“¿Por qué los chicos no denunciaron antes?”. La pregunta de la periodista Mercedes Ninci a la mediática Natacha Jaitt en el programa de Mirtha Legrand me resultó familiar. Fue la misma pregunta que tuve que escuchar cuando denuncié –primero en una nota en Cosecha Roja y luego en la Universidad Nacional de Tucumán- al docente pedófilo del que fui víctima a los 12 años. La escuché de parte de uno de los directivos del colegio al que asistía, cuando le informé que iba a publicarse la nota: “Qué lástima que no me dijiste antes. Te podríamos haber ayudado cuando lo necesitabas”. Volví a escucharla de boca de una autoridad del Rectorado, a cargo del área académica de toda la universidad: “¿Recién denuncia ahora? ¿No buscará exposición?”. La leí en los mensajes y comentarios que me llegaron a raíz de que la nota se compartió más que cualquier texto que jamás haya escrito: “¿Por qué esperaste hasta tener 26 años para denunciar algo que te pasó a los 12?”. ¿Por qué? Porque fue el momento en que junté fuerzas y pude superar los miedos. Miedo a que no te crean, a que te echen la culpa, a que te juzguen por cualquier cosa. Tuve el mismo miedo que los chicos abusados en el fútbol.
Algo me había empezado a hacer ruido cuando en una toma de facultades en 2013 se denunciaban casos de abuso y una compañera agradeció a todos el proceso vivido: su abuelo la había violado cuando era una niña y ella había podido contar su infierno. “De los grandes miedos salen las grandes valentías”, dijo. Y ya no lo pude olvidar.
Los varones tenemos que tener algo en claro: el feminismo nos ayuda muchísimo. Nos ayuda a no quedarnos callados. Nos ayuda a entender que callar un abuso sufrido te destroza. El feminismo está marcando esta época, en la que los abusos sexuales dejan de ocultarse. Y lo digo con la sorpresa de la liberación que sentí al poder contar mi experiencia de niño abusado. Eso que me angustiaba y que no sabía que era desapareció.
Si te acosan, manosean y violan y sos mujer, la cultura machista es la que permite que no te crean y que seas la culpable de todo lo que te hicieron. Esa calza estaba muy ajustada, andabas sin corpiño, si te pintás la boca así ¿qué esperabas?
Pero en una sociedad machista las mujeres no son las únicas víctimas de abuso. Y los varones, niños y adolescentes, víctimas de pedófilos se enfrentan a las mismas preguntas que las mujeres: ¿Por qué no denunciaste antes? ¿Por qué no gritaste, lo golpeaste o saliste corriendo? ¿Por qué no te fuiste, en vez de quedarte ahí? ¿Por qué ser abusado por una recarga de la SUBE?
¿Por qué hablamos ahora? Porque ahora sentimos que nos pueden escuchar.
Créanles a las víctimas de abuso. Ellas me creyeron primero. Yo les creo.