Apuntes sobre la encuesta “Miradas hacia la discriminación. Opiniones, actitudes y valoraciones de los argentinos sobre la discriminacion, la xenofobia y el clasismo”, encargada por el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.*
Por Shila Vilker
La sociedad argentina percibe la discriminación y el racismo como un fenómeno muy grave. Pero, curiosamente, aunque todos pueden reconocer e identificar el problema, nadie se considera implicado.
El informe sobre discriminación y racismo desarrollado por TrespuntoZero a partir de la encuesta realizada en estos meses presenta una radiografía de la sociedad argentina que pone en relieve cuáles son las percepciones existentes en torno a esta temática. Llama la atención que la mayoría de los encuestados reconoce la problemática, pero no se asume como parte de ella. En otras palabras, todo el mundo discrimina y es discriminado, pero “yo no discrimino ni soy discriminado”. Hay algo que no cierra. Posiblemente, en la Argentina casi nadie sea racista y casi todos lo seamos. Si bien la frase resulta un tanto exagerada es útil para describir un tipo de problema que todos reconocen pero del que nadie se hace cargo.
También resultan llamativos los resultados que ponen en escena el divorcio entre la gravedad y la importancia. El 64,6% de los encuestados señala que se trata de un tema muy o bastante grave, pero solamente a un 26,6% le parece que este sea un tema importante. A esta mirada “comprensiva” que los argentinos creemos tener sobre este tema se le contrapone la crítica y el prejuicio que vemos en la sociedad, casi como si no formáramos parte de ella. En una reinvención de la frase del filósofo existencialista Jean Paul Sartre, los argentinos parecemos decir que “la discriminación son los otros”.
¿Pero qué hay dentro del racismo en nuestro país? Es posible que se trate de un fenómeno inherente a la idea de clase. El 36,7% de los argentinos cree que esta es la principal forma de discriminación y el 70,6% cree que los pobres son discriminados. Las consecuencias materiales y simbólicas del racismo también son reconocidas por 9 de cada 10 argentinos. En el fondo, casos como los de “gatillo fácil” podrían ilustrar los extremos del impacto material del “racismo clasista”; las víctimas del gatillo fácil son siempre jóvenes de los sectores populares, nunca señoras de edad media de Recoleta.
El “negro de mierda” o el “cabecita negra” es una de las figuras malditas de la cultura argentina. Y, como fenomeno cultural, sigue una dinámica elusiva: el negro siempre es el otro. Nuestra cultura condensa en esa etiqueta compleja varias dimensiones: la vestimenta, el color de la piel, la residencia, las formas de hablar, la pobreza. Nuestro racismo es clasista y este clivaje aglutina distintos sentidos. En la Argentina la idea de clase trae de manera implícita al racismo. No es que se los vea negros, sino que se los ve pobres, y en nuestro país el pobre es negro.
Finalmente, cuando se pregunta a los encuestados por la primera palabra que “les viene a la cabeza” cuando se piensa en racismo hay que señalar que, si bien no mayoritarias, las posturas no son todo “negro”. También encontramos palabras como “Injusticia”, “lamentable” o “igualdad”, apreciaciones que muestran el germen de una sociedad más justa. En ese sentido, dialogan bien con la propuesta del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires que, al preguntar si somos racistas, nos coloca en ese horizonte que revisa críticamente eso que nadie y todos hacemos.
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*Del 21 de septiembre al 11 de octubre el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires presenta una nueva quincena de #MuseoModernoEnCasa. La propuesta de este programa digital invita a preguntarnos de qué manera el racismo y la xenofobia nos atraviesan y cómo se configuran en el contexto argentino, bajo el título ¿Soy racista?
Los contenidos se presentan de manera gratuita y diariamente a través de las redes sociales del Museo, y se encuentran disponibles en su web museomoderno.org y en la web Cultura en Casa, del Ministerio de Cultura.