Cosecha Roja.-
A Laura Moyano la arrastraron por el piso de una obra en construcción, la asfixiaron y, una vez muerta, le rompieron la nariz de un ladrillazo. Fernando Gabriel Pereyra y la mujer trans de 34 tenían una relación y el 25 de julio salieron juntos del boliche Santa Diabla, en la ciudad cordobesa de Villa Allende. Esa fue la última vez que vieron con vida a Laura. Hoy, más de un mes después, la Justicia detuvo al hombre de 36 años como sospechoso por el crimen.
Los testimonios de los familiares de Moyano condujeron hasta Pereyra. Anoche la policía cordobesa hizo dos allanamientos en la casa del hombre, en la localidad de Mendiolaza: allí estaba la cartera de Laura. Para la fiscal Liliana Copello todavía “no está claro el móvil” del crimen pero las pruebas contra el principal acusado “son contundentes”, dijo en una entrevista con Radio Universidad. El hombre quedó detenido e imputado por “homicidio simple” y en las próximas horas será trasladado a la cárcel de Bouwer.
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A Laura le decían ‘Cufa’, era trans y la encontraron muerta en Villa 9 de Julio (en el límite con Villa Allende), el mismo barrio en el que había nacido. El cuerpo estaba golpeado, con heridas y tirado en una obra en construcción. “Exigimos justicia, fue un homicidio de odio, fue un crimen transfóbico”, dijo a Cosecha Roja Leticia Veber, de Devenir Diverse. En Argentina la expectativa de vida de las personas trans es de 35 años, Laura tenía 34.
“¿Dónde está? ¿La habrá agarrado la policía? Siempre me avisa si viene tarde”, pensó la hermana de Laura. Ella solía volver de madrugada y ya se había hecho demasiado tarde. Las dos vivían solas porque meses atrás había fallecido la mamá. A la una y veinte del mediodía le tocó el timbre un policía y le preguntó cómo estaba vestida la hermana: “campera marrón, pantalón negro, zapatitos altitos azules”, respondió. Y agregó que era rubia, que tenía el pelo decolorado. Entonces supo que estaba muerta.
La vieron por última vez ese mismo sábado a las 8 de la mañana, cuando salía del boliche Santa Diabla. El cadáver apareció en un local abandonado en la Av. Donato Álvarez del barrio Argüello, en la ciudad de Córdoba. La policía lo encontró por un llamado anónimo que le avisaba. “Es un crimen de odio: el ataque fue salvaje”, dijo Lara Gaitán, referente de Asociación de Travestis Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTA) Córdoba.
Familiares, amigos y organizaciones marcharon el lunes desde el Centro de Salud 34, en Calle Coquena y Huarpes, hasta Donato. Pidieron Justicia: “Seguimos expuestas a violaciones de nuestros Derechos Humanos. No podemos seguir permitiendo que la población trans sea blanco fácil y que estos casos queden impunes”, dijo Gaitán. La mayor parte de los asesinatos transfóbicos no son investigados. Según la dirigente de ATTA, las propias chicas temen denunciar a los atacantes porque saben que la noche siguiente se los volverán a encontrar.
La expectativa de vida de una persona trans es de entre 35 y 40 años. Mueren por crímenes de odio, por enfermedades, mala atención en los hospitales, maltrato policial o depresión, entre otros motivos. “Para tener una buena calidad de vida necesitamos un trabajo, inclusión laboral y que la prostitución no sea la única salida, implica exponerse a muchos peligros”, dijo Gaitán.
Laura todavía no había llegado a cambiarse el nombre en el documento, pero estaba a punto de hacerlo. Desde que en 2012 se aprobó en Argentina la ley de Identidad de Género (26.743), más de 4 mil personas cambiaron su DNI. La norma reconoce el derecho a la identidad, al desarrollo de la persona, a ser tratada de acuerdo a la identidad de género y a ser identificado de ese modo en el DNI y cualquier otro documento. La ley especifica: “Se entiende por identidad de género a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente”.
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