Cuando Omar Streinttenberger, el encargado de mantenimiento del cementerio de Colonia Santa Teresa, un pequeño pueblo de descendientes de alemanes en La Pampa, llegó hasta el depósito de herramientas descubrió que la llave no estaba en el ventiluz donde solía esconderla. Streinttenberger vio el marco de la ventana manchado de hollín y escuchó quejidos que venían desde adentro. Se asustó y corrió a buscar a su jefe. Unos minutos más tarde el empleado, el jefe y un policía abrieron la puerta a palazos. J., de 15 años, salió caminando con las manos y la cara quemada mientras murmuraba palabras inentendibles. A., de 14 años, apenas respiraba tirada en el piso. A unos pocos centímetros de ella estaba el cuerpo de Matías Hernández, de 15, que ya llevaba varias horas muerto.
Los investigadores creen que los tres jóvenes llegaron al cementerio de madrugada y se encerraron en el cuartito, que se incendió cuando intentaron encender un anafe con gas envasado. El fuego no duró mucho: no llegó a propagarse por falta de oxígeno. Los bomberos de Santa Rosa que viajaron a Santa Teresa para hacer los peritajes encontraron las paredes manchadas de hollín, un bidón de nafta consumido por el fuego y otros bidones de gas oil, latas de pintura y químicos para fumigar que no llegaron a arder. El cielorraso de machimbre tampoco fue alcanzado por el fuego. Las agujas de un reloj de plástico de pared derretido quedaron clavadas a las 2.20, la hora en que se habría producido el incendio.
La única ventilación del cuarto es el ventiluz donde el encargado escondía la llave. Los chicos quedaron expuestos a altas temperaturas casi sin oxígeno. Mientras la habitación se llenaba de humo intentaron abrir la puerta pero no encontraron la llave. En la desesperación rompieron el picaporte. Los bomberos encontraron la llave en el bolsillo de la campera de uno de los sobrevivientes, que se la habría sacado cuando se le prendió fuego.
Antes de cargarlo en la ambulancia, los empleados del cementerio alcanzaron a escuchar que J. les decía que habían intentado prender fuego para hacer unos mates. La autopsia demostró que Matías Hernández murió por inhalación de monóxido de carbono. J. y A. fueron trasladados al Hospital Lucio Molas de Santa Rosa, donde quedaron internados en terapia intensiva en grave estado, con asistencia respiratoria y quemaduras en el 25 por ciento del cuerpo.
“Vamos a periciar los teléfonos celulares para ver si hubo intercambio de mensajes previos entre ellos”, explicó a Cosecha Roja el fiscal Juan Bautista Méndez. “Personal policial los vio esa misma noche juntos en el pueblo, dando vueltas, paseado. Eso hace presumir que era un grupo de conocidos”, agregó.
Según el Censo, en 2010 Colonia Santa Teresa, ubicada en el extremo este de La Pampa, tenía 466 habitantes. “El pueblo está muy dolido. Ahí todo el mundo se conoce”, contó el fiscal Méndez. Antes de definir si se trató de un accidente, el fiscal esperará el informe final de la autopsia y los peritajes de Bomberos y de los celulares, que fueron enviados a la Oficina de Dirección de Análisis de Telecomunicaciones de la Policía Provincial. Por ahora, todos los indicios le permiten sospechar que los chicos quisieron esconderse en el depósito del cementerio. Una vez que se inició el incendio, quedaron encerrados en una trampa.