Por Raquel Tizziani*
Todas las mujeres y otras identidades de género con capacidad de gestar tenemos, en algún momento de nuestra vida, una experiencia de aborto. A veces somos nosotras mismas las que ponemos el cuerpo y otras veces acompañamos: a una amiga, a una hermana, incluso también a nuestra propia madre. La experiencia del aborto nos atraviesa, como posibilidad o como certeza, en algún momento de la vida indefectiblemente.
Quienes acompañamos a otras personas en su proceso de interrupción del embarazo llegamos ahí muy frecuentemente por nuestra propia historia, una que transcurrió en un marco normativo previo a la Ley 27.610, donde el aborto era considerado todo lo que estaba mal y donde el cuerpo se ponía a merced de otros con total incertidumbre.
Las historias de las pibas que vimos morir se nos hicieron carne. Toda la bronca e impotencia se transformó en fuerza para luchar colectivamente durante muchos años (demasiados quizás) por esta ley que hoy nos habilita un derecho humano básico y fundamental: decidir sobre nuestro cuerpo.
Pero seguimos atentas. Sabemos que la ley escrita muere si no se encarna: sabemos que la defensa de lo ganado es cotidiana. Y siempre vamos por más porque todavía nos falta mucho.
Todavía nos violan y nos matan. Todavía nos culpabilizan y nos maltratan en el hospital cuando llegamos sangrando. Todavía nos torturan con legrados sin anestesia, nos criminalizan, nos dejan sufrir dolor.
Al parecer, el dolor por abortar o por parir es el castigo merecido que debemos sentir por haber gozado, por haber abierto las piernas con algún fulano que porta pene, muchas veces anónimo y no figura ni en los registros de la penalidad.
Al cumplirse un año de la Ley de IVE en Argentina, celebramos con una alegría inmensa esta conquista para las nuevas generaciones y seguimos en la lucha por lo que nos falta: el derecho a vivir sexualidades libres y placenteras.
¡Se va a caer!
*Raquel Tizziani. Médica Clínica y sexóloga. Presidenta de la Asociación Rosarina de Educación Sexual y Sexología (ARESS). Docente de la Facultad de Medicina (UNR) de la primer cátedra de aborto de Argentina.