Hace dos años, la nieta de Rosa Schonfeld de Bru vio por primera vez un video de Miguel caminando. Estaban en el Espacio Memoria, la ex Esma. “Sabés, tata, que yo tenía lágrimas por ver al tío”, dijo la niña que entonces tenía cuatro años. “Él no está muerto, él está desaparecido”, siguió y su abuela quedó en silencio. Hoy Rosa volvió al Espacio Memoria para recibir el reconocimiento “Hacedores de la Memoria” que le entregaron organismos de derechos humanos. Abrazada a Vera Jarach, madre de Plaza de Mayo, dijo que el premio le traía recuerdos de la lucha y la hacía pensar en su nieta. En una vida que siguió después del asesinato y desaparición de su hijo por parte de la Policía Bonaerense hace ya 25 años.
“Esta distinción es una caricia. No lo esperaba porque hay tantas madres que luchan por sus familiares”, dijo Rosa a Cosecha Roja. Es la tercera vez que el Directorio de Organismos de Derechos Humanos de la ex ESMA entrega el reconocimiento. “Y agradezco a los amigos de Miguel de los que aprendí a no bajar los brazos”, dijo.
“Conocerla a Rosa dentro de la Facultad de Periodismo de La Plata significó muchísimo para mí”, dijo Claudia Vásquez Haro, presidenta de OTRANS Argentina. “Ella no sólo peleó en momentos difíciles sino que también transitó las aulas para contar la historia de Miguel que es la historia que también viven otros pibes y pibas”. Rosa encabeza desde hace años la marcha del orgullo junto a compañeras travestis y trans. “Es una persona que podés llamar a cualquier hora y va a venir a ayudarte a sacar a compañeras de la comisaría”.
La periodista María Eugenia Ludueña la conoció militando en la Isla Maciel en 2004. Recordó que la zona estaba llena de perros con sarna. Un día, Rosa llegó con su auto cargado de bidones, quería curarlos. “A Miguel le gustaban muchos los perros”, dijo. “Por donde iba Miguel y por donde hoy va Rosa siempre hay perros correteando”, dijo Ludueña. Por Isla Maciel pasó mucha gente queriendo ayudar. “Alguna vez pregunté por qué recordaban a Rosa, me dijeron que era por su humildad”, dijo Ludueña.
Rosa recordó una escena más. Estaba en una plaza esperando para marchar y la madre Adelina Laye le preguntó por qué no se ponía el pañuelo. Ella le dijo que no, que sería una falta de respeto a la lucha de Madres y Abuelas. Pasaron muchos años, siguieron encontrándose en las calles y reclamos. En un encuentro, Adelina le regaló un pañuelo blanco en el que había bordado el nombre Miguel. “Hoy quería nombrarla porque para mi es un orgullo”, dijo Rosa antes de bajar del escenario y que el público la abrace.