeres cuando pasan.

-Pero no por eso es un asesino

Al menos dos personas dijeron eso el mismo día en dos oportunidades distintas. Esa conversación la dejó pensando. Cuando Rey Moreno se enteró cómo habían encontrado el cuerpo de Ángeles Rawson -en una bolsa de residuos, atada y en el Ceamse- hizo una denuncia por mail a la Justicia: “Investiguen al portero”.

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Cuando terminó el primer cuarto intermedio, cerca del mediodía, Diana Saettone fue al baño de los tribunales porteños en el séptimo piso. Ahí, una mujer le pidió sacarle una foto para mostrarles a mis amigas. “Mi marido también está acusado”, le dijo la esposa del encargado. “Hay que saber esperar y confiar en Dios”, contestó Saettone. Minutos antes, Mangeri se había quedado dormido en la mitad de las declaraciones y estaba saliendo de sala para no volver: el tribunal había aprobado el pedido de la defensa de no asistir a todas las audiencias.

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-Qué bajón lo de la nena, ¿no?, preguntó Fernando Camargo, el encargado suplente de Ravignani 2360.

-Sí, sí, le respondió Mangeri.

Mangeri se fue al edificio y dejó a Camargo con las palabras en la boca. “Lo noté pálido”, dijo esta mañana ante el tribunal. El acusado se había acercado el miércoles 12 para pedirle que le diera el certificado médico a la administradora. Esa noche fue la última vez que lo vio. El jueves antes del mediodía un policía de Homicidios vestido de civil vino a buscar a Mangeri: no lo encontró, pero se llevó a Camargo. “No me pareció raro que hayan venido a buscarlo. Si me llevaron a mí, ¿cómo no lo van a llevar a él?”, dijo.

El viernes allanaron el sótano, se llevaron sogas de distintos grosores y una bolsa de consorcio que incomodaba el paso. Ese día fue la primera vez que la policía quiso investigar la casa del portero pero “no había nadie y no se tocó nada”. El lunes volvieron y encontraron a la sobrina de Diana. Esta vez la investigación fue más minuciosa y Camargo estuvo ahí para verlo. “No parecía que hubieran estado pintado”, dijo el encargado suplente en respuesta a la excusa que había usado Mangeri.

Julio César Chappa es otro de los encargados de la cuadra. “Nuestro vínculo con Mangeri era de compañeros pero nunca nos cubríamos en los trabajos”, dijo. No recuerda haberlo visto el lunes 10, pero el martes 11 Mangeri le pidió que le diera la llave de su auto a Daniel Altinier, otro encargado vecino. “Venía del médico pero no lo noté mal porque no soy de mirar a la cara cuando hablo”, dijo Chappa. Después no lo vio más. Pero la Fiscalía mostró evidencias de que Chappa había llamado y mandado mensajes desde su celular a Mangeri. “Llamé jueves y viernes para saber si estaba bien, pero no me contestó”, dijo.

Norma y María Elena Sosa viven en el 4ºA con su mamá. Normalmente, el encargado recorría los pisos para buscar los residuos a las 19 y los sacaba entre las 19.45 y 20. Pero el lunes 10, Mangeri llamó a las hermanas por el portero después de las 17 para pedirles que dejaran sus bolsas afuera a las 18. “Nunca tuvimos problemas con el tema de la basura”, dijo Norma. El acusado había declarado que la mamá de estas mujeres era “especial” con la basura y que siempre había que avisarle si cambiaba el horario de la recolección.
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Ángeles Rawson desapareció el 10 de junio de 2013. Un día después los encargados de separar la basura en el CEAMSE encontraron el cadáver: tenía el torso desnudo, la ropa rasgada, dos vueltas de hilo sisal enrollado en el cuello y la cabeza cubierta con una bolsa. Las pericias determinaron que murió aplastada dentro de un camión compactador. El juicio pasó a un cuarto intermedio hasta el próximo miércoles.