Todas las noches Alfredo Soggiu pasaba por la casa de su hija Carla, a 40 metros de la suya, se asomaba por la ventana y encontraba la misma escena: ella cenando con sus dos hijos y el marido de espaldas a todos ellos, mirando televisión.
Carla Soggiu tenía 28 años y el 15 de enero de 2019 fue vista por última vez cuando volvía del trabajo a su casa, en el barrio de Pompeya. Cuatro días después apareció muerta a la vera del Riachuelo, por la zona de Barracas. En el medio llegó a activar dos veces un botón antipánico. La ayuda nunca llegó.
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Como Carla padecía hidroencefalía, a los 15 años la operaron y le colocaron una válvula detrás del ojo derecho. La operación salió perfecta, pero tenía que cuidarse de no golpearse en esa zona.
El 26 de diciembre de 2018, cuando ya tenía decidido separarse del padre de sus hijos, Sergio Fuentes, él la secuestró, la ató y la violó. Y también la golpeó en la cabeza, justo en la zona que debía protegerse. Carla sobrevivió. Sergio quedó detenido.
Cuando tres semanas después ella desapareció, su papá dijo que podía estar desorientada y perdida: no había quedado bien después de los golpes. En ese estado accionó el botón antipánico. Desde la Central de Alarmas de la Policía de la Ciudad la llamaron y ella alcanzó a decir que estaba perdida, en un lugar con barro y que el agua le tocaba la cara.
A la mañana siguiente apareció ahogada a la vera del Riachuelo.
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El 20 de diciembre de 2019 el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 20 de la Capital Federal condenó a Sergio Fuentes a 6 años de prisión por haber secuestrado, golpeado y violado a Carla.
“No estamos conformes con la sentencia, pero es lo que pidió el fiscal. Para la Justicia, atar y violar a una mujer vale seis años”, dice Alfredo a Cosecha Roja. Alfredo no tiene dudas de que ese delito está directamente relacionado con la posterior muerte de Carla. Para la Justicia, no hay vínculo entre una cosa y la otra.
La autopsia confirmó que murió ahogada y que tenía un golpe en la zona de la válvula. “Nosotros queremos que la carátula sea femicidio”, dice Alfredo.
La causa por la muerte de Carla está en etapa de instrucción. En este período de recolección de pruebas, a la querella de los Soggiu les faltan elementos fundamentales: imágenes de las cámaras y los audios resultantes de la activación de los botones antipánico. Son evidencias que debe aportar el Gobierno de la Ciudad.
Uno de los datos fundamentales es que cuando Carla accionó el botón, el sistema de geolocalización no funcionó. Por eso no pudieron encontrarla. Hubo una denuncia, publicada por El Destape Web y presentada en la causa, que contó que el contrato de la empresa que prestaba el servicio de geolocalización al Gobierno de CABA había finalizado el 31 de diciembre y que hubo un período en el que no funcionó el sistema. En ese lapso, Carla desapareció y se ahogó.
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La familia de Carla se junta con otros familiares de víctimas de femicidios, como Araceli Fulles y Lucía Pérez. Los segundos miércoles de cada mes se encuentran en Plaza de Mayo. “No tenemos que explicarnos nada cuando nos miramos”, dice Alfredo. Piensa que la la justicia en todos estos casos es igual: machista y patriarcal. “Las terminan juzgando a las víctimas”.
Para él, hace falta una solución integral de política pública. “Hay que tener ovarios para hacer una denuncia. Mi hija tenía nuestra casa, pero hay chicas que no tienen adonde ir y tienen que volver a sus casas con el violento”, dice.
“Nuestros nietos nos dan fuerzas para seguir”, dice. Tienen 5 y 3 años. El más grande hace poco lo abrazó y le dijo “Yo sin vos no voy a poder crecer”. “Y yo quiero que crezcan y que puedan vivir una vida feliz. Por eso, más allá de pedir justicia por Carla, voy a seguir acompañando a otros familiares”.
Este miércoles, a un año de la muerte de Carla, la familia convoca a distintas actividades en Pompeya: a las 17.30 habrá una misa en Avenida Sáenz y Amancio Alcorta. A las 18, marcharán desde allí hasta la Plaza Traful. A las 19 darán una conferencia de prensa.